Serendipia

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Él se arrodilló ante ella y le dio un suave beso en la cabeza. Nunca la había visto, No recordaba su cara en ningún lugar de su cabeza, forzaba a su insconciente a recordar, pero no sucedía. Era una total extraña. La dejó acostada en la acera de una calle oscura y la brisa del viento frío azotó sus ropas mientras él trataba de encontrar otra forma de despedirse de ella. Sólo esperaba que no vuelva a verla nunca más, porqué no se podía resistir a hablarle.... no se podía resistir a ella.


Vio una luz que cegaba al creciente horizonte de aquella destartala carretera, salió corriendo, dudando de sus pasos en falso. Sus impulsos lo llevaron a cometer semejantes acciones. Él no era ningún super héroe. Él no era ningún ser espectacular. Trataba de ser Apolo, pero una vez más, parecía Dioniso. Lo único que había hecho era dejar a Catherina en su morada, y luego lo atormentaron los pensamientos y no podía cohibirlos más. Decidió ir de burdel en burdel, tratando de encontrar placer en su miseria, pero sólo había recibido pequeñas gotas de ponzoña en su corazón. 

Entonces, todos los recuerdos, de la últimas horas le pegó como uno de los tantos golpes que había recibido esa madrugada. Cuando la vio, quedó impactado por la inocencia de sus ojos, por los ademanes que lanzaba, adivinó que estaba en una situación conflictiva. El ceño creciente en su cara, la hacían ver divertida. 

Ella puede ser divertida - se dijo a sí mismo - Estaba hecho una cuba, pero parecía no importarle.

Mientras más se acercaba a su acompañante, más fantasioso se volvían sus pensamientos. Su deseo incrementó al ver sus ojos directamente. Eran más negros que la misma noche, destilaban una belleza exótica, una belleza adornada con inociencia que tenía que ser de un sueño. Tal vez estaba orate por el alcohol... o más bien ya estaba orate desde que pasó los eventos de su vida que lo convirtieron en un ser vacío y sin esperanza, decaído y cansado de la rutina.

Con una apariencia escandalosa, ojos esmeralda, en ese momento hinchados de tanto licor y probablemente una melena castaña con rulos alborotadosque necesitaba una pasada de el cepillo urgentemente, se dirigío a la menuda chica que estaba a su frente.

- Ser o no ser, esa es la cuestión - balbuceó, confundido por sus pensamientos y tratando de alguna forma sacar la maraña podrida que tenía en su alma.

La hermosa damita le ofreció una sonrisa corta, y luego le dio la espalda, sorprendiendole. Pensó que citar a Shakespeare, habría sido una buena forma de captar la atención de aquella mujer. Capaz pensaba que era un ebrio tratando de aprovecharse de una chica abandonada en un burdel de Inglaterra. Pobre de usted - pensó. Pero eso era exactamente lo que quería. Cualquier trivialidad  para quitarse a Catherina de su mente. Desesperado, acercó su boca a la aparente oreja de la muchachita. 

- Disculpe, mi mal trato, pero usted ha captado mi atención, tan desmesurada y apasionada. - siseó entre sus dientes - Justo cuando iba a pronunciar lo que parecía en su mente un halago, aquella mujer le echó una gran bofetada en su mejilla izquierda. Chisteó al repentino dolor, y sintió como su dentadura casi se desencajaba por el repentino ultraje. 
Viró la cabeza lentamente, cuando observó el percance. La ''oreja'' a la que estaba rindiendo una disculpa, era su boca. Había estado hablando a una distancia de centímetros a la mujer de una bella oscuridad en sus ojos. Podía ver, o algo así, su cara de disgusto total, debido probablemente al olor de alcohol, entre otras porquerías,  que tenía su boca. 

- Es usted un pervertido. - dijo, al parecer, de una forma muy agria la muchacha.- Antes de poder disculparse, ella salió en gran pompa de aquel prohibido lugar, levantando unas cuantas miradas de curiosidad.  Una sonrisa creciente, salió del ebrio transeúnte de centros de prostitución y placeres. Aquel iba a ser un desafío que no estaba disgustado de dejar entrar en su vida. Le había hecho reír la elección de palabras de ella. Aquella cualidad que había señalado hacía él, era abstracto a su realidad.... definitivamente él era peor. 

Decidió dejar a la pobre chica en paz, cuando de pronto, notó algo curioso, difícil en su estado de embriaguez. Aquellas miradas curiosas que había encontrado antes, no se encontraban más.  Cuando pudo descubrirlo, observó cuatro altas figuras salir a la fría madrugada. Sin razonarlo, salió, casi cayendo a bruces, acelerado hacia la doncella de ojos de noche.

Al salir , vio sólo un callejón desierto, su corazón ,por alguna razón, aceleró rápidamente. Algo estaba pasando. Algo no bueno, ya lo habia visto antes, ya lo había vivido antes. Afino sus sentidos, y pudo oir un cierto chillido y un golpe en el final del aquel callejón. 
Se apresuró rápidamente, tratando de encontrar aquel sonido. Pero era pura oscuridad, al final del callejón sólo había una intersección a la izquierda. No le quedaba de otra, era el único que podía salvarla.  Corrió frenéticamente, y sentía como sus niveles de alcohol se trataban de regular, ya que, a medida que pasaba el tiempo, quería estar lo más consciente posible. Pero era tan difícil.  El final de el callejón lo llevó a una avenida. Agitado se desplazó por la gran calle, y al fin, vio una señal de esperanza. En el pare, había una camioneta negra y por supuesto estaba, ''ella'' y se sintió renovado. 
Esto lo motivó, y sin pensarlo dos veces, saltó al carro y empezó a dar golpes al aire, tratando de ser lo más preciso posible. Recibió un  buen golpe en la cabeza, y alguien lo estaba sujetando por atrás. Lo derribó rápidamente, debido a sus largos brazos. Lo tiró de la camioneta, y luego se dedicó a enfrentar a los mastodontes que quedaban. Fue una riña dura. Estaba solo, pero el pensamiento de ver a esa pobre chica y su destino, lo enfurecía. Quería acabarlos, destruirlos por hacerle o quere hacerle daño. Nunca se había sentido de esta manera, y se enfurecía.  El era el único que podía cambiar ese destino. Al final, terminó derrotando a los dos grandulones, pero terminó en un estado miserable , sangrando por la nariz y boca. Juraba que tenía un hueso roto en alguna parte de su cuerpo, pero estaba demasiado ocupado de salvarla a ''ella''. Además seguía ebrio. Tenía que pensar con claridad. 
Su siguiente movimiento fue simple, tiró a esos malhechores a la calle, y condució. La chica parecía insconciente, y no sabía que iba a hacer con ella.

Después de recordar  todo lo sucedido, se sintió estúpido. ¿Porqué había corrido como un ladrón? El no había hecho nada, pero la chica podía estar histérica y lo señalaría a él como culpable. La vislumbró. Aun estaba recostada en la acera, el carro del horizonte, solo había pasado sin notarla. Suspiró. ¿Cómo pudo dejarla?. Podrían haber sido los maleantes otra vez, y ya no estaba para otra pelea. Esa madrugada, había sido la más larga de su vida. Por años. Aunque los eventos no habían sido buenos, en su forma retorcida de ver el mundo, se sintió bien. Por fin, algo diferente había sucedido, algo nuevo. 

Y después, de lo que podría haber sido un milenio, sonrío al cielo y una cálida lágrima rodo por su mejilla llena de marcas de sangre y al mismo tiempo de recuerdos dañinos. Regresó donde ''ella'' estaba. La situó en el carro, y esperó que despertara, para no alarmarla. Podía morir, pero sólo quería ver sus ojos otra vez. Y tal vez agradecerla, a esa extraña, a quién no conocía, a quién no había visto en toda su vida. Pero aún así, en un segundo, había cambiado tanto. 

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