Dejé mi abrigo en mi despacho y fui donde mi jefe. Estaba en la cafetería de la empresa tomándose un café mientras tecleaba algo en su móvil. Las paredes eran de color gris y la barra tenía una encimera de mármol que me parecía de lo más elegante. Había una hilera de botellas de alcohol de diferentes marcas, aunque pocas veces había visto que alguien pidiese una bebida alcohólica. El Cappuccino que preparaban estaba realmente bueno. Me encantaba olerlo y calentarme las manos con la taza en los días de invierno.
Me acerqué a Joe lentamente y él alzó la mirada.
-Buenos días, señor.
-Buenos días, Jefferson. Cuéntame qué tal ayer -hizo un gesto con la mano invitándome a que me sentase en el taburete vacío de terciopelo que había a su lado.
-Congeniamos desde el primer instante. Accedió a hacer el pastel conmigo y fui su guía turístico de la ciudad. La invité a cenar y la acompañé a su habitación. Tuvimos un momento de tonteo en la despedida. Creo que la tengo en el bote, pero no quiero confiarme.
-Muy buen trabajo. Ahora lo que necesitas es cerciorarte de que cae rendida a tus pies.
-No es una mujer fácil como las del bar, señor. Debo ir poco a poco si no quiero que todo lo conseguido se vaya a la mierda.
-Me parece bien. ¿Ya has planeado qué harás hoy con ella?
-La llevaré a un local dónde hay una pequeña cocina y empezaremos a probar pasteles. Y puede que después vuelva enseñarle otro poco de Nueva York.
-Perfecto e intenta sacarle información sobre su estancia aquí. Recuerda que esa es nuestra prioridad.
-Entendido, señor.
Me di media vuelta y fui a mi despacho. Sonaba el eco de mis pasos por todo el largo pasillo. Nada más entrar en mi pequeña oficina, me percaté de que mi secretaria ya había dejado una taza de café en mi escritorio. Me lo tomé lentamente mientras recordaba la fabulosa noche que había pasado con Elizabeth. Aún tenía el olor de su perfume impregnado en mi cuerpo. Me excitaba de sólo pensar en sus movimientos de caderas tan sincronizados con mis necesidades sexuales y de los espasmos de su más ardiente interior.
A media mañana, cogí las llaves del coche de la empresa y fui al St. Regis a buscar a Kira. Entré a la cafetería del hotel y me pedí un café sin azúcar, que me bebí de un trago. ¿Sería por los nervios? No podía ser, no era mi primera misión. Dos minutos más tarde, apareció Kira con dos de sus guardaespaldas pisándole los talones. Me acerqué a ella y le di un suave beso en la mano. Su perfume inundó la estancia en pocos segundos. Incluso madrugando estaba hermosa. Parecía haber salido del Olimpo de los dioses griegos.
-Buongiorno, señora –saludé con un tono muy formal y respetuoso.
-Buongiorno, Luigi y por favor, llámame Kira porque lo de señora me suena a persona mayor rozando los 60 años –dijo soltando una pequeña risita al final.
Mis ojos instintivamente recorrieron su atractiva figura. Llevaba un pantalón gris con una chaqueta a juego, unos tacones vertiginosos negros de charol y un bolso con la marca de alta costura Chanel cosida en grande en medio. Y como no, todo ello valdría más de 10.000 dólares.
-¿Está lista para mancharse las manos? –le pregunté mientras salíamos del hotel y le abría la puerta del copiloto para que entrara.
-Preparada –dijo sonriente. El contoneo de sus caderas al andar me tenía hipnotizado. Su cabello castaño se balanceaba débilmente de un lado a otro con cada paso que la mafiosa daba. Nada más darle un rayo de sol, su pelo color miel brilló intensamente, casi deslumbraba. Ella comenzó a parlotear sobre el buen tiempo que hacía, pero yo no podía quitar la mirada de sus curvas.
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El Cliente ( +18)
Teen FictionJefferson es un espía del gobierno. Es un mujeriego que no sabe lo que es el amor, pero Kira Slim, una mafiosa italiana, le hará caer en sus redes llenas de juegos de seducción y venganza. ¿Puedes enamorarte de alguien que es del bando contrario? Un...