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-Victoria, sabes que no quiero nada contigo- intentaba sin éxito esquivar sus labios, esta niña era insoportable!!!-  lo que pasó fue un error, al menos por mi parte. Error que no se volverá a repetir,¿me oyes, Victoria?- le dije elevando el tono de voz. Por fin conseguí zafarme de sus brazos y piernas, dejándola caer en la cama. Me coloqué delante de la puerta y , señalándole las escaleras le dije: Adiós, Victoria. Ah, dame el juego de llaves, por favor. Sabes que lo necesito.

-Ésta me la pagarás, Edward- salió bufando de mi cuarto. Cuando su melena color fuego se perdió al cruzar el jardín, bajé a la cocina.

-Vaya, ¡que bien! Así me ayudas a hacer la lista- Me sonrió desde una esquina Bella.

-Si quieres, vamos en mi coche a comprar- le sugerí, mientras recorría su espalda con mis ojos. No era excesivamente alta y de constitución media, con hombros bien formados, cintura marcada y unas caderas generosas. Nada que ver con las muchachas que había por Forks, todas preocupadas por su talla 34. Bella debía usar una 42, su cuerpo era armonioso, femenino, muy femenino.

“ un cuerpo de mujer, apto para ser amado” - pensé e inmediatamente me llamé estúpido - “céntrate!, apenas hace 1 hora que la conoces, es la hermana de tu amigo, no puedes pensar en ella de esa manera”.

Ella se dio la vuelta en ese preciso momento - Creo que sería buena idea, realmente necesitabais hacer compra a fondo, ¿es que no coméis en casa? Por no hablar de productos de limpieza… ¿desde cuando está esta botella de lejía aquí dentro?- puso los ojos en blanco y agitó su cabeza- cuando quieras… nos vamos de compras, compañero!! - Me susurró al oído, haciendo que un aroma dulce me abofeteara en la cara.

Era alucinante ver como se movía por los pasillos. Iba mirando la lista, observando los productos, comparando precios. Cuando ya no cabía más en el carro, nos dirigimos a la línea de cajas. - ¿Seguro que necesitamos todo esto?- le pregunté señalando la inmensa pila de cosas encima de la cinta-  A ver, si me explico. Habéis sobrevivido a base de comida congelada, precocinada y fritos durante meses. Creo que va siendo hora de que vuestros hábitos alimenticios cambien. Y mientras esté aquí, me ocuparé de que sea lo más sano posible, ¿entendido? - Me miró con tal seriedad que apenas alcancé a susurrar “ sí, mi sargento”. Ambos rompimos a reír, llamando la atención de la cajera, que nos miraba a uno y a otro sin entender el chiste.

-Hola, Jessica. ¿Qué tal van los parciales? -  Jessica era una de mis alumnas de último curso, y la verdad es que era muy aplicada.

-Bien, profesor. Aunque no puedo centrarme mucho, ya sabe, trabajando y eso…

-No te preocupes, Jess. Llevas una marcha estupenda, no debes pensar en las notas finales ahora.

-Lo sé, pero no puedo evitar hacerlo, necesito la beca para entrar en la universidad.

-Tranquila, Jess. Al menos por mi parte sabes que tienes garantizado eso.

-¿Nos vamos?- Bella había terminado de embolsar la compra, colocado en el carro y pagado mientras hablaba con mi alumna ¿pero es que esta mujer no podía dejar que le ayudaran? -  Me dejas, que al menos coloque las bolsas en el maletero? -  le pregunté serio -  Esta bien, porque para eso soy bastante nula -  me contestó mientras empujaba el carro.

Como había prometido, me dejo colocar las bolsas en el maletero. Tardamos un rato en descargar todo, dando viajes del coche a la puerta y de la puerta a la cocina.

-Creo que nos merecemos un café- comentó desde alguna parte de la casa.

-Sí, la verdad es que no estaría nada mal. ¿Cómo lo quieres?

-Sólo, con 2 de azúcar, por favor.

Me dirigí a la cocina, y puse la cafetera en el fuego, mientras cogía dos tazas del armario.

El teléfono comenzó a sonar, y la oír contestar “Si?. Hola Emmett, ¿qué tal el viaje? Sí claro que está aquí. Sí, ha sido muy amable. Salimos a comprar. ¿Desde cuando te alimentas sólo de pizza y patatas fritas? Vale, vale, no te daré el sermón. Espera lo aviso. Sí, estoy bien, de verdad. ¿Edward, puedes ponerte?”

Salí de la cocina y me puse al teléfono. -Hola Emmett. Bien, sí. Todo en orden. No, no te preocupes. ¿Cómo?… De acuerdo, estaré pendiente. Ah… por cierto, Rose ha tenido un pequeño accidente hoy en su clase. No, nada grave, un pequeño esguince en un dedo de la mano. Emmett… creo que te están reclamando por ahí. No deberías hacerla esperar. Hablamos. Sí, cuidaré de ella. Adiós.

Dejé el teléfono en su sitio, y un agradable aroma a café recién hecho invadió la habitación.

-Aquí está. ¿Quieres leche o azúcar?- Sólo, sin azúcar, gracias.

Nos sentamos a tomar el café, sólo se oía el tintineo de las cucharillas mientras las movíamos dentro de las tazas.

-Y, bueno- empezó a decir- Mi hermano te ha dado ya instrucciones para mi, ¿cierto?.

-Sí, jejeje. Me ha dicho que te vigile y no te deje salir con desconocidos. Que el toque de queda es a las 9 de la noche.- Le dediqué una sonrisa divertida, mientras le decía eso.

Ella a su vez esbozó una, pero no parecía contenta. -A las 9 ¿eh?, vaya… pensé que sería peor y te ordenaría encerrarme en mi cuarto, bajo llave.

-No eso no, pero me hizo prometer que sólo podrías salir si yo te acompañaba.

-Sigue siendo muy protector, de eso no hay duda. Parece mentira que yo sea la hermana mayor, porque desde siempre me ha controlado. Era mucho más estricto que mi padre.- Bueno, supongo que esas cosas no cambian- añadí- Yo no tengo hermanas, pero imagino que me pasaría igual. Conociendo a los hombres, estaría bastante preocupado con lo que se puede encontrar ahí fuera.

-Eso sólo lo piensan los hombres que no valoran a las mujeres con las que se relacionan. Ellos pueden hacer y deshacer, pero ¡¡Ay, A mi hermana ni la toques!!- añadió sacudiendo un dedo delante de mi.

Ambos reímos ante eso, volviendo a quedar en silencio.

“Desde cuando estás aquí, en Forks?”- la pregunta me pilló desprevenido- “En realidad, soy de aquí, pero me fui, y volví hace 4 años. Primero estuve supliendo al anterior profesor. Cuando finalmente renunció a la plaza, me la ofrecieron y, como me gustaba el ambiente, acepté.” La miré directamente a los ojos, y me perdí en ellos como la primera vez. Estaba mirando a la ventana, pero su mente te encontraba a kilómetros de ella. ¿qué pasaba por su cabeza ahora?

Sentado a las puertas de tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora