Cap.2: Dos selatropes y un tofu

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     Emelka no es un lugar atractivo para los forasteros. Es una aldea muy tórrida y litigante ante los ojos de cualquiera. Sus habitantes podían contar los escándalos ocurridos pasados los diez años y sobrar dedos de una mano.
     Nada ocurría en Emelka. Todo es tranquilo y las posibilidades de prosperar en tu negocio, son pocas. El área más popular en las últimas dos décadas era el restaurante de su gran alcalde Alibert. Gracias a él, los habitantes vivían en armonía cumpliendo las reglas de convivencia reformadas por su alcalde.
     Todos los hombres salían antes que el sol saliera a sus trabajos en cultivar trigo, y algunos otros vegetales. Las mujeres, por otro lado, se quedaban en casa a cuidar de los niños y mantener el hogar.
     Cierto es que había pequeños negocios, la mayoría llevados por mujeres, sobre todo los textiles y médicos. Algo que se formó más por necesidad que por lujo.

     La popularidad de la aldea era tan poca que hasta para los gobernantes de Amakna solían olvidar con frecuencia la existencia de tal territorio. Si no fuese por los hijos del alcalde, Emelka jamás saldría de las bocas de políticos.

     Mimith llegó por azares de la vida a la aldea cuando aún era una estudiante de alta clase en la Academia de Hipermagia, allá en Bonta.
      Apestaba a estiércol y el sol ignoraba las magníficas telas de hipermago capaces de repeler cualquier luz, excepto la de Amakna al parecer, quemando así su más delicada piel de leche. Le fue desagradable el tener que pasar por esas tierras. Era apestoso, pobre en todos sus sentidos todas las tierras en propiedad de la nación más anticuada, en especial Emelka.

     Su modo de ver la aldea no cambió por más que se le convenciera. Que estaba cansada, tenía que descansar. Si hablas con los habitantes, cambiarás de opinión. Emelka es un lugar muy agradable con Alibert aquí.
     Puras palabrerías.
     No era Alibert, llegó a pensar al ir por primera vez al restaurante del alcalde. No eran la gente con la que tenía que hablar o una cama donde descansar. Lo que necesitaba era conocer a Yugo, el hijo del alcalde.
     Jamás conoció a un niño tan afectivo y responsable como Yugo. El único hijo del dueño la había recibido y atendido en toda su estadía a pesar de ser un niño de cinco años.
Algo tan sencillo, pero tan puro la hizo decidir que Emelka fuese el sitio perfecto para cuando se retirara.

     Hoy día es madre de dos niños y esposa de dos hombres.
     Muchos acuden a ella para estudiar el estado del terreno antes de comenzar un nuevo cultivo, también para ayudar en el ganado si un animal enfermaba.
     Su experiencia como estudiante en la academia no cualifican mucho para su posición, en cambio, con los años y la confianza tan ciega de sus vecinos, se volvió alguien importante para el trabajo de los hombres.

     Tal vez por parecer como una dama tan delicada, siempre que iban a acudir por su ayuda trataban de traer sombrillas para que el sol no lastimara su piel.
     No frecuentaba salir, y si lo hacía más de tres personas estarían cerca a vigilar que ni una gota de sol le tocara. Sus vecinos eran personas muy cálidas de corazón que fueron influenciados tal como ella por Yugo. Incluso las mujeres elegían siempre el día de limpieza cuando había un cielo nublado.
     Aprovechaban todas para limpiar el interior de sus hogares y también el camino principal donde la mayoría de las casas se encontraban tal como lo era la suya.

     Esa mañana despertó muy temprano, casi a la par que su esposo cuál le tomó a ella convencer para que fuese hacer su propio trabajo y que no se quedara a ayudarla. Movió absolutamente todo dentro de su hogar, sacando no solo el polvo de años, sino que las sorpresas que sus dos diablillos escondían bajo los muebles.
     Ratas muertas, huesos de algún animal, un zapato roto o el diente de algún anciano... Sus dos hijos eran unos pequeños traviesos llenos de energía, no heredado de nadie en la familia, haciendo que siempre se cuestionen su matrimonio si ella era fiel a ellos.
     Absurdo, sin duda, pero algo que nunca faltaba en la mesa como tema bromista.
     Son tan revoltosos que a pesar de dejar sus estudios con las runas, ha podido seguir usando el aire para que sus pequeños no se cayeran en objetos que los fueran a dañar por ellos chocar, o el levantar rocas para separarlos cuando comenzaran a pelear entre los dos.








Espera por mi [Yugo x Character]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora