Capítulo 4

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Cuando Edna salió del edificio no pudo evitar saltar de alegría, mientras corría hacía su casa.
Había dejado de llover, pero las calles estaban llenas de charcos que reflejaban las farolas que estaban a punto de encenderse. La oscuridad se iba cerrando poco a poco sobre la ciudad, y la temperatura había bajado considerablemente debido a la humedad del aire.
Sin embargo, la sonrisa que tenía Edna plantada en el rostro no se la iba a quitar nadie.
A pesar de que el tiempo que había pasado junto a Cristian había pasado volando, ella no podía ser más feliz.
Había pasado una tarde espectacular.
ESPECTACULAR.
Corriendo, el viento enredaba su pelo hacia atrás. Esquivando los charco con grandes saltos, la chica no se detuvo. Necesitaba soltar aquella euforia que se había apoderado de su pecho.
Se sentía tan feliz. Tenía ganas de saltar, bailar, gritar. Mientras corría, se miró la mano donde tenía apuntado el número de teléfono de Cristian. Una sonrisa enorme sustituyó a la anterior, y tuvo que contenerse por no gritar en plena calle. Presionó sus labios contra la palma de su mano, con los ojos brillantes.
Con la lluvia, toda la gente que pudiera haber en aquellas calles había desaparecido, refugiándose horas antes en sus casas. Edna recorría las grandes y desiertas avenidas de la ciudad, iluminadas ya por las farolas, que proyectaban sus luces amarillas.
Poco a poco, Edna frenó el ritmo, hasta que se detuvo, con la respiración entrecortada. Miró la hora y comprobó que ya no necesitaba correr más. Dentro de un cuarto de hora llegaría a casa a la hora justa para sacar a Lilo.
Su perro Lilo era un labrador rubio, con los ojos grandes y un pelaje suave. Aunque en su casa había un jardín bastante grande, no soportaba no salir a la calle por la noche.
Edna sospechaba que se había echado novia. Unos vecinos del barrio donde ella vivía habían adoptado a una perra de la misma raza, y la chica creía que cuando lo dejaban salir, aprovechaba sus paseos para ir a verla.
Con la respiración y sus latidos más tranquilos, siguió caminando.
La chica había vuelto a sumergirse en sus ensoñaciones. Tenía que contarle lo que había pasado aquella tarde a su amiga Teressa. Eran amigas inseparables desde los 7 años, y habían compartido un montón de momentos juntas. Podría decirse que se trataban más como hermanas que lo compartían todo.
Cogió el teléfono para llamarla, pero volvió a ver las llamadas perdidas y mensajes de Diego.
Seguro que estaba furioso con ella porque lo había dejado plantado.
Seguramente habría llegado cinco minutos a la biblioteca más tarde que ella, habría visto que estaba cerrada y le habría preguntado por mensajes dónde se encontraba.
Ojeando por encima los mensajes, Edna sonrió maliciosamente. Con cada mensaje que le había enviado Diego, más perdía los estribos y más la insultaba.
Ella rió entre dientes, sabiendo que lo había hecho cabrear.
Escribió rápidamente en un mensaje una disculpa que pareciera convincente, diciéndole que ella había hecho ya todo el trabajo y que ya le enviaría su parte.
La respuesta al mensaje no se hizo de esperar: un insulto y la amenaza de que le pagaría el haber hecho que perdiese el tiempo.
Con una sonrisa de satisfacción, procedió a llamar a su amiga, pero esta no le contestó la llamada.
Dándose una palmada en la frente, recordó que ella se había ido de viaje con su familia.
Chasqueo la lengua, molesta. Tendría que esperar a contárselo en persona cuando volvieran ambas a clase.
Sin embargo, pronto olvidó esto, y se sumergió en su mundo. Los recuerdos de las sonrisas de Cristian hacía que sonriera sin poder evitarlo. Sus gestos, sus bromas, sus ojos...
Ains... Sus ojos. Se mordió el labio, mientras se pasaba una mano por la cara.
Daría lo que fuera por revivir aquella tarde.
Pero mañana iba a volver a verlo.
De sus labios salió un chillido contenido. Después de tanto tiempo, parecía que por fin comenzaría a establecer un vinculo de verdad con el chico. Quería hacerse amiga suya. Solo para pasar más tiempo con él. No quería mirarlo más desde la distancia. No quería frenarse a si misma cuando planeaba hablar con él.
Por primera vez, había disfrutado de la compañía del chico, que la había acogido amablemente en su casa, la había ayudado. Y había disfrutado tanto, que le dolía la idea de pensar que no pasaría más tardes como aquella.
Mirando otra vez el número de teléfono, se lo grabó en su mente en lo que quedaba de camino a su casa.
Había dejado ya las amplias avenidas del centro de la ciudad y se había adentrado en un barrio todavía más luminoso y desierto. No se veía ni un alma.
Aquel barrio era de gente perteneciente a un estatus económico de clase media - alta. En vez de bloques de pisos, habían casas muy elegantes, de tres plantas, con jardines rodeados de verjas metálicas decoradas con adornos de hierro negro.
En medio de aquel barrio, entre las casas, había un parque enorme, rodeado de vegetación, como un pequeño pulmón verde en medio de aquel lugar.
Edna se internó por el parque. Le encantaba atravesarlo antes de llegar a su casa, que estaba al final del barrio.
Con la lluvia, el césped mojado se hundía levemente bajo sus pies. Pequeñas gotas caían desde lo alto de los arboles, como si estos se secaran lentamente dejando resbalar por sus ramas y hojas el agua que les había caído encima. El último canturreo de los pájaros resonaba en algún lugar de aquel bosquecillo.
En el interior de aquel parque, rodeado de vegetación, le hacía olvidar que estaba justo en medio de la ciudad.
La vegetación tapaba cualquier sombra de las casas de alrededor, y la iluminación de las farolas no llegaba hasta aquel sitio.
Hacía rato que la luna se había dejado ver entre las nubes, que desaparecían poco a poco, iluminando la noche.
Edna se sentía en paz cuando paseaba por aquel lugar.
Puede que algún día diera un paseo por aquí con Cristian. Sonrió ante la idea.
Se estaba emocionando demasiado.
Tan absorta estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que la temperatura a su alrededor descendía bruscamente. El cantar de los pájaros se calló de golpe, y el silencio se hizo abrumador.
Tan absorta estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que una sombra negra iba directa hacia ella.
Cuando alzó la vista al cielo para observar la luna, que se había vuelto a esconder detrás de las nubes, sus ojos lo vieron.
A escasos metros de ella, sin tener tiempo a reaccionar, se produjo una violenta explosión que la lanzó por los aires.

Angel #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora