Miro por la ventana y veo pasar mi vida como si el cristal fuese una televisión. Desde que nací hasta ahora. El fin está cerca pero no me importa, ya no. Noto una vez más esas hormigas royéndome por dentro pero ya no les queda nada más que destruir, salvo mi mente. Mi cuerpo ya no es cuerpo. Pero eso no me importa. He conseguido alejar mi mente de ellos. Justo lo que temían. Por lo menos lo he conseguido. Ya no pienso luchar, ya no. Pero no dejaré que lleguen. Nunca. Así cuando muera, moriré siendo yo. Otra vez esos latigazos, me tiran de los músculos, se es que pueden llamarse así. Me los absorben, los arrasan. Luego vendrán las vísceras. No creo que quede algo a parte de los pulmones y el corazón. Sin embargo, siguen. Por una parte, quisiera que pararan, pero por otra quiero, deseo, que lleguen al corazón, dejando virgen mi mente. Pasa por la médula, ahora convertida en una masa amarilla que escapa por las heridas abiertas en la espalda. Las mismas gotas de siempre empiezan a caer, primero poco a poco y luego como un diluvio. Queman, pero ya no queda nada que quemar. Si me vieras. Ahora sé lo que viene. Ya se oyen los chasquidos. Miles de rayos, arcos eléctricos y luces recorren la habitación y la iluminan. Me dan en la piel, si se puede denominar así y me calcinan hasta el último milímetro cuadrado. Ya no pienso gritar. Uno me da próximo al corazón pero no acierta. ¡Qué pena! Se apagan de pronto las luces, todo queda en silencio. Solo se ve la ventana. La maldita ventana. Al otro lado se enciende una luz. Y aparece ella. No puede ser. Estaba muerta. La maté con mis propias manos. La vi morir.
Abre la puerta del habitáculo en el cual llevo encerrada día y noche desde que la maté. Se acerca a mí. Mi mente huye, se refugia en lo más hondo de mi cabeza. Me mira fijamente. Da una vuelta a mi alrededor, fijándose bien en cómo me han dejado. Por su culpa. Por su maldita culpa. Siento ganas de gritar, pero mis cuerdas vocales se han convertido en palos partidos y astillados en mi garganta. Quiero abalanzarme sobre ella. Volver a matarla. Todas las veces que haga falta, pero mi cuerpo ya no es cuerpo. Respiro con dificultad.
-Estás muy guapa. -Insinúa.
Se ve que le hace gracia. Me obligo a tranquilizante. Fijo mirada en la ventana y me concentro en ignorarla. Tal vez si dejo de respirar pueda morirme.
Mejor no. Quiero escuchar lo que tenga que decirme.
-Me acuerdo como si fuera ayer de tu cara "matándome". Estabas muy graciosa. ¿Quieres que te enseñe las cicatrices? Ah, no. Si no tengo. -Se ríe sola como si hubiese contado un chiste buenísimo.
-¿Y te acuerdas de la cara que puso tu hermanito antes de morir? Ah, no. Si no lo viste morir. Estabas ocupada cumpliendo "tu deber". -De nuevo ríe como una desequilibrada.
-Ya ves cómo te ha dejado el haber abusado de mi paciencia y generosidad.
Cojo aire como si me fuera la vida en ello. Aunque en verdad me iba la vida en ello.
-Anda, si respiras sola aún. Les voy a tener que decir que no han hecho un buen trabajo. ¿Sabes? Eras muy bonita y buena. Un poco rebelde pero nada que no pudiera educarse. Habrías llegado lejos. En lugar de eso prefiriste jugar a los indios y ya ves lo que ha pasado. El pistolero acorraló al indio. -Pone el pulgar levantado y el índice y el corazón extendidos a modo de pistola y se los sopla cono si hubiera disparado.
-¿Te vas a arrepentir de lo que hiciste? No, claro que no. Entonces no hay más que decir. Un gusto haberte conocido.
La rabia me corroe las pocas entrañas que me quedan. La luz se apaga y me deja a oscuras mirando a la ventana (de nuevo). ¿Y si? No creo que funcione pero... ¿y si sí? Se empieza a oír un ruido como de algo muy pringoso y pastoso. Me doy cuenta de que es algún tipo de líquido cuando lleva a mi raja en la cara llamada boca. Si consigo salir viva de aquí, será un milagro, cojo aire y me dispongo a esperar. El aire me dura no más de un minuto. Entonces empiezan a llenárseme los pulmones de esa sustancia viscosa. Abro los ojos. Distingo una luz al final de un túnel. ¿Será esa la luz del cielo? Intento seguirla. Y todo se vuelve negro.Abro los ojos. Vuelvo a ver la luz. ¿Aún no he muerto? Sigo la luz. Esta vez no me cuesta, pero cuando casi llego, desaparece.
Respiro entrecortadamente, toso intentando expulsar la sustancia esa. El corazón me funciona, mi mente sigue intacta pero mi cuerpo sigue igual. No he muerto. Mi ánimo se derrumba, ya casi estaba. Parece que sea inmortal... Mi vista se aclara y al otro lado de la ventana está... Lo único que me quedaba. Colgado de una cuerda en el techo, con la piel amoratada, los ojos abiertos reflejando tristeza, mi hermano. No de sangre pero como si lo fuera. Éramos inseparables. Me falta la respiración. Ahora no tengo nada que perder, ya no. Me levanto de la silla. ¿Cómo ando? Camino con esa mezcla de piel muerta, músculo destrozado, huesos molidos y nervios calcinados que están donde deberían estar las piernas. Debería dolerme pero no siento nada, ya no. Llego hasta la puerta. La abro sin problemas. Descuelgo a Jack de ahí. Lo tumbo con delicadeza y le cierro los ojos. En su lugar, me cuelgo yo. Esto no es un fin cobarde, es el más digno dada la situación. No me matarán, no les daré ese placer. No me harán sufrir más, ya no. Miro por la ventana y mi vida pasa por delante como si el cristal fuera una televisión. Al revés, desde ahora hasta que nací. Después no pone FIN como en todas las películas. Solo se ve luz.
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Relatos cortos o Cuentos breves
FantasyAquí escribiré pequeñas historias que se me vayan ocurriendo. Serán sobre cualquier cosa según me venga la inspiración. Espero que os guste.