Prólogo

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Llevaba días siguiéndolo,observando su trabajo.¿Qué era lo que quería de él? Aun no lo descubría. Sentía algo dentro de si, algo en sus huesos, una intuición, y no le daba buena espina.

El negro de la noche la ayudaba a la perfección, nadie la notaba, era invisible, sólo contaba con la tenue luz de la oculta luna para observar detalladamente a su víctima. Ese era el momento, estaba segura, al fin sabría que era lo que tanto ansiaba encontrar.

El crujir de las hojas secas por poco la delata,puede que el otoño no haya sido la mejor estación para realizar su persecución. Contuvo la respiración desapareciendo detrás de un árbol por lo que parecieron minutos, aunque sabía que con suerte apenas había llegado a completar uno; él sospechaba de su presencia y era más que evidente, cuidaba cada movimiento y estaba atento a cada mínimo sonido, aunque ella no se quedaba atrás. Su oído se había agudizado casi por instinto, uno...dos...tres pisadas contra el césped de la herradura del caballo, la caída de lo que supuso había sido una bellota ocasionó que el pelirrojo girara bruscamente la cabeza hacia su dirección para que, luego de lo que fueron interminables segundos, continuara su recorrido con paso dudoso; se mantuvo perpleja,tal y como si le hubieran puesto una cuchilla en el cuello.

Esperó dos minutos para salir de su escondite y evitar así ser vista, ir por los senderos no le sería de gran ayuda debido a la gran cantidad de hojas secas en el suelo que, por poco, más de una vez casi la delatan. Aún no terminaba de decidir si él era muy ingenuo o ella una autentica mujer llena de suerte. Buscó el árbol más firme que se hallara a su alcance y trepó por el, de allí podría ver con mayor detalle, sin riesgos.Era el lugar perfecto, él se encontraba ya a metros y aún podía verlo.

Su víctima, por así llamarlo, no era lo que se denomina veloz. Los pasos del caballo eran lentos pero precisos, y quien lo dirigía miraba constantemente hacia todas las direcciones posibles, buscando algo. Para su sorpresa, el blanco animal se detuvo y, desde el árbol donde ella se encontraba, pudo ver como su dueño agudizaba la vista, enfocándola hacia algo que se encontraba demasiado lejos como para su visión. Los galopes la obligaron a descender de donde se encontraba, la túnica rojo oscuro por poco la detiene al enrollarse con una rama, se vio obligada a correr para ver con exactitud lo que sucedía.

De repente, un silbido se oyó a unos metros,un silbido particular,uno de flecha con punta de oro. Ese tipo de flechas que solo le pertenecían a una persona. Su víctima. Su hermano. La persona causante de tal efecto, tal intuición. Un ángel. Cupido.

Dicen,que del amor al odio sólo hay un beso de por medio

ExitiumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora