Capitulo 2: Introducción

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Se notaba que el duque era una celebridad en la ciudad.

Los heraldos anunciaron la llegada de la comitiva cuando la compañía atravesaba el puente.

Entraron al distrito comercial, donde la gente se amontonaba entre los árboles que flanqueaban las anchas avenidas de piedra blanca. Las fachadas de cristal apenas se veían por el gentío, pero a Alithea le entro un hambre voraz al pasar por delante de una tienda tras otras.

Por encima de todo, se alzaba la torre de la alcaldía, tan alto que tuvo que echar la cabeza hacia atrás pare ver las torres.

Giraron unas cuadras antes de llegar allí, pantallas aparecían mostrando los problemas que hubo en Erilea, la capital de Estana.

Giraron otra vez, y allí estaba, un poco apartada, una casa de al menos cuatro pisos se alzaba majestuosa, hecha completamente de cerámica y grandes ventanales.

—trescientas habitaciones, dependencias para el servicio y el ejército de la casa Gardyner, tres jardines, una reserva natural y establos a cada lado—dijo Oliver contemplando su hogar— ¿Quién necesita tanto espacio?

Alithea logro esbozar una sonrisa, algo perpleja ante su repentino encanto.

—No sé como pueden dormir cuando solo una pared de cerámica los separa de la muerte.

—Bueno—dijo Oliver—. Has engordado un poco y ahora tu piel tiene algo de color. Bienvenida a mi hogar, Alithea Lynxhilt.

—Gracias, a las chicas les gusta que les digas que estan gordas—replico ella mientras Edmund le sacaba los grilletes.

Se arreglo el vestido como pudo e intento recordar todas las lecciones de postura que vio a escondidas.

—Mañana verás al Duque—dijo Oliver—El capital Rowe te enseñara tus aposentos. Tengo que reunirme con mi padre. Los vere esta noche.

Sin decirle una palabra a Alihea, subio a grandes zancadas los escalores que llevaban al palacio con su capa azul oscuro ondeando al viento.

***

Las dependencias de Alithea estaban en el lado este de la mansión, y eran mucho más grandes de lo que jamás hubiera imaginado. Estaban compuestos de un dormitorio con cuarto de baño y vestidor anexo, un pequeño comedorsalón de música y de juegos.

Cada sala contaba con muebles rojos y dorados, y su dormitorio también tenía un enorme tapiz que cubría toda una pared en color azul, desentonando un poco, además de sofás y sillas con grandes cojines dispuestos con mucho gusto. Su balcón daba a una fuente de uno de los jardines y fuera cual fuese, era precioso. Le daba igual que hubiera guardias por todos lados.

Cuando Edmund la dejo sola, Alithea no espero a oír como se cerraba la puerta para que le encerraran en el dormitorio. Entre murmullos de admiración mientras Edmund le enseñaba rápidamente sus aposentos, había contado las ventanas —doce—, las salidas —una— y los guardias apostados al otro lado de la puerta, de las ventanas y del balcón —nueve—. Todos iban armados con una espada, un cuchillo y una ballesta, y aunque habían mantenido una posición firme mientras el capitán pasaba por delante, ella sabía que una ballesta no era precisamente un arma ligera como para sostenerla durante horas y horas.

Alithea se acerco a hurtadillas hasta la ventana del dormitorio, se pego a la pared de mármol y miro hacia abajo.

Obviamente, los guardias se habían colgado las ballestas a la espalda. Tardarían unos segundos muy valiosos en coger las armas y cargarlas...., unos segundos que ella podría aprovechar para robarles las espadas, cortarles el cuello y desaparecer en los jardines.

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