Capítulo 3

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Al día siguiente salí con Daria como dije que lo haríamos, bebió hasta el cansancio y tuve que llevarla a su casa, como siempre.

La mamá la fulminó con la mirada y me invitó a pasar, ya sabía que tendría que limpiar su vómito como otras veces, así que me excusé diciendo que me iba a ocupar.

En casa todos estaban ocupados arreglando sus cosas para pasar el fin de semana en casa de la abuela. Solían hacer eso siempre, solo que yo no iba porque volvían hasta el martes al medio día y yo no podía faltar a la escuela.

No era tan malo, pero tenía que cocinar para mí y yo no sabía hacer prácticamente nada.

—¿Quieres que te mande alguna cosa con tu tía Caro?—Preguntó papá.

—No, gracias—respondí. —Me cae mejor si no tengo que verla.

Él rió y salió de la habitación.

Unos minutos después escuché el auto encender y marcharse. Iba a ser un fin de semana largo.

Unas horas más tarde puse mi música en las bocinas y me puse a barrer y trapear al son. Nadie pisaba y yo disfrutaba. Amaia Montero, Queen, todo tipo de cantantes hicieron mi tarde espectacular.

Todo iba perfecto hasta que a las cinco de la tarde con veintisiete minutos, alguien decidió tocar a mi puerta. Apagué mi música de mala gana y fui a abrir.

Y oh, sorpresa.

—Buenas tardes, señorita Millar—dijo Andrew, llevaba una camisa celeste que le quedaba bastante bien y un pantalón negro.

Me le quedé mirando con los ojos entrecerrados.

—¿Qué quieres? ¿Ahora me tienes que venir a molestar a mi casa?—Bufé.

—No, vengo a hablar con tus padres.

—¿Sobre qué?

—El sistema de calificaciones se cierra el miércoles y estás reprobada—no creo que mintiera, pues llevaba su maletín.

—¿Así que no era broma?—pregunté.

—No, Gina. El hecho de que te hayas matado estudiando no significa que tus respuestas estuvieran bien. Solo hablale a tus papás para que veamos opciones—sus ojos oscuros veían dentro de los míos.

—No están.

—Mientes—miró sobre mis hombros.

—Compruébalo por tí mismo—me hice a un lado para que entrara. Solo sería un momento.
Entró en la sala e hice el favor de quedarme en silencio para que apreciara la ausencia.

—¿Lo ves? No mentí, no están...

—Bien, puedo esperar—Tomó asiento en el sofá. —Tengo la tarde libre.

—No llegarán hasta el martes así que puedes irte yendo.

—¿No te cansas de alejarme? Esta tarde quiero ser tu profesor, hablo en serio.

—No podemos tener un nuevo comienzo. Quieres fingir que no soy una cualquiera ante tus ojos, pero la verdad no me importa el concepto que tengas de mí. Así que siendo los de siempre estamos bien. Si tratas de olvidarlo, lo recordarás.

—No estamos bien—me miró fijamente.

—¿Quieres que te pruebe lo contrario?

—Sí—respondió confundido.

Me acerqué lo suficiente para tomar su rostro entre mis manos y besarlo.  Quería que fuera un beso corto, pero no pude detenerme y de un momento a otro él ya había tomado mis brazos para acercarme.

—Para—logré decir, pero mi cuerpo no hacía caso a mis palabras y él tampoco. Me senté en sus piernas y ambos tocábamos lo que estuviera a nuestro alcance.

Justo cuando él comenzaba a quitarse la corbata me obligué a parar.

¿Qué estaba pensando?

Me separé de golpe y me quité de sus piernas.

—Lo siento—dije. Y fui a la cocina rápidamente. Ni siquiera miré donde caminaba hasta que topé con un mueble y me llevé de paso una taza y un plato.

Me caí y me quedé ahí sentada, pensando.

—¿¡Estás bien!?—Gritó Andrew detrás de mí.

—Sí, solo que...—no pude terminar, ya que me tomó en sus brazos y me dejó en el sofá.

Regresó a la cocina, seguramente para limpiar.
Yo no sabía qué hacer o qué decir. Mi corazón latía encantado y me hundía en mi burbuja.

—Me voy—dijo saliendo de la cocina. Yo no contesté.

Tomó su maletín y se fue.

¿Qué significaba esa actitud?

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Buenas noches, muchísimo tiempo sin subir nada así que les traigo un poco de esto:).

Felices fiestas

Maldito profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora