Capítulo 20

17 2 8
                                    

Aquella noche no pudo dormir. Tampoco era una novedad, pero las razones del insomnio sí.

Durante aquellas noches había estado teniendo pesadillas, donde una extraña voz gritaba su nombre, angustiada. Él siempre se levantaba sobresaltado, y con la extraña sensación en su pecho de que conocía de quién era esa voz. Sabía que la había escuchado antes. Pero no conseguía ubicarla en su mente.

Sin embargo, aquella noche fue diferente. No dejaba de pensar en todo lo que había pasado aquella tarde. Dio varias vueltas en su cama hasta que, finalmente, acabó calzándose las zapatillas y saliendo al pasillo del hospital. Las luces estaban encendidas, así que caminó en silencio durante varios minutos dando vueltas por aquella planta solitaria. Debía de borrar de su mente su sonrisa, sus ojos... debía de olvidarse de ella. Estaba enamorada de otro, y lo peor es que, aunque secretamente, aquel amor era correspondido. ¿Qué podía hacer él, un estúpido matón de instituto que la había fastidiado durante años?

Pero si tenía que olvidarla para mantener aquella amistad (si podía llamarse así), lo haría. Pues era lo único que le quedaba. Ya no tenía familia. Sus tíos ni siquiera habían ido a visitarle al hospital. Y dudaba que tuviera alguna amistad decente que quisiera mantener si quería convertirse en otra persona. No tenía nada, excepto Edna.

Se dirigió hacia unos bancos y se sentó, enterrando el rostro entre las manos. No quería volver con sus tíos, por lo que cuando le diesen el alta tendría que buscarse algún sitio donde alojarse. Lo malo es que no tenía ningún lugar a donde ir, y tampoco tenía un trabajo para mantenerse. Estaba totalmente solo.

-Deberías de estar descansando, Diego.

El chico dio un respingo y levantó la mirada. Ante él se encontraba una mujer de mediana edad, con el cabello recogido en una cola y enfundada en su bata blanca. La conocía bien: era su médica.

Avergonzado, bajó rápidamente la cabeza y se secó los ojos.

-Lo sé, lo sé... Ya vuelvo a mi habitación.

Se levantó con rapidez, pero la mujer lo detuvo agarrándole por el hombro con suavidad.

- ¿Te pasa algo, Diego? ¿Necesitas hablar de algo?

El chico negó con la cabeza y se fue de allí con la atenta mirada de su médica clavada en la nuca.

Diego no consiguió dormir aquella noche. Y tampoco las siguientes fueron mejores. Durante los días, se quedaba encerrado en su habitación, sin atreverse a salir. Una parte de él le decía que fuese a la habitación de Teressa, aunque fuese para distraerse un poco.

"¿Pero por qué crees que eres bienvenido en ese grupo?", le decía una vocecilla en su cabeza.

Y era cierto. Él no encajaba allí. Aquel grupo estaba formado por su antigua enemiga y su mejor amiga y por dos chicos con los que se había peleado pocas semanas atrás. Por mucho que hubieran cambiado las cosas con Edna, puede que para el resto siguiese siendo incómodo que estuviese allí. Y además, ahora que parecía que las cosas se habían arreglado, no creía verse con fuerzas suficientes para aguantar coqueteos entre Edna y Cristian.

Por eso aquellos días no se movió de su habitación, y su médica se dio cuenta.

- ¿Ya no vas con tus amigos? -le preguntó, mientras miraba algo en unos papeles.

- ¿De qué hablas? - dijo Diego, extrañado.

-Te vi hace unos días saliendo de la habitación de otra paciente con un grupo de chicos. ¿No son tus amigos?

Angel #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora