Chulo e inadaptada

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Comenzaré a describir al Chulo.
Nada más y nada menos que un chico popular de esos que juegan con las chicas, que están acostumbrados a que cualquier tía caiga ante sus encantos y pues Charlie es uno de ellos.

El es alto, de buen cuerpo, guapo demasiado guapo, ojos color café , acostumbrado a los lujos de su dinero (Sí, mi chulo aparte de ser un capullo demasiado guapo, es asquerosamente rico)
Rodeado por un círculo de amigos, gente popular al igual que él conformado por las típicas tías falsas, presunciosas e hipócritas, bonitas pero con fama de fulana de la calle y uno que otro capullo riquillo, pero a pesar de la riqueza son sencillos (lo digo porque uno de ellos es un amigo).

  Yo, la inadaptada
No soy tan alta, soy de test blanca ,  ojos grandes y cafés muy claro, delgada, cabello castaño, corto hasta por arriba  del hombro.
En el aspecto social nunca me he podido adaptar ya que mi manera de pensar es muy distinta a la de los demás, mi tiempo lo gasto en leer, mis pocos amigos han desaparecido conforme al paso del tiempo, aveces creó que mi manera de ser también es un repelente infalible de personas, soy muy directa en cuanto a lo que pienso de las actitudes que no me parecen.

No soy muy apta a fiestas, estoy acostumbrada a ser una chica de casa, no soy de una familia acomodada, pero nada me falta mi padre trabaja en una corporación, mi madre es dueña de un hermoso local. Tengo dos hermanos, pero la historia no va por parte de mis orígenes genealógicos.

La prima vez que nós topamos fue en el colegio, yo iba tarde a clase después de un receso, iba tan enfrascada en mi teléfono móvil que no me di cuenta de que venia alguien en la misma dirección que yo iba; al seguir caminando al intentar reaccionar rápido hice el débil intento de esquivarlo y al hacerlo lo único que logre fue irme de bruces dejando caer mi café, mi mochila y mi móvil por un corto lapso de tiempo voló, al darse cuenta de que me caí su sonrisa despreocupada desapareció.

—¿Estás bien?
— Emm... Si disculpa mi distracción.—Le dije con la mirada hacia el piso (Mis ojos quedaron cubiertos por mi cabello alborotado gracias a mi caida)
— No, discúlpame tú a mi. —Me contestó regalándome una sonrisa.
—¿necesitas ayuda?.—Me tendió su mano para que pudiera levantarme. Tomé su mano, me puse de pie. —Gracias.—contesté en vos baja.
— ¿Segura de que no necesitas que te lleve a la enfermería?.—su voz se pintó con un ligero matiz de burla, aun me sostenía la mano.
— Amm...Sí estoy bien aun que no digo lo mismo del conserje al limpiar este desastre.—Señalo con las manos mi café derramado en el pasillo
— Creó que ese será un gran dilema para el conserje, pero déjame comprarte otro café.—Enseguida tira suavemente de mi mano, mientras el rubor en mi cara aumenta a medida que avanzamos por el pasillo en dirección a la cafetería.
— Amm... Gracias pero no es necesario.—digo en voz baja aun ocultando parte de mi cara bajo mi cabello desordenado aun por la caída.
— ¿Qué pasa chica? nada más intento ser gentil contigo.—enseguida me regala una sonrisa esta parece sincera.
— Disculpa, no esperaba ofenderte.—le devuelvo la sonrisa pero no logro evitar mirar detenidamente cada una de sus facciones. ¡Demonios! es demasiado guapo digo para mis adentros mientras yo misma trato de no pareser una boba como las demás chicas que normalmente lo rodean en la mesa de la cafetería «Deja de pavonearte como fulana, se normal y por el amor de Dios no actúes como si te derritieras» me reprendo.
— ¡Hemos llegado chica!.—Dice soltándome la mano y haciendo una graciosa reverencia en las puertas de la cafetería lo cual me trajo de nuevo a la realidad después de ser reprendida por mi subconsciente, esa amargada pero muy sensata tía que evita que meta la pata de vez en cuando.
— Toma asiento.—me dijo señalando una mesa para dos, de esas que normalmente ocupan las parejas que derraman miel en todos lados. Me retira la silla para que me siente.Uau que caballeroso para ser un chulo acostumbrado a solo pasar ratos con fulanas mi subconsciente me mira enfadada con las manos hechas puño y posadas sobre las caderas moviendo la cabeza en señal de desaprobación.
—¡Gracias!.—Le dedico una sonrisa o al menos un intento de ella. ahí  vamos de nuevo mi subconsciente me pone mala cara «¿es que nunca podré ser normal? ¡Buaj! Que más da si nunca lo he sido.»
—Y ¿cómo es que te llamas? 
—Jade—Me sonrojo de nuevo agradezco a mi cabello que no pueda ver mi reacción.
—¡Vaya nombre!—Lo dice retirándose hacia la barra para ir por mi café.

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