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Los amantes infortunados se encontraban bajo la lluvia, en donde la azabache lo sostenía entre sus brazos. Acariciando las mejillas heladas de su gatito y su vista nublada ¿Cómo la situación llegó a esto? Tenía que ser una broma, una horrible broma. Lo abrazó más fuerte contra sí, cómo si aquella acción impidiera que la vida de él se fuera.

-Vamos, minino, no me puedes dejar ahora-.

Oh, pobre Marinette, ya destransformada se encontraba dándole calor a su querido Chat Noir. Sin embargo, éste no abría sus ojos. Intentar llevarlo al hospital sería terrible, no tenía la suficiente fuerza para llevarlo, no tenía energía para ser LadyBug, su poder milagroso no haría milagros y no traía consigo el teléfono celular. Al parecer no había más remedio que dejar el tiempo correr.

-¿Qué haré Tikki? Yo... yo sin él- su compostura se desmoronaba ¿Y qué más daba? Ella se sentía culpable de llevar la relación a algo tóxico para ambos, las lágrimas de desesperación y frustración se perdían con las gotas de lluvia y sus sollozos que parecían más bien gritos de dolor, desde lo más profundo de su alma, como si se desgarrara internamente, rompiendo aquel tormentoso silencio.

-Ladybug- asustada y desesperada levantó la vista, en busca de aquel que pronunció su nombre.

-Maestro...- susurró, ya totalmente débil, porque eso era ella sin él, una chica débil perdida en el mundo.

Pero no estaba perdido, si el destino decidió desde un principio que estaban hecho el uno para el otro ¿Cómo se atrevería separarlos?

Nueve de cada diez gatos... [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora