III

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III

¿Qué debíamos hacer? ¿Qué era lo necesario? Esas preguntas me invadían  y no podía dejar de pensar en el peligro de afuera. 

— ¿Qué crees que debamos llevar? No podemos dejar cosas necesarias aquí, ni llevarnos todas las que encontremos – dijo un poco resignada Evelin.

— Las que no sirvan en mayor grado – respondió Justin con poco entusiasmo –, lo que creas que nos ayude, eso es lo que necesitamos.

— Hay mucho ruido afuera – voceé preocupado.

— El ruido que haga tu miedo en ti no lo podemos escuchar nosotros – respondió hiriente Evelin.

Me acerqué a la puerta con el fin de escuchar un poco más, ignorando por completo a Evel.

— Hay gente afuera. Hay internos afuera, aquí mismo, afuera.

Estaba exaltado y ni Justin ni Evel me creían. ¿Acaso ya era paranoico? ¿Estaba ya loco en serio? Empezaron golpes suaves a la puerta.

— Si haces eso de verdad los atraerás – opinó bastante serio Justin.

— No hago nada – resolví alejándome de la puerta –, ahora dime que también son impresiones de nuestro miedo, Evelin.

Había dado unos cuatro pasos pequeños en reversa y los golpes a la puerta se hicieron más fuertes. Indicaba con mis manos a los dos detrás de mí que retrocedieran. Justin tenía ya en sus manos una de las barras, mientras que Evelin, bastante exaltada, rodeaba la cocina, tal vez acordándose para qué había ido. 

— ¿Qué hacemos? ¿Salimos a pelear? ¿Nos quedamos aquí? – divagaba en voz alta Justin.

— No me interesa qué mierda hagamos sino que salgamos con vida – solucionó alterada Evel. 

— Yo creo que es prudente quedarnos aquí y encontrar el momento adecuado para salir – aconsejé de inmediato.

— ¿Y si todo empeora? ¿No será mejor salir ya? – seguía cuestionando Justin -, es mejor abrirnos paso a…

Un estruendoso golpe nos alertó. La puerta se caía y varios pies ya estaban dentro. Nuestra reacción: montarnos a la cama y utilizar lo que fuera para defendernos. 

El lugar de piedra de pronto se vio iluminado por la tenue luz artificial de afuera, esparciendo un largo rayo sobre la cocina. Evelin y Justin repartían golpes a diestro y siniestro, mientras yo saltaba por el muro que separaba la cama de la cocina y recogía un pedazo de lata que asemejaba un cuchillo.  Enterré sobre un bulto y empecé a esparcir la arena, aparentemente para la construcción, en todo el lugar, evitando llegar a los dos cuerdos vivientes. 

El cuchillo aún me servía para dar cortes y defenderme, mientras la arena segaba sus ojos y me dejaba paso libre entre ellos para atacar con menos peligro; sin embargo, no podía cargar con el pesado costal, y la arena no llegaba de mis manos a los ojos de los sangrientos solicitantes.

— ¿Qué mierda crees que haces? – preguntó Evelin.

— Ganar tiempo para encontrar mi defensa – respondí sin vacilar.

— El polvo nos ha llegado – aclaró Justin  agitado y repartiendo las  gracias  a  los invitados  imprevistos - , nos ciegas a nosotros y no a ellos.

— ¡Ya deja de hacer eso, búscate algo y ayúdanos de verdad!

Tenía que llegar de nuevo a la cama, sin arena, y con un cuchillo que apenas podía enterrar con gran fuerza para que se abriera paso. Mientras miraba entre los muebles maltratados de madera encontré, debajo de todo, en un gran espacio vacío,  combustible, varios ladrillos y palos de escoba partidos en pedazos, con puntas astilladas y bastante largas como para atacar en un radio de un metro. 

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2014 ⏰

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