Capítulo 9

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A causa de no poder leer lo que escribo, no me sirve de nada apuntar lo que estoy oyendo, así que decido agudizar los oídos para poder adentrarme en ese extraño sonido.

Primero me acerco a la fuente del sonido, que es el cuarto de mi madre, me siento en su cama e intento descubrir desde qué dirección viene el sonido.

Consigo escuchar ese ruidito un poco más claro, sin embargo, llega un momento en el que empieza a ser todo el rato lo mismo. Me esfuerzo cada vez más en intentar indagar en ese ruido, pero, de repente, suena el teléfono de casa y me pego un susto impresionante.

Sin tener ni idea de quién puede ser, pregunto:

-¿Hola?

-Izan, tío, ¿qué tal? -responde Oli.

-No veo una mierda. ¿Tú qué crees? -digo de mala leche.

-¿Vienes a dar una vuelta? -pregunta. -te vendrá bien salir al exterior un par de horas, asomarse por la ventana no cuenta.

-De acuerdo, pero tendrás que venir a ayudarme a salir de casa. Una cosa, ¿No tenías que estudiar? -digo creyendo que sigue siendo miércoles y que tiene el examen de la recuperación el día siguiente.

-¡Tío, es viernes! Sí que estás perdido... -dice soltando una carcajada después.

Se me pasaron esos días muy rápido, no obstante no dejaron de parecerme eternos.

-Ah... cierto, cierto...

Al cabo de media hora, Oliver ya me está tocando el timbre. Abro la puerta y llevo mis manos a su cabeza para asegurarme de que es él.

-¡Skrillex! ¡¿Qué has hecho con mi amigo Oli?! -digo de broma.

-Me lo he comido...Ja, ja, ja... -responde con una voz grave parecida a la del Monstruo de las galletas y que, en mi opinión, da miedo. 

-Oye, ¿tú crees que debería ponerme gafas a lo Matt Murdock? Ya sabes, es ciego y tiene mucho swaj cuando ejerce de abogado.

Directamente ya nos hemos ido a una plaza cercana e inmersos en una conversación sobre si Magneto podría levantar el martillo de Thor, suelto repentinamente y completamente serio:

-Oye, y... ¿Qué tal en... en casa?

-Escucha, ya lo he pensado varias veces. Ya sabes, eso de irme de casa. Pero es chungo. Mi hermana mayor lo hizo en cuanto tuvo la ocasión... y ya sabes cómo está. O más bien cómo no está. De momento me limito a cruzar el pasillo directamente hasta mi cuarto y por el camino paso por la cocina y me llevo comida. Por otro lado, mis padres están otra vez con lo mismo de siempre, pero yo no lo paso tan mal como antes. -responde.

Yo le doy unas palmadas en la espalda y le aconsejo:

-Pedir ayuda no es malo. Lo sabes, ¿verdad?

Él me sonríe (o eso me parece ver) y me dice:

-Me voy a por unas patatas, ahora vengo. No te muevas de aquí.

Me quedo sin hacer nada, simplemente disfrutando de la corriente que crean las calles y escuchando el sonido de los coches al pasar. Esto de no tener vista me permite fijarme más en los demás sentidos. De repente, me cae una gota de agua en la punta de la nariz y, teniendo en cuenta que yo solo no sé guiarme hasta un portal o algo que me cubra de la lluvia, decido esperar a Oli, que no va a tardar mucho en volver.

El típico cielo blanco grisáceo cubre Bilbao, el número de gotas en mi cara aumenta gradualmente y me empiezo a preocupar por Oli debido a que no ha aparecido todavía. De la nada, un paraguas rojo intenso me cubre y me giro en busca de una persona que lo sujete. Me frustro un poco al hacer ese gesto porque, evidentemente, no veo y no puedo saber quién me ha tapado. Me siento como cuando eres una de esas personas que siempre lleva reloj y, al no llevarlo, miras la muñeca en busca de respuestas como un completo inútil.

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