¡No saltes!

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Amaneció.

La lluvia había cesado. Mierda. No quería ir hoy a la universidad.

Terminé de cambiarme y bajé a desayunar. Mi madre ya tenía todo listo y mi padre leía el diario sentado a la mesa con una taza de café frente a él.

Los miré por un instante antes de sentarme con ellos. Sonreí.

Como toda familia tenemos nuestras altas y bajas, pero no podía pedir una vida mejor. Los amo.

—¡Kevin, hijo! ¿que haces ahí parado? Sientate antes de que se enfríe tu desayuno.

—Ah...¡Si mamá!

—¿Tendrás práctica de fútbol hoy? —preguntó mi padre mirándome por encima de su diario mientras me acomodaba en la silla.

—No lo se —contesté sin mirarlo empezando a comer —Ya dejo de llover pero la cancha debe estar hecha un asco. Quizá se suspenda el entrenamiento.

Mi padre me contestó con un gruñido. Se lo que eso significa. Dice que soy un engreído y un maleducado pero ¡tengo 19! Todos los chicos a mi edad son así... apuesto a que también él lo fue en su adolescencia.

—Terminé —me paré de la mesa y me dirigí hacia la puerta.

—Al menos despidete de nosotros —contestó papá mirandome con el ceño fruncido.

—Adiós —me despedí sin mirarlos y al cerrar la puerta pude oír a mi padre quejarse con mamá respecto a mi comportamiento.

Reí satisfecho. Ellos hacen que mi vida sea perfecta. Los amo tanto.

Hace dos años nos mudamos aquí. La Universidad está demasiado cerca pero extraño mi antiguo vecindario y a mis amigos.

Aunque eso no me entristece. Se que es parte de crecer y aunque es doloroso, amo recordar mi infancia.

Se que algún día los volveré a ver.

Una beca deportiva me dio la oportunidad de asistir a esta universidad, aunque a petición de mi padre me inscribí en la Facultad de economía y negocios ya que quiere dejarme a cargo de su empresa cuando se jubile.

Hace años hubiera creído que esa era una idea estúpida. Lo único en lo que pensaba era en el fútbol, pero ahora pienso que seguir los pasos de mi padre sería mejor para mí futuro.

Estoy madurando. Mierda.

Las clases transcurrieron con normalidad y para mi propia sorpresa estaba dando todo de mi para mantener mi promedio.

Estaba como loco tomando apuntes mientras luchaba por seguir prestando atención a la clase y cuando el profesor hacia una pregunta levantaba alto mi mano para contestar.

Un pensamiento repentino en mi mente me hizo sonreír con nostalgia. Siento que me estoy comportando como ese chico nerd de mi antiguo vecindario.

—Doble tonto...

—¿Tiene algo que compartir con la clase, señor Garells?

—¿Ah?...¡No!... Lo siento —debo dejar de pensar en voz alta.

...

—¡Hey, Kev!

Iba caminando por el pasillo hacia la salida, cuando ese chico de cabello turquesa me habló.

A diferencia de mi no está aquí por una beca, es un completo imbécil cuando de estudiar se trata y aunque es un excelente deportista la fortuna de sus padres es la que lo tiene en "esta prisión" como el lo llama.

No Me Sueltes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora