I

24 0 0
                                    

'' No me importa'' le susurré a mi consciencia.

Por unos largos momentos estuve feliz de que él me notara. Al pasar los meses, se volvía mas tóxico. Más peligroso. Ahora eramos casi como mejores amigos. ¿Qué demonios pasaba?. Lo único que se, que no importa que ni la más remota partícula de su corazón ausente pueda llegar a contemplarme a mí como algo más. Yo era sólo feliz por el hecho de hablar, por el hecho de contarme sus más tempestuosos secretos. Guardando un poco la esperanza. Quizá. 

Lo único que me importaba era que en ese momento, tenía la sonrisa más estúpida en mi rostro.

Aunque muy en el interior, aunque tratara de negarlo, sabía que estaba cometiendo el peor error de toda mi vida. 

Era un error que me estaba permitiendo cometer una y otra vez. Pero ¿Quién diría que un error podría ser tan dulce, kilómetros de ser amargo?.

-

Luciana se ofreció una sonrisa en el espejo, tenía que lucir bien. Trató de monitorear cada imperfecto que sobresalía de sus facciones. Su mal autoestima estaba surgiendo en el peor momento. Suspiró. Ya faltaba poco tiempo para que Max pasara por ella, en su destartalada camioneta. Estaba tan concentrado en las elecciones, que no se habían visto por un largo tiempo. Tal vez, se había olvidado de llamarla, o de dejar aquellos mensajes de ''Buenas Noches''. O tal vez, una voz casi inaccesible en su cerebro, aseguró,en el complicado lugar de sus pensamientos.

- O tal vez- repitió- Nunca quiso hablar contigo. El comentario le pegó como una ráfaga de viento pomposa en su corazón. Se cerró. Ya era muy tarde para arrepentirse de todo.

Se miró al espejo por última vez, cuando vio una sombra negruzca al fondo de este. No hizo ningún movimiento, porqué sabía exactamente quién era.

- Hola Edwards - dijo, tranquila- ¿A qué has venido?. Su alta figura desgarbada, más prominiente mientras sus palabras salían de su boca. Él calló su pregunta cogiéndole uno de sus cabellos que se habían escapado de  su perfecto peinado.

- Estas diferente esta noche. No pienses , que,  no te encuentro hermosa en todo los momentos. Pero en esta noche estrellada estás luciendo un color más escandaloso. - dijo, al parecer feliz del efecto causado por sus palabras, al ver el color sonrosado de las mejillas de la chica-

- ¿Sabes qué, Edwards? - picó.

- ¿Qué? 

- Estamos en el siglo 21, no hay necesidad de hablar con tantos formalismos. - aparentó estar malhumorada, pero el complejismo de expresar sus ideas, de la forma que Edwards poseía, siempre la dejaba sin aliento - Además, si estoy o no de buena apariencia, no te debe de incumbir.

- Mala elección de palabras. - contestó - Te encanta que hable así. Además yo nací  en los siglos pasados donde Leffroy le confesaba a su amor a Austen. Sólo que ,aparentemente, como observarás, se han confundido en los años. 

- ¿Qué quieres decir? - preguntó con curiosidad, la menuda chica -

- Quiero decir, que a veces, el que lo domina todo, está tan ocupado en sus asuntos, que se olvida de poner a las personas en las épocas que corresponden. Por eso yo soy una prueba viviente de las falacias de las épocas, una misiva equívoca de los años. 

- Me estoy empezando a preguntar cuanto has bebido hoy. - susurró rápidamente, para luego proferir una risita.

- Sólo lo regular, no me he pasado con mis tragos. No hubiera venido, si estuviera en ese estado. 

Luciana lo comtempló dudosa, para luego pasar a que sus sentimientos de compasión tomaran parte de su corazón. Lo veía claramente, aún atormentado, tan dañado y a la misma vez, tan inocente.  Aun se preguntaba cómo llegó a confiar en ese extraño. Y cómo ahora, aquellos momentos,  habían lentamente evolucionado de sopresa a costumbre. No se quejaba. Le gustaba mucho su compañía. Le gustaba mucho, por fin tener un amigo. Un amigo defectuoso, pero igual, un gran amigo.

- Si quieres, quédate a dormir en el sillón. No le encuentro problema - permitió-. 

- Pensaba venir, para ver una de esos eventos cinematográficos, de que tanto hablas - se burló -

- Lo siento Eddy, pero tengo que irme. Como ves, estaba de salida. - notó como el semblante del hombre a su frente, se volvía de nuevo meláncolico...casi con tonos desesperados-. En verdad, lo lamento. - su ceño se frunció-

- Nunca me dijiste a donde ibas. - cuando las palabras dejaron su boca, se quedaron en el aire dispersadas, aun no siendo recibidas, debido al estruendo repentino de la bocina de aquella destartalada camioneta-.

- Ya ha llegado- sin que fuera su intención, Luciana dio brinquitos por toda la habitación, y la reconocida mirada estúpida salió de su rostro- Díos mio, ¿Cómo luzco?.

- Ya te lo he dicho, y parece que no deseas contestar mis preguntas - dijo,de pronto enojado -  Andas tan arreglada, que parece que saldrás en esas revistas de moda. ¿Quién tiene dicho placer, de que adornes tu ya resplandeciente belleza?.

- Te lo digo en serio, Edwards. El alcohol en tus venas, no es bueno para tu presencia. - bromeó- Es un viejo amigo, que no he visto en un largo tiempo - la figura ya desgarbada de Edwards, se irguió en un santiamén- Su nombre es Max. La verdad estoy muy emocionada - sus palabras fueron interrumpidas por otro sonido estrépito de esa camioneta.

- ¿Y desde cuando estás enamorada... - sus palabras fueron terminadas por el gran zarandeón que recibió debido a la rapidez fugaz de Luciana al pasar para alcanzaer el bolso de mano de la cama, y dirigirse a la escalera-. Luciana, podrías calmarte. Tu actitud me esta llegando a los nervios. Parezco  un intruso, me siento uno - dijo, de pronto resentido- 

Luciana reaccióno, y le dio un cálido abrazo. Su único amigo, su complicado amigo, y su salvador. Tantas cosas habían ocurrido después de su altercado, que se había olvidado de agradecerle por todo lo que había hecho por ella. Ed rodeó con sus brazos su cintura, y depositó su barbilla en su pequeña frente. Después de un momento, Luciana se retiró y lo miró a los ojos.

- Nunca - se dijo más para ella misma, que para él. Y con eso, salió a grandes pompas de la habitación, dejando a un Edwards confundido y desanimado por que el alcohol ya había terminado con los milagrosos efectos, que hacía con sus memorias... y su estado de ánimo.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora