Ando de un lado a otro, atareada con la vajilla, revolviendo el café en el filtro. Pero... debo de haberlo ofendido, pues cuando me doy vuelta se ha marchado.
De todos modos, termino de hacer el café, y luego me vuelvo hacia el estante de libros. Está repleto de volúmenes. Por ello la encargada se había disculpado profundamente (...) .- Espero que no le molesten los libros, señorita, pero mi marido no se quiere deshacer de ellos, y no tenemos otro lugar donde ponerlos.
"Por esta razón este dormitorio es más barato que los demás".- No tengo inconveniente - Le dije-. Los libros son buenos amigos.
Pero estos no tienen un aspecto muy amistosos. Elijo uno al azar, ¿o acaso me guía una extraña fatalidad?
Mientras tomo mi café a pequeños sorbos, entre el humo de un cigarrillo empiezo a leer el gastado libro, publicado, según veo, en la primavera de 1852. Es, casi todo, poesía; le falta madurez, pero tiene colorido. Luego hay una especie de diario, más realista, menos afectado. Movida por la curiosidad, por ver si hay alguna situación o coincidencia divertida, busco el párrafo referente del día de Navidad de 1851, y leo:"Mi primera Navidad solo. Hoy tuve una extraña experiencia. Cuando volví a mi domicilio después de un paseo, había una mujer de cierta edad en mi cuarto. Al principio creí haberme equivocado de aposento, pero no era así, y luego, después de una amena conversación, la mujer... desapareció. Supongo que fue un fantasma. Pero no tuve miedo. Me gustaba. No me siento bien esta noche. Nada bien. Nunca antes de ahora me había sentido enfermo en Navidad."
Una nota del editor seguía al último párrafo. Rezaba así: "Fracis Ranbel murió repentinamente, den un ataque al corazón, el día de Navidad de 1851. La mujer mencionada en el último párrafo de este Diario fue la última persona que lo vio con vida. Pese a todos nuestros ruegos para que se diera a conocer, nunca lo hizo. Su identidad permanece en el misterio" (...) .
FIN