Cuando pensamos en una bailarina de ballet imaginamos una chica delicada, delgada que no pesa más de 40 kilogramos. Pensamos que los movimientos son sólo giros con una posición ridícula en los brazos, pero el ballet es mucho más que eso...
Cuando empecé a bailar tenía 2 años, era rellenita y me empezaba a descubrir mi pasión sobre el baile. Mi madre me contó que en la primer clase abierta que hizo mi Academia yo no quise bailar y me quedé sentada, me preguntó por qué no quería bailar y yo le contesté muy inocente : -Yo no quiero bailar acá, yo quiero bailar en el teatro, las bailarinas bailan en el teatro!- Ahí fue cuando mi familia descubrió que me encantaba bailar.
Desde chiquita amé subir al esenario a hacer lo que me gusta, con tutus, mallas y zapatillas.