Capítulo 4.

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Bárbara: Respiro profundo porque si no lo mataré. Con la cabeza fría, por primera vez trato de ponerme en su lugar. 

El me observaba pálido, es divertido que piense que en serio lo voy a matar. Me agrada que tenga miedo y que eso le impida ver el eslabón tan importante que es. Sin mi ''esposo'' no podré pasar desapercibida por ciertos lugares, además, imagino que de vez en cuando a Luzardo le dará un ataque de celos al imaginarme con Florencio. 

No planeo separarme de él por un tiempo, y él aceptó sin amenazas por primera vez. Quizás la culpa tenga que ver con eso, quien sabe...

—Es hora de irnos, Bárbarita.—Nos informa Eustaquia desde la puerta. 

Florencio toma aire y cierra los ojos, se levanta y me tiende la mano, yo lo observo con una ceja levantada. 

—Hay que guardar las apariencias, Bárbara. Te guste o no, vamos a aparentar ser una pareja  de recién casados, enamorados y felices.—Dice con seguridad que me asombra. 

Asiento esta vez sin nada que decir por el asombro, me levanto entrelazo su mano con la mía. Tiene razón, somos una pareja, y este pueblo tiene que quedarse con esa imagen.

''Doña Bárbara se va para siempre con su esposo'' 

Sí... De seguro eso hará que Santos sufra por un rato.

Salimos de la hacienda y todos se nos quedan viendo, están todos reunidos observando como nos vamos. De seguro estarán felices, Juan Primito lloraba en una esquina, me alejo del Quitadolores y me acerco a él para despedirme, esta vez no hay maltrato, una dulce caricia en su cabeza y un suave beso en su mejilla, y la promesa ausente de que algún día lo volvería a ver. 

Me encamino a la camioneta nuevamente con Florencio quien hacía el personaje del esposo amoroso y caballeroso. 

Mis ojos se cristalizaron observando todo por ultima vez, me había encariñado demasiado con estas tierras, a fin de cuenta llegaron a ser mi hogar los últimos años. 

Santos... 

Mi hermoso hombre de ojos color sol, de piel morena y el semblante duro. 
¿Realmente llegó a sentir algo por mí? ¿Algo más que un deseo carnal? 

Las dudas llegaron a mí de golpe ¿estaba haciendo lo correcto? ¿Estaba lista para ser olvidada?

De pronto la rabia invadió mi ser, rabia por tener que ser yo la que se alejara ¿Era una cobarde a caso? Doña Bárbara no lo era, por un demonio. 

Observo la lancha que nos llevará a nuestro próximo destino, el pueblo entero tiene la vista pegada a nosotros. Florencio tira de mí a sus brazos, me obligo a sonreír y colocar mis manos alrededor de su cuello. 

—Está bien lo que haces, Bárbara.—Me susurró.—Tranquila, todo estará bien.—Sonrió. 

Por primera vez, no lucía como el estúpido miedoso de siempre, y lo agradecí. Él posó sus labios en los míos por unos segundos. Era absurdo comparar, pero ningunos labios llegaban a ser como los de Santos. 

Tomé asiento en la punta de la lancha para esperar a que todo esté listo, mis pensamientos corrían libremente. 

Poco a poco, nos fuimos alejando de la orilla...

Hasta pronto... 

Santos:

—Eso no es verdad.—Gruño sin querer creer lo que me dice Marisela.

Lorenzo en silencio estira unos papeles, los tomo con brusquedad y los leo en silencio; en algún sitio debe haber un truco.
No puede ser verdad lo que veo, tiene que ser un invento, otra de sus mentiras, eso debe ser. Una mentira para que yo vaya hasta ella y me termine doblegando. 

Doña Bárbara: No Me Compares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora