Capítulo 1: agua

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Camino por los pasillos de mercado La Providencia, en Bariloche mientras empujo el carro con alimentos. El televisor está encendido y la conductora del noticiero comenta las últimas noticias del día. Me quedo observando en la pantalla la imagen de una mujer alrededor de treinta años morena, de ojos avellana y sonrisa bonita. Bajo su foto hay números de teléfonos en caso de que cualquiera la vea. Ha desaparecido en el transcurso del día Miércoles -Estamos a Viernes- cerca del Lago Puelo y aún no hay noticias de ella. La familia sale hablando y llorando, rogando a cualquiera que la vea que les hagan saber.

Me dirijo a la caja triste por la notica. La cajera me da mis cosas y salgo del mercado mientras mi teléfono suena.

-¿Hola? –digo

-¿Hola? –repito, pero nadie contesta así que corto la llamada y guardo mi teléfono en los bolsillos de mis jeans.

Entro a mi casa cargada con las bolsas y prendo el hogar. El invierno se está acercando y con él las nevadas que causaran el cierre de las carreteras.

Subo las estrechas escaleras que conducen a mi habitación con un pequeño cuarto de baño y decido darme una ducha para calmar el frío. Abro el grifo esperando que el agua salga mientras oigo el ruido sordo de las tuberías pero el agua continúa sin salir. Intento de nuevo pero nada ocurre así que cierro el grifo y bajo las escaleras para llamar a un técnico. Me detengo a mitad de las escaleras al escuchar la ducha abierta. Volteo despacio la cabeza con el corazón en la garganta y una opresión en el pecho. Subo hasta el cuarto de baño a paso lento y cuando entro me quedo tiesa en el marco de la puerta. La ducha está cerrada.

Salgo del baño y bajo rápidamente las escaleras de dos en dos para salir de mi casa. No tienes por qué salir tan asustada, sólo es un grifo, me digo a mi misma mientras cierro la puerta principal y salgo al frío de la intemperie a paso rápido.

Estoy tan absorta en mis pensamientos en busca de una posible explicación a la extraña situación que no veo venir a un muchacho e, inevitablemente choco contra él perdiendo el equilibrio y cayendo hacia atrás en el pavimento, raspándome y rasguñándome los muslos con las piedras mientras el hombre me tiende una mano y me ayuda a levantarme del suelo.

-Lo siento –me disculpo mirándolo a los ojos, que son de un impresionante negro profundo, de esos que absorben todo sin revelar nada. Tiene el cabello del mismo color y rulos cayéndole en la frente, que se dedica a apartarlos con la mano. Es alto y de una musculatura impresionante, de espalda y hombros anchos mientras que su cintura es estrecha.

-No te preocupes, ¿estás bien? –me pregunta examinándome de arriba abajo en busca de algún moretón. De repente su boca se curva hacia un lado y siento un vuelco en el estómago cuando extiende su mano hacia mi cabello negro y saca una hoja de él, dejándola en caída libre hacia el suelo.

-Gracias –le digo- Esto.. yo debo irme

-Claro, nos vemos –dice aún con la mirada fija en mis ojos verdes. Su mirada me intimida y me hace sentir desnuda, con ganas de cubrirme y hacerme pequeñita ante su intensidad.

-¿Nos vemos? –pregunto confundida

-Claro, ten por seguro que te encontraré.-dice, y tras esto se marcha.

Lo observo hasta que su figura sólo es una silueta negra indistinguible preguntándome que rayos quiso decir con eso. ¿Me encontrará? ¿Para qué? El miedo me paraliza. No lo conozco y él no me conoce. Eso sólo puede traer problemas. Lo mejor será que me olvide, ya que en verdad no creo que vaya a buscarme y en tal caso, las posibilidades que tiene un hombre de encontrar a una mujer que sólo vio una vez en la calle y no sabe ni quiera su nombre son remotas.

Tras caminar un largo rato y no encontrar consuelo con mis pensamientos decido volver a casa.

Una gota me cae sobre la cabeza.

Y luego otra.

Y otra más.

Hasta que se desata la lluvia y con ella me empapo y por fin, por primera vez en el día puedo abrir la boca y respirar.

Una vez dentro me saco la ropa empapada y subo las escaleras para ponerme ropa seca. Mi pié se empapa. Miro hacia abajo y por el suelo del baño se filtra agua. Abro la puerta de este, que se encuentra totalmente inundado y con agua rebalsando de la bañera, derramándola por los lados y la canilla abierta.

Estoy anonada viendo el agua derramarse cuando escucho que el chirrido de la que puerta se cierra lentamente.

Se me hiela la sangre y lo único que puedo hacer es quedarme tiesa con los pies fijos en el lugar. Mi corazón late muy rápido y estoy sudando, una fría gota me resbala por la espalda y me tiemblan las manos.

No quiero voltearme. Pero lo hago.

El aire sale de mis pulmones y puedo respirar nuevamente. No hay nada. Cierro la ducha y me acerco a paso lento hacia la puerta y la abro. Todo está como siempre. Nada de esto tiene sentido.

Ha de ser el viento- me digo a mi misma para calmarme, mientras se me ralentiza el pulso. Tomo una gran bocanada de aire y me dispongo a limpiar toda el agua derramada pero un pensamiento me asalta y no deja lugar a nada más; ¿Quién abrió la ducha? No soy capaz de pensar con claridad, miles de hipótesis me asaltan a la mente pero todas carecen de sentido. Es imposible que se haya abierto sola y los fantasmas no existen. No en mi mundo. Por lo tanto, ¿Cómo se abrió? Mi cabeza da vueltas y mi vista se nubla. Me agarro del lavabo para evitar caerme mientras las lágrimas me empañan los ojos.

Sólo se una cosa con claridad: Estoy aterrada.


BeatrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora