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¡En serio! ¿¡Qué demonios le pasaba a ese tipo!?

'Dios, ¿Qué no te fijas por donde caminas, niña?'

Maldito engreído...

Ni siquiera me miraste a la cara al disculparte!'

¿Por qué debería? Solo eres un maldito arrogante, además eres un desconocido, deberías tratar mejor a alguien que no conoces.

Como sea, lo dejé atrás. ¿O tal vez no?

'Niña...'

¡Basta! Ese idiota no merece mi tiempo...

Pero... tengo la sensación de que me lo voy a volver a encontrar

Entro a una cafetería pensando en las groserías que dijo ese imbécil. Y hablando de Roma...

Él se volteó para sentarse luego de haber hecho su pedido. Cuando me vio, sus celestes ojos se agrandaron del asombro.

- ¡Hola! ¿Me extañabas, Sr. Engreído?

A decir verdad, yo también estaba sorprendida, pero lo enmascaré, soy buena en eso.

Pero su reacción fue distinta de la que imaginé. Me imaginaba que se quedaría sorprendido, pero no, la que quedó sorprendida fui yo.

Él suspiró.

-Madura niña, si vas a insultarme, deberías ensayarlo. No creo que tu pequeño cerebro pueda improvisar buenos insultos ni en mil años.

¿Quién se cree que es?

- Por cierto, deja de llamarme Engreído, tengo un nombre, ¿Sabes?

- Puedes tener un nombre, pero no un corazón

- Cállate

- ¿Por qué no lo haces tú?

- Porque no tengo necesidad de hacerlo

- Yo tampoco

Él se rió

- Con esa voz chillona tuya, creo que el 99.99% de la población querría que solo cerraras el maldito pico

- ¡Y tú...! Tú...

Con ese tartamudeo, una sonrisa malévola se formo en sus labios.

- ¿Qué pasa, niña? ¿Te comieron la lengua los ratones?

- Tú... ¡Imbécil, estúpido, idiota!

- Vaya...  ¿Ahora solo tartamudeas y dices insultos al azar? En serio, has caído bajo, pequeña...

¡Este tipo me hace enojar!

- ¡¿Por qué no me dejas en paz?!

- Si mal no recuerdo, fuiste tú la que me habló primero

- ¡Ugh! ¡Da igual!

- Como sea, por lo menos voy a tratar de tener cortesía con la pequeña dama. ¿Venías a tomar algo?

- No, solo vine para pararme aquí como idiota y tener esta maravillosa conversación contigo

- El sarcasmo era total y completamente innecesario... Como sea, ven a mi mesa, yo invito

- No estarás planeando envenenarme, o algo así ¿No?

Él simplemente puso los ojos en blanco y caminó hacia una mesa, yo lo seguí. El resto del tiempo fue bastante incómodo. Él bebía su café, y yo mi limonada, pero ninguno de los dos emitía sonido alguno. Hasta que él llamó a la camarera. Mientras ella venía, él me miró y preguntó.

- ¿Quieres algo de comer?

- B-bueno, está bien.

- ¿Qué quieres?

- Creo que voy a elegir... El pastel de chocolate y canela.

- ¡Buena elección! Creo que yo también la pediré...

- ¿Estás acosándome?

Esbozó una pequeña sonrisa.

- Cállate.

La camarera llegó, y él ordenó los dos pasteles. Luego, me di cuenta de que me había perdido el dato más importante que pides a una persona que acabas de conocer. ¿Por qué soy tan boba de vez en cuándo?

- D-disculpa, pero aún no he oído tu nombre.

Levantó la mirada, y parecía como si fuera a asesinarme en ese preciso instante.

- ¿Q-qué? ¿Por qué me miras así?

Sacudió levemente su cabeza.

- No es nada... Es sólo que yo estaba por hacerte exactamente la misma pregunta, salvo que tú la hiciste con tartamudeo incluido. Te daré puntos por eso. Y respondiendo a tu pregunta, Brian.

- Julie.

- Es un buen nombre... Mi madre se llamaba así...

- ¿Ah sí? ¿Y qué pasó con ella?

Él desvió la mirada. Luego la centró nuevamente en mí, y sonrió. De todas formas, hasta una estúpida como yo puede ver a millas que esa felicidad no llegaba a sus ojos. Es más, sus ojos parecían estar gritando en agonía, pena y dolor.

- Está de viaje por trabajo junto con mi padre.

- Oh, ya veo...

Sé que me está mintiendo. Pero él es una persona muy directa, así que si mintió, debe haber una buena razón detrás de ello.

- ¿Y los tuyos? ¡Me la juego a que tú eres más plana que tu madre!

- Este... Yo estoy emancipada, vivo sola. Mi padre murió cuando yo era pequeña, y mi madre se sumió en las drogas y el alcohol. Cuando la enviaron a rehabilitación, yo aproveché y me independicé. Me aseguré de que ella estuviera ebria cuando le dije, así que sin problemas ni reproches fue solita al tribunal a aceptar mi emancipación.

Su sonrisa desapareció, y su cara fue reemplazada por una de culpa.

- L-lo siento, no lo sabía...

- Está bien, no me molesta para nada.

- Ah, y por cierto... Lamento lo de esta mañana... Es solo que... Realmente no me agrada la gente. Mi madre me obligó a salir.

¡Jaja! El muy idiota se ha olvidado que me ha dicho que su madre estaba fuera, puede ser muy tonto a veces...

- Oh, lo entiendo. Está bien.

Seguimos hablando por un rato más, hasta que una camarera pasó corriendo con un café hirviendo, el cual se le cayó, y fue a parar a la camisa de Brian. Él se la desabrochó y se fue, diciendo que iba a lavarse. 

- Jaja, el idiota olvidó cerrar la puerta. Mejor le avi-

Me corté a media oración al ver su espalda.

Creo que sé por qué odia a la gente.

Cuando se giró lo vi.

Vi sus moretones.

A Brian le pegaban.

Nuestro Pequeño SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora