Capítulo I: Todo cambió

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Caminaba en compañía de su silencio, oía el sonido de sus pasos, acompañado del sempiterno silencio de la noche. Las carreteras estaban colapsadas, las demás personas, de las que el sabia por lo menos, muertas, pero sin estarlo del todo. Exhalaban pequeños gruñidos, entrecortados, terroríficos, estaban transformadas o en la fase de transformación. El fuera inmune al virus, su familia muriera, el mismo tuvo que acabar con el sufrimiento de su hijo: perdió la vida por la fiebre provocada por el virus y, poco después, se levantara e intentara devorarlo, el tuvo que matar a su hijo, por segunda vez. Iba en busca de mas supervivientes, acababa de vez en cuando con algún ¨caminante¨ con la ayuda de un martillo, les golpeaba en el cráneo, certeramente, si no no morían, ya observara a más de uno con extremidades o incluso la mitad del cuerpo seccionados y sin embargo moviéndose o arrastrando, emitiendo sus desagradables sonidos.

La luna le brindaba claridad suficiente para ir siguiendo las líneas de la carretera, sin un rumbo fijo. Estaba destrozado, perdiera todo y a todos, en este mundo solo quedaba muerte, destrucción y soledad, una infinita soledad que terminaría por acabar con él. Pensara en acabar con todo, una bala en la nuca y solo quedaría silencio, ya no estaría presente el sonido de sus pasos sobre el asfalto, los gruñidos de los caminantes no le interrumpirían mas, solo silencio. Pero no, tenía que ser fuerte, aún le quedaba una vaga esperanza de encontrar a alguien más y llevar de nuevo las cosas a su sitio.

Amanecía, llevaba toda la noche caminando, levantó la cabeza y entrevió algo que le hizo abrir mucho los ojos, una columna de humo se elevaba en el cielo azul de primavera, cerca, en el bosque que estaba a la izquierda de la vía, comenzó a correr.

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