Capítulo: 3

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El seminarista Claude Théwissen detectó la inteligencia de los De Tena y lo comunico a su superior. Resolvían en escasos minutos problemas que a otros les tomaban horas. Proponían además temas novedosos y sorprendentes
-Fíjese usted, mon père, a Juan de Tena lo puse a dividir el globo terráqueo, lo hizo con exactitud y después me preguntó por qué dos rectas nuca se encuentran. A media clase alzó la mano e inquirió:<<¿Tiene el Sol un destino final?>>, y cuando le dije que enfriarse y dejar de emitir luz y calor por lo cual también nosotros moriríamos, tuvo esta respuesta sorprendente:<<Maestro, creo que está usted dándonos una imagen parcial del universo, además de la Tierra hay, otros soles, otros planetas y posiblemente haya vida en ellos>>. La verdad, el muchacho me dejó aturdido. Tabajar con gente así resulta fascinante. ¡Voy a hablarles del abate Lemaître! El mayor, Lorenzo, es más desdeñoso, pero se ha apasionado por los años luz, investiga por su cuenta y el otro día me dijo radiante:<<Leí que la tierra lleva girando en su órbita en torno al Sol más de cinco mil millones de años a la velocidad de treinta kilómetros por segundo o ciento diez mil kilómetros por hora>>.
El seminarista belga no cabía en sí del entusiasmo.
¡Qué suerte la suya con esos dos cerebros!
-¿Cómo dice usted que se llaman?-preguntó el padre Laville-. Voy a dar sus nombres a los papás de Tomasio Braniff, que me encargaron buscarle amigos inteligentes a su hijo.
A Lorenzo y a Juan les intrigó la casa de los Barniff porque el niño tenía un cochecito eléctrico al que sólo él podía subirse y se paseaba por las veredas del jardín.
Cuando los sentaron a la mesa junto a otro invitado, Diego Beristáin, un mesero se detuvo tras el asiento de cada uno de los comensales. A Juan ni le sabía la comida de tan vigilada, y volvió la cabeza hacia el grandulón:
-¿Se va usted a ir?
-Estoy aquí para atenderlo en todo lo que se le ofrezca.
El niño se encogió.
-¿Me van a llevar a la cárcel?
-Así tendrás la conciencia -tercío Diego Beristaín, que se veía perfectamente agusto.
Al niño Braniff le hizo reír el comentario de Juan y al final de la comida- un pastel de chocolate que se derretía en la boca -se dirigió como un príncipe benevolente a su nuevo amigo.
-¿Quieres subir a mi coche eléctrico?
-No, porque no es peligroso.
-¿Peligroso?
-¿Qué chiste tiene dar vueltas a veinte kilómetros por hora en un jardín, cuando me he ido de mosca en cargueros que van a sesenta?
Tomasio lo observó con admiración. Los meseros se miraron y Lorenzo pidió una segunda ración de pastel Selva Negra. Al dejar la mesa, Juan de Tena condescendió a subirse en el Fordcito Rubí, único en México, y paseo orondo al parque familiar.
Tomasio se inclinó sobre la rebeldía de Juan-fenómeno nuevo en su vida-y a Diego Beristáin lo atrajo Lorenzo. De Tena, tan serio en el salón, tan reflexivo, tan amarrado a sus pensamientos, a la hora del recreo lanzaba sus dados locamente y se volvía de una audacia suicida. <<No toleras que alguien te gane- le dijo Diego -,por eso te atreves>>. El día de su Primera Comunión, la tía Tana, Tila y las sirvientas lo previnieron: tenía que pasarse la hostia con gran suavidad, acariciandola con la lengua, porque si la masticaba le saldrían sapos y culebras de la boca. <<No sólo le encajé los dientes sino que la escupí y la pisé.>> Diego se espantó: <<¡Qué barbaro!>>. <<Me min-tie-ron, nos mien-ten, Diego, tú haz la prueba, no me salió nada.>> <<No, Lorenzo, con que tú la hayas hecho basta.>> A Diego le desconcertaba la carga de rabia dr su amigo. ¿Por qué tanto odio si era uno de ellos ? Discutía los dogmas de fe, el misterio de la Santísima Trinidad, el de la Inmaculada Concepción, la utilidad de los sacramentos, el Cielo prometido. Para él los grandes misterios eran el universo y los fenómenos llamados naturales. Al igual que Dios, los misterios de la fe podían ser producto de la invención humana. ¿Cómo racionalizarlos?

Diego armó caballero a Lorenzo, quién con ese aval pasó a formar parte de la pandilla. Era una clásica pandilla, el gordo, el flaco, el rico, el pobre, el de la cachucha, el que llega tarde y el petimetre. Además del mendigo Víctor Ortiz, los otros cuatro, La Pipa Garciadiego, el gigante Gabriel Iturralde, el chaparro Salvador Zúñiga, el gordito encachuchado Javier Dehesa, quien hablaba a todas horas de la tortilla española que hacía su madre, todos seguían al poderoso Diego Beristáin y a su inseparable filósofo, Lorenzo de Tena.
La falta de dinero era tolerable porque todos andaban brujas, ni Diego tenía para el café de chinos. Lorenzo sugirió:
-Vamos a quitarle los anteojos a Víctor Ortiz para que se vea más fregado de lo que está y él que tienda la mano.
-Una limosnita, por amor de Dios, para este pobre tullido.
Con unos cuantos centavos entravan al café de chinos. Si Víctor Ortiz- el de las negras ojeras- andaba de suerte les alcanzaba para ir al cine. Si no, caminaban por la avenida Juárez echando relajo y entraban al Sanborn's de Los Azulejos, pero sólo al baño. Una tarde de suerte, en la función de las cuatro, Lorenzo y Diego vieron, al mismo tiempo, una pluma Eversharp en el pasillo. Diego le pegó una patada para que Lorenzo no la alcanzara y se tiró al suelo cuan largo era; Lorenzo también se aventó, pero demasiado tarde porque Diego la tenía bajo su vientre:
-Es mía, yo la descubri-arguyó Diego.
-No, tú le pegaste una patada pero yo la vi primero.
Diego se la prendió en la bolsa de su camisa, presumiéndola, y cuando menos lo esperaba Lorenzo la sacó de un manazo.
-¡Es mía, ladrón!
-¡Hombre, Diego, deja ver la película!
Se distrajo Lorenzo y Diego se la quitó de nuevo. Otro manazo y Lorenzo la recobró. A punto del hartazgo, Mary Pickford y Douglas Fairbanks encontraron la solución con el beso final. Del cine, la pandilla regresó a casa de Diego y en un descuido Lorenzo reconquistó la pluma.
-Mira, hermano, esto ya va en serio,¿eh? Aquí te quedas porque esa pluma es mía-amenazó Diego, más alto y mosculoso que Lorenzo.
-Pues te vas mucho al carajo que no te doy nada.
-En ese caso, vas a pasar la noche en la azotea. Yo me voy a dormir.
La pandilla vio cómo Diego amagó a Lorenzo, se lo echó al hombro con facilidad y subio la escalera hasta el techo.
A punto de conciliar el sueño, Diego escuchó que las macetas caían como bólidos estrellándose en el patio. Subió encolerizado.
-¡Estúpido! ¿Qué estas haciendo?
-Pues ya ves, perdí pero te amuelas.
-No, el que se va a amolara eres tú.
Lo amordazó y amarró a una de las columnas de la pérgola.
-Ahora sí, allí te quedas.
Bajó a su recámara a acostarse, pero tuvo pesadillas porque recordó que al irlo cargando en la escalera de servicio, si no lo aprieta por poco y su amigo se va hasta abajo.
A la mañana siguiente, Diego se levantó corriendo a desatarlo:
-Te invito a desayunar.
Pidió a la cocinera un almuerzo monstruo, huevos rancheros, cecina, frijoles, quesadillas, pan dulce, café, traído por el mozo José, que instaló una mesa primorosa:<<¡Qué bruto, qué dasayuno, hermano!>>. Después del jugo de naranja, Lorenzo le tendió la mano a Diego:
-Aquí está la pluma, tómala.
-¿Y esa pluma, pa' qué la quiero?
-Bueno, si no.la quieres tú, yo tampoco?
-Entonces vamos a dársela a José.
-Oye, Lorenzo, ¿dormiste algo?-preguntó Diego apenado.
-Claro, de pie se duerme muy a gusto, me amarraste muy bien.
En la calle, Lorenzo confesó radiante:
-En realidad la pasé espléndidamente. El cielo estaba muy negro, vi las constelaciones, las reconocí, jamás me ganó el sueño, creo que por primera vez me sentí bien en la ciudad. No sabes lo qye has hecho por mí, Diego.
Se emocionó al contarle que había recuperado una imagen sepultada en su memoria, el viajeen tren para ver dónde termina le mundo. Al concluir comentó:
-¿Viate lo que me has dado? Hace años qur no era feliz.
-¿Va a ir a tu casa ahora?
-¿A la pavorosa Casa de Usher? ¡Ni hablar! Mejir caminemos.
Diego iba a decirle que estaba loco de atar pero algo en los ojos de Lorenzo lo detuvo, una intensidad que le dio miedo, quizá la misma que Amado vio, en la hierta, la noche en que murio Florencia.
En el colegio, Claude Théwissen solicitó al padre Laville que Lorenzo fuera su asistente. <<Está perfectamente capacitado para dar clases en mi ausencia. Los dos hermanos, Lorenzo y Juan, llegan a la clase sabiendo tanto o más que yo, no imagina usted, mon père, cómo se preparan.>>
Por eso fue grande la sorpresa cuando Mon père Laville anunció al final de año que el primer premio era para Fernando Castillo Trejo, el segundo para Lorenzo de Tena y el tercero para Diego Beristáin. Lo mismo le pasó a Juan en su clase. Le escamotearon el primer lugar. Lorenzo se indignó.<<¡Pero qué perros!Han premiado al que no se lo merece!>>, reclamo Théwissen. Resultó fácil averiguar que el progentor de Castillo Trejo era uno de los benefactores de la escuela.
-Yo los habría premiado pero sólo soy un maestro- se avergonzó Théwissen-. Les prometo resarcir esta injusticia que vivo en carne propia concentrándome en ustedes.
-¿Es lo único que va a hacer en contra de esta fregadera?-gritó Juan.
-Por desgracia la justicia no es de este mundo, pero les aseguro que dentro de algunos años, cuando ambos sean abogados, los demás se inclinarán ante su superioridad.
-¡Está usted cotradicíendoce! ¿Cómo va a inclinarse si la justicia no es de este mundo?-ironizó Lorenzo.
-Lo que quiero asegurarles es que mientras permanezca en México los protegeré.
-¡Acanamos de ver su protección, muchas gracias!- protestó de nuevo Juan.
Lorenzo y Juan nonlo creyeron. Théwissen regresaría a Bélgica abandonándolos, como había hecho Florencia.
Al poco tiempo pusieron a prueba la solidaridad del seminarista. Apasionados por la historia de México, los hermanos De Tena y Diego Beristáin promovieron un juicio a Maximiliano. El doctor Beristáin les había contado su juarismo. La pandilla, Chava Zúñiga, Javier Dehesa y Gabriel Iturralde, decisieron enmendarle la plana a los maristas y convertirse en abogados del Benemérito. Un alumno del bando contrario defendería a Maximiliano y representarían el juicio en el salón dr actos.
-Ese juicio no puede ser- intervino Claude Théwissen-. Si insisten corren el riesgo de ser expulsados.
-Todos somos juaristas en la clase.
-Todos no, siento cotradrcirte. Tampoco yo. Les confirme en la clase de la nobleza de Maximiliano, quien dijo el día de su fusilamiento: <<Soldados, disparen al corazón>>, y al ver el cielo azul sobre el Cerro de las Camapanas comentó que era bueno morir en un día tan bello. ¿Tan pronto lo olvidaron?
-Usted porque es belga, pero nosotros nos reunimos en la biblioteca del doctor Beristáin, la consultamos y nos dimos cuenta de las falsedades que nos enseñan. ¡Qué asesinato ni qué asesinato! El juicio fue perfectamente legal y vamos a demostrarlo caiga quien caiga. Bazaine declaró que los generales mexicanos eran una punta de salvajes que mataban sin juicio, pero Juárez siempre tuvo la ley en la mano. ¡Qué ganas de publicar alguna gaceta juarista para divulgarlo!
Los maristas contaban que el arzobispado de México, don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, en el momento de elevar la hostia al decir misa, tuvo una visión profética. <<Acabo de ver el alma de Juárez descender a los infiernos.>> Poco tiempo después se confirmó la noticia: Juárez había muerto exactamente en el momento de la elevación. ¿No les bastaba eso a Diego y a sus amigos? ¿No entendían que estaban jugando con fuego? Los muchachos le dieron la espalda a Théwissen.
Diego, que nunca perdía el entusiasmo, decidió representar el juicio en el gimnasio de su casa en la calle de Bucareli. Uno de los comapañeros de mayor estatura encarnó al emperador Maximiliano, fusilado entre Miramón y Mejía. Las voces de Diego, Lorenzo, Salvador Zúñiga y la del doctor Beristáin convertido en Benito Juárez, inflamaron el fervor patrio. Al final, el doctor Beristáin repartió la sentencia en volantes, contento de ver que sus enseñanzas no habían caído en el vacio.
Enardecidos por el éxito, del que los maristas tuvieron eco, los De Tena, Beristáin, Zúñiga, Dehesa, Ortiz, Iturralde y Garciadiego decidieron fundar una revista: EL ESFUERZO, que los religiosos alentaron porque otro grupo quiso rivalizar con los liberales llamando a la suya: El PUJIDO.

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