Dolor en la verdad

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Sentado con las piernas cruzadas y unos lentes cortos negros, Eren revisaba los exámenes que un joven de su grupo le había obsequiado, la solitaria presencia del joven se percibía en todo el departamento por los sonidos que causaban los golpes del lapicero. No podía concentrarse, los números daban vueltas en su cabeza y los soniditos del infeliz aparato de tinta le hacían recordar que el segundero avanzaba sin pausa y ella no llegaba.—¿Por qué demonios tarda tanto?— se decía a si mismo, la hora iba alcanzar la mitad de la noche. "Eres muy paranoico", siempre le contesta.— ¿Cómo no preocuparse sabiendo que le puede pasar algo?— Los nervios lo consumían, el reloj de la sala estaba 45 minutos retrasado y aún así ya era muy tarde. Dejo los exámenes sobre la mesa y se puso en pie para llevar la taza vacía de café al lavadero en la cocina. Al escuchar unas llaves cerca de la puerta, dejó presuroso la taza y corrió hasta la habitación a desvestirse lo más rápido posible.

Lentamente, como un gato silencioso, entró en el apartamento la joven secretaría sin tacones, cerró la puerta lo más despacio que pudo y fue directamente a la cocina a saborear un poco del delicioso pastel que había comprado en la mañana, al abrir el horno se percató que no era la unica que sabía de la existencia de aquel dulce, sonrió burlonamente y después de tomar algunos bocados caminó temerosa hacía la habitación.
La puerta causó un chillido delatador, él estaba despierto y fingir sueño era lo que hacía para regañar la tardanza de su pareja.

–Eren...– Su voz era bajísima, no quería despertarlo y mucho menos hablar de los retrasos.

–No me hables...– En la expresión se percibía enojó.

–Esta bien– Era una costumbre suya no ceder a las rabietas de alguien, el orgullo era muy enorme en su ser y lo que jamás pretendía hacer era suplicar. Se vistió con pijamas abrigadoras y se instaló en la sala con su almohada blanca después de tirar la puerta.– El mismo truco no funciona dos veces Eren– Pensó.

Ante aquella reacción, el joven semi desnudo quedó pasmado, la cara de idiota se había dibujado en sus facciones.– Simplemente esto es el colmo...– murmuró mientras sus ojos se transformaban en dos lunas llenas, talvez los dos actuaban de manera inmadura, ¿Quién no?, El punto es no llegar a las niñerías y evitar una discusión, debería haber un manual para este tipo de situaciones ya que sin duda alguna esta se repetía sin cansancio. De inmediato se levantó de aquella cama en medio de esa encogida habitación y salió al encuentro de esa mujer que lo volvía loco en cualquier aspecto.– ¿Dónde estabas?– La pregunta fue directa y concisa, sin embargo el tono usado de "niño reclamón" no lo iba a ayudar.

–¿No me dijiste que no te hablará?– La contraria responde desinteresada, talvez cansada de tener ese tipo de conversaciones muy a menudo.

–¿Tu jefe te obligo a quedarte más de lo usual?

–Es mi trabajo no mi jefe.– No era la primera vez que ella debía aclarar la diferencia de sus veladas fuera de casa.

–Pareciera que él te gusta...– Sus mejillas se tornaron rosadas y algo calientes, ¿Debió decir eso?, De todas maneras la expresión ya fue lanzada al aire como una bomba nuclear, lo único que podía hacer era esperar que los desastres causados no sean tan catastróficos.

–Paranoico, eso eres. Ahora vete a dormir, tengo sueño.– Toma su colcha y se cubre toda la cara, los animos se le esfumaron igual que el sueño que pudo haber sentido hace unos cinco minutos.

–Él es viejo, yo soy joven y más apuesto y...– Quita la colcha negra de su rostro, las intenciones de no generar una pequeña riña estaban presentes y el gesto de "perdoname y entiendeme" tambien.

–¿Y... qué?

–Y yo te amo.– La mira directamente a los ojos, con una pisca de ternura y arrepentimiento. El fastidio de aquella chica disminuye por cada segundo que observa los ojos verdes del contrario.

Flor De LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora