Capitulo: 1

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-Mamá,¿allá atras se acaba el mundo?
-No,no se acaba.
-Demuéstramelo.
-Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.
Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice,su amiga,se entendían con solo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia en la voz de su hijo y al día siguiente,su pequeño de la mano,compro un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.
Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo,pero ver huir el paisaje en sentido inverso,despidiéndose de él,lo lleno de asombro.¿Por que los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarian al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iba acercando a la parte más alta de la montaña,Lorenzo se levantó varias veces del asiento.<<Allí viene el barranco;ahi se acaba todo.>> En los ojos del niño,Florencia leyó el horror al vacío.
-No,Lorenzo,vas a ver que thodo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle.
Después del Popo y del Itza hay otras montañas,otro horizonte,la tierra es redonda y gira,no tiene fin,sigue,sigue y sigue,las puestas de sol dan vueltas y van a otros países. Nunca se acaban.
Aquel viaje alimentó a Lorenzo durante meses. Antes de dormir volvía a repasarlo para descubrirle algo que se le habia escapado. El viaje le planteaba dilemas. <<Entonces lo que veo,mamá,es sólo una parte insignificante de la totalidad.>>La alarmante limitación de los sentidos era motivo de otro desvelo.<<¿Por qué el ojo no ve más allá?¿Por qué no abarca más campo?¿Entonces,mamá,soy yo el que no da para más?>>
-Dentro de poco ya no tendré respuestas,las encontraras en la escuela-advirtió.
Florencia conocía las cosas de la tierra y del cielo,la multitud de seres vivos en el aire y en el agua.<<A ver,Emilia,píntame un círculo aquí sobre la tierra. Tú,Lorenzo,pintale otro encima.>>
Juan y Leticia eran espectadores.
-Tú,Juan,dime que es...
-Son dos jitomates encimados.
-¡Un ocho!-gritaba Lorenzo.
Reían. Los círculos se multiplicaban,los palitos,los puntos sobre las íes y las historias acerca de la edad de los árboles,los anillos que en el tronco remontan los años,el polen en el centro de las flores,el cristal convexo que logra encender la fogata con el rayo de sol.
Florencia no dejaba de encandilarlo . La madre respondía a sus porqués como ningun maestro. Su rostro se cubría de sudor al jugar con sus hijos. Imposible permanecer inmune al sortilegio de su cuerpo,de sus piernas que daban pasos de danza siguiendo alguna música interior o zancadas fluidas como de río bajo enaguas también ondulante.
Lorenzo y Juan se parecían,el mismo nerviosismo.¡Cuánta gracia en Emilia y Leticia! Habrían flotado de no ser por su cercanía con la huerta.<<Angelitas>>,las llamaba Doña trini.<<Allá vienen las angelitas>>,decían los vecinospor que caminaban con la punta de los pies y soreian a quien se les pusiera enfrente.
Despertar en San Lucas era abrirse al primer rayo de sol. Florencia los sentaba a desayunar en medio de risas. De una cesta dorada salía el pan caliente y también dorado y la mermelada y la mantequilla confeccionadas por ella. ¡Los grandes tazones de café con leche,qué maravilla!<<A ver a quiénes les salen nejores bigotes reía viendo a sus cinco hijos,el más pequeño,Santiago,sobre sus rodillas.Lorenzo y Emilia,los mayores,la devoraban con los ojos;los que seguian,Leticia y Juan,no podian vivir sin ella. Después del desayuno corrían a la huerta, a las tareas de su responsabilidad.
-Emilia y Lorenzo son los únicos autorizados para sacar agua del pozo.
También eran los escogidos para encender las velas en la noche, dar pastura a la vaca y Emilia ya sabía ordeñarla.
A Lorenzo le gustaba el sonido del chisguete de leche en la cubeta,pero nada lo atraía tanto como visitar a El Arete.
E

n el momento de su entrada,El Aerete volvía la cabeza con el gesto más gallardo imaginable y afocaba sus ojos centelleantes en la puerta. En guardia, sus orejas al aire,parecía preguntar algo. Todo él era oro líquido, un oro que tiraba al rojo,tanto que habían dudado en llamarlo Colorado. A Florencia le gustó El Arete por delicado,fino,lucidor como el oro columpíandose en el lóbulo de su oreja.
El caballo tenía siete años,tres menos que Lorenzo:
<<Para mí ese animal es más misterioso que las pirámides de Teotihuacán-decía Florencia-,no lo vamos a conocer nunca. Este caballo es para ti,Lorenzo, y la burra para Emilia>>
-Sí,si,la burra de Emilia.
Florencia investía en las labores matutinas en la huerta con un ritual exacto que las sacralizaba. Nada más importante que hacerlo bien,sacar el día adelante. A los animales había que cuidarlos,a los árboles y a las plantas también. De la tarea hecha conscientemente dependía el orden del mundo.
A las siete llegaba Amado. Los niños lo querían. Era<< El trabajador de los Tena>>. Nadie sabía bien a bien de dónde venía ni dónde dormía,pero su total devoción por doña Florencia saltaba a la vista. Iba por pastur,acomodaba las pacas, limpiaba el establo,componía lo irreparable con una lenta y asoleadasabiduria mientras devanaba con voz pausada cuentos de su pueblo que se le quedarían grabados a Lorenzo.
En la tarde,los niños tenían permiso de acompañarlo a vender la leche sobrante y a caminar por un Coyoacán arbolado porque él los cuidaba mejor que cualquier mujer. Sobre todo al más pequeño,Santiago. A horcajadas sobre sus hombros inauguraba para el una insuperable manera de ver el mundo. Con su criatura en alto,parecía un San Cristóbal a mitad del río.
Años antes había cargado a Lorenzo en la misma forma mientras le contaba de los gladiadores,el mas diestro y fogoso de los esclavos,pidió al emperador permiso para luchar contra su maestro. Aunque sorprendido,porque ningún discípulo lo había desafíado,el emperador lo concedió siempre y cuando el anciano aceptara.
Graco,el joven,encontró a su mentor,de pelo blanco y músculos cansados,sentado al solde la tarde sobre una piedra caliente,su noble rostro en actitud contemplativa.
-Maestro,quiero luchar contigo.
-¿Por qué conmigo,hijo,si todo lo que sabes te lo enseñe yo?
-Por que eres el único al que no he vencido.
El antiguo gladiador lo miró largamente.
-Está bien,lucharemos.
En medio de fanfarrias,de la expectación y el morbo de la multitud,los luchadores entraron al Coliseo. Desde su palco real de oro y plata, el emperador dio la señal. Todos los cuellos se tensaron al acecho. Se inició la lucha.
A medida que transcurría,el joven se veía más fuerte y ágil,el viejo daba traspiés,sin aliento bajo los golpes depiadados de Graco. Un lamento femenino recorría las graderías cada vez que el maestro mordía el polvo. Lorenzo imaginabaa los luchadores,de túnicas cortas y fuertes piernas calzadas con sandalias iguales a las del libro que en la noche hojeaba con su madre. En una de sus caídas,Graco se atrevió a ponerle el pie encima,un agudo murmullo apretó el círculo en torno a la arena. El viejo sangraba, ni un solo pesazo de su cuerpo libre de heridas,y de pronto,y ante el azoro general,derribó al joven y apretó su cuello sin matarlo. El emperador entonces declaró victorioso al más notable de los gladiadores y cuando ambos salían por un túnel del Coliseo,Graco reclamó:
-Maestro,eso nunca me lo habías enseñado.
-No,porque es la llave del traidor.
El mismo arrobo que ese cuento le producían los conocimientos de Florencia al enseñarle a descifrar esas arañitas danzarinas difíciles de atrapar:las letras. <<Son veintiséis,recuerdalo,veintiséis.>>Gracias a ella destacó en el primer de escuela porque sabía leer,sumar y restar.<<Yo no terminé la primaria,hijo,no quiero que a ustedes les pase lo mismo.>>Florencia enseñaba a cada paso en la huerta. Trazaban un signo en la tierra:<<¿Adivinen qué letra es?>>. En la cocina,los ponía a vigilar el momento de la subida de la leche para que entendieran la pasteurización y los mayores se disputaban el privilegio de retirar la olla a tiempo,fascinados por el estallido de las burbujas y la subida del vapor.<<¡Mira,bailan y cantan!>>
En la noche,los misterios se volvían más impenetrables. Florencia los hacía reconocer la Osa Mayor y la Menor y las Siete Cabrillas,y en la casa a la luz de la vela,frente a la pared,les enseñaba a formar con sus manos la,mariposa,el caracol,el lobo,en sombras chinas. Tambien resultaba mágico lanzar pompaa de jabón.<<Flotan porque pesan menos que el aire>>,les decía, y de allí a hablar de los hermanos Wright no había más que un paso y Lorenzo lo dio de la mano de Florencia.
Los animales de la huerta eran parte de su aprendizaje. Ver que el polluelo-esa cosita fea y endeble con su ridículo piar-se convertía al cabo de unos meses en un impotente gallo de cresta de monarca era un prodigio. La burra de Emilia,en cambio,era zonza,inamovible,gris,imposible comunicarse con ella,pero el gallo tenía mucho que mostrar y sus actitudes impresionabana Lorenzo por su trato desdeñoso con las hembras. Súbito y colérico montaba a la gallina y la tonta se sometía doblando el pico y cerrando los ojos.
La intensa vibración de sus plumas incrndiaba la atmósfera y los pesamientos de Lorenzo. Una enorme oleada de vida salia del corral cuando lanzaba su canto,al que respondían otros gallos coyoacanenses.<<kikirikí,no quiero flojos aquí>>,coreaba Florencia risueña. El gallo,el cuello alargado,estallaba como un flamboyán, era un animal en flor o una roja flor de plumas que desafiaba al universo.
Tambien el pito rojo del Orión salía a veces de su matorral de pelos intrigando a Lorenzo(<<cada día pesa más>>,sonreía Florencia),la madre ponía todo en si lugar con una naturalidad que Lorenzo no habría de encontrar en ninguna otra mujer.<<Es que se lo quiere acomodar dentro a alguna,perra anda ganoso.>>Al ver la atención que su hijo le daba a los acoplamientos del gallo y del perro pastor, Orión,Florencia le explicó que las especies todas,las plantas,animales,hombres,se cruzan para no morirse.<<Es su afán,hijo.>>
-¿Cuan afán?
-El de la vida.
Cuando la vaca empezó a bramar lr llevaron un toro prestado por doña Trini,pero la montó tan.rápido que Lorenzo no alcanzo a ver. O a lo mejor Florencia no propició el espectáculo. Sólo mandó a su hijo con Amado a que le pagaran a doña Trini,su amiga. A los nueve meses, cuando la Blanquita tuvo su becerro,llamó a los mayores.<<Ustedes van a traerme el agua>>
La Blanquita empezo a miverse de aquí para allá en el establo,desesperada,sus pezuñas rascaban las piedras, iba y venía del pesebre a la puerta sin encontrar acomodo,algo dentro de su gran vientre la sacudía entera,tenía que librarse del estorbo, de vez en cuando un ronco mugido salía de su garganta. En un momento dado, como si una voz sr.lo ordenara,fue al pajar,se abrió de patas y algo debió abrirsele también por dentro,porque bajo el impacto se dobló.<<No sale>>,dijo Florencia. Entonces enrolló su manga arriba del codo y metió su mano y luego todo su brazo en las entrañas sanguinolentas de la vaca.
<<Viene bien,viene bien>>.dijo en voz alta y jaló. Primero salió la cabeza enorme y luego el curpo,las patas flaquísimas pegadas al costillar y las pezuñas tiernas.
Después que el becerro empapado estuvo sobre la paja,el brazo de Florencia siguió hurgando dentro de la Blanquita que se deja hacer,los ojos a media asta. Buscaba algo,y al encontrarlo jaló muy fuerte una bolsa roja,gelatinosa,que a Lorenzo le pareció una enorme lengua enroscada. El becerro no se movía y la vaca también ausente se había instalado en una inmensa indiferencia. Florencia se lavó el brazo en la cubeta ante los ojos espantados de sus dos mayores y sólo dijo:
-Tiren esa agua y traigan más.
Cuando regresaron ya no estaba la placenta(que así habría de llamarla su madre)ni la sangre babeante. Acariciaba a La Blanquita con su estrella en la frente. Los niños guardaron silencio y de pronto escucharon que Florencia se dirigía al becerro:
-Ahora tú,ponte de pie,órale.
Rodeó su vientre y su lomo, lo apoyó contra su pecho,el becerro se arrodilló y luego, sobre sus patas,guardó el equilibrio.
Vuelta hacia sus hijos, Florencia les dijo triunfante:
-Ya ven, lo que al hombre le cuesta año y medio, el animal lo hace al nacer.
¡Oh,mi flor de monte,oh mi flor de agua,mi Florencia!
En los días que siguieron vino el deleite de ir a ver a la vaca amamantarlo, el becerro de pie bajo el gran vientre como un cielo protector. La Blanquita,otra vez ella misma,lamíaa su cría,la testereaba,la volvía a lamer,el chorro poderoso y caliente de su orina amarilleaba el suelo cubierto de boñiga,llenaba sus cuatro estómagos con su lento y enterno rumiar,sus enormes ubres encima del recién nacido que la succionaba sin comedimiento.
Esta huerta de San Lucas eres una celebración de la vida. La luminosidad,quien sabe si del cielo o de su madre, hacía que Lorenzo enrrecerrara los ojos. Después de la lluvia,subía de la tierra un olor a hierba fresca y los árboles goteaban su verdor causándole una emoción viva parecida a la que le provocaba su madre. Lorenzo asociaría siempre a la tierra mojada con ella,sin pensar que a veces la naturaleza toma venganza,cosa imposible en Florencia.
Lo único que a Lorenzo le oscurecía los días era la visita de su padre. A la inmediata simpatía que producía la presencia dr su madre, la de su progenitor inhibía a sus hijos. Descendía con los guantes puestos de un automóvil de alquiler. Hasta sus palabras traían guantes y su mirada azul,muy extranjera,se posaba con displicencia sobre la tierra apasionada de la casa.
-Niños,vrngan a saludar a su papá.
Florencia sacaba una silla al patio; imposible que él hiciera el menor esfuerzo por ayudarla.
Don Joaquín de Tena venía a verlos directamente de la tintorería,lo que contrastaba con la ropa de su mujer y de sus hijos,pantalones de ayer,suéteres gastados,zapatos enlodados. Al tomar asiento,don Joaquín jalaba su pantalón para que la raya no fuera a perderse. Y Florencia lo miraba con los mismos ojos de la Blanquita,humedos y dulces,a veces implorantes. Nada de eso le gustaba a Lorenzo,nada de ese señor tieso con su bastón de empuñadura de plata o su paraguas negro,según el clima.
-Cuéntenle a su papá lo que han hecho.
Emilia se lanzaba graciosa,comunicativa,los mas pequeños intervenían sin asercarse a él para no ensuciarlo,Lorenzo no abría la boca. Don Joaquín de Tena apenas los veía con su mirada desvelada,como si sus ojos muy hundidos en las cuencas no hubieran alcansadocolor.
<<Ojos de pesacado muerto>>,prnsaba Lorenzo. A él no podía importarle que su hijo mayor no le dirigira la palabra porque ni el lo tomaba en cuenta. Veía a sus hijos como a un racimo,sin distinguirlos.
-Despídanse de su papá.
Cuando los mandaban a dormir,Lorenzo ignoraba si su padre se iba. Sabía,si,que en el ropero había ropa suya.<<Las camisas de tu papá>>,decía Florencia,que las planchaba con esmero con sus callosas manos de campesina.
Don Joaquín de Tena vivía en la colonia Juárez con su hermana y los domingos por la tarde viajaba a Coyoacán en coche de alquiler desde <<la ciudad>>. Eseviaje era una inmensa diferencia.
Para él,para su hermana Cayetana de Tena,para la sociedad mexicana,Joaquín era soltero. La clase social a la que pertenecía invalidaba su unión,y por lo tanto,los hijos no existían. Ningún De Tena registraría a un hijo ilegítimo. En contadas ocasiones,Cayetana disertaba en viz baja con Carito,amiga de cinfianza,acerca de<<la campesina>>,error de Joaquín,pero lo hacía como si fuera alguna enfermedad contra la cuál había que vacunarse.
A veces pasaban quince días y Joaquín no llegaba. A veces hasta tres meses y Florencia informaba por si lo echaban de menos:<<Su papá se fue a una reunión de ex alumnos de Stoneyhurst,en Inglaterra>>,o bien<<Su papá viajó a vichy a tomar las aguas>>. Ni una postal siquiera. Qué bueno para Lorenzo, para Lorenzo,entre menos noticias mejor. Ese hombre los separaba de su madre.
Hacía algo peor, la denigraba con su presencia y eso quizá solamente Lorenzo lo.percibía. Su madre podía no saber lo que es PicadillyCircus,pero sabía observar. Sabía que la Tierra no ocupaba el centro del universo y deducía,por lo tanto,que tampoco el hombre era el centro del mundo y al creerlo reducía todo a su justa proporción.<<No hagamos una montaña de eso>>,le decía a Emilia que tenía tendencia a dramatizar.<<Hou en la noche te parece enorme,mañana te darás cuenta de su insignificancia.>><<Es que papá no me hace caso,no me ve>>,gritaba Emilia mesándose los cabellos.<<Bueno.¿y? A mí tampoco y no me he muerto.>>¿Que podía hacer el llanto de una niña malcreada bajo la inmensidad de la bóveda celeste?
Si Florencia lr hacía falta don Joaquín,tampoco se le notaba. Entre los hijos,los animales y las plantas, no habia en su vida resquicio para la nostalgia. Cuando Santi-el de brazos-dormía arropado en su cuna y la madre cosía o remendaba alguna prenda,uno de los hijos iba a recargarse en sus rodillas:
-Mamá,Cuéntame algo.
Todo la distraía de pensamientos que no fueran los inmediatos,hasta que después de una prolongada ausencia de don Joaquín,Lorenzo la escuchó decirle a Amado que se le estaba acabando el dinero. Algo debió hacer Amado,quiza pregunto en el barrio porque a los diez días, quién sabe por qué artes, le ofrecieron a Florencia el empleo de vendedora a Comisión de la dulcería del cine Edén y ella dijo que sí,que todos los días estaría allá antes de la función de las cuatro y llevaría a los dos mayores para que ayudaran. Entonces la.vida de Lorenzo y Emilia ya no se confinó al paraíso de la huerta,sino que entró al de las imágenes proyectadas en la pantalla,imágenes que a ambos les produjeron un gran desasosiego porque las arrojaban a lo desconocido. Una noche,también a Lorenzo le resultó desconocido el tono suplicante en la voz de la madre.
-Pero ¿cómo vas a vender dulces en un cine?-reclamaba Joaquín.
-Es que no me alcanza,entiende,Joaquín,son muchas bocas no me doy abasto.
-No puedo aceptar que mi hijo ande con un cajón de dulces en el Edén.¿Que pasa si lo reconocen?
-Nadie nos conoce,has tenido buen cuidado de que así sea. La unica que se asoma a la huerta de vez en cuando es doña Trini y siempre para hacernos un favor.
-¡Ah,si la que nunca se quita el delantal!
-No se quitará el delantal,pero me lame el alma como La Blanquita lame a su becerro.
-En Coyoacán los conocen,Florencia,y al cine Edén van muchas personas.
-No las de la colonia Juárez, el Edén es un cine de barrio.
-No puedo permitirlo.
En ese momento,Lorenzo oyó el sollozo de su madre,el primero.que había escuchado jamás.<<Yo a este hombre lo mato,lo mato>>,lo sacudio la rabia.Habría entrado a golpearlo de no estar la puerta cerrada con llave.

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