La imagen de Ahian invadía mi mente por completo a toda hora. No podía dejar de pensar en sus atractivos hoyos negros que tenía por ojos, como tampoco su sonrisa cómplice. Sentía que estaba cayendo en un agujero negro del cual no habría salida, que me iba absorbiendo lentamente oprimiendo todos y cada uno de mis pensamientos y sólo quedaba uno: él.
No lo había vuelto a ver desde nuestra cita en el café. -¿se le podía llamar a eso cita?- y de eso hacía cuatro días pero se sentían una eternidad. Me obsesionaba él y toda su persona al punto de bloquear todos los demás pensamientos y que parecieran, a comparación de él, algo trivial. Me quedaba despierta en la noche con la cabeza en mi almohada creando encuentros que jamás sucedieron. Pero eso no importaba, al menos ahí lo podía ver. La ansiedad de verlo aumentaba conforme iban pasando los días y buscaba maneras de encontrarme con él, pero sólo sabía su nombre ¿Cómo habría hecho él para encontrarme?
Seguí con mi vida normal durante una semana completa con una sola excepción : ya no se sentía normal. Sentía que me habían entregado una chispa de vida y luego arrebatado, dejándome otra vez a oscuras. ¿Cómo volver a verlo? Me aferraba a la esperanza de que volviera a golpear mi puerta o encontrármelo por la calle pero...¿Y si él jamás volvía? ¿Qué pasaba si se había dado cuenta de lo corriente que soy ante sus ojos? Un solo encuentro me había bastado para obsesionarme de un modo que me aterraba, no podía simplemente olvidarlo y eso me molestaba. Sentía que no podía pensar con claridad, estaba atrapada en mi mente y las voces me rodeaban, me decían que lo encuentre porque él no lo haría. Eso hice
Después de horas y horas de buscar por la guía telefónica y llamar a todos los Ahian que figuraban en ella en esta zona, di con él. Su voz era inconfundible para mí.
-Hola –dijo él y mi cuerpo volvió a la vida. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué me había obsesionado con él y llame a todos los Ahian de Bariloche solo para poder volver a verlo? Quedaría como una lunática pero ya era demasiado tarde. Podía ser una cobarde y cortar y con ello desperdiciar todo el esfuerzo que emplee para encontrarlo o podía ser valiente y atreverme a algo una vez en mi vida. Opté por la segunda opción.
-Hola-susurré
-¿Quién es?-preguntó él. En ese momento todas las esperanzas que había albergado desaparecieron, dejándome con un agujero en mi pecho. No me reconocía. Era verdad que sólo había escuchado mi voz en dos ocasiones pero aún así dolía y yo lo hubiera reconocido en cualquier parte, sin importar las veces que lo haya visto u oído. Dándome cuenta de mi error corté.
Me di cuenta por qué la gente no se atreve a hacer lo que quiere. Por esto mismo, por miedo a dar todo de ti y no recibir nada, por miedo a que a la otra persona no le interese todo el trabajo que has hecho para llegar a ella o ni siquiera se tome el tiempo de pensar en ti cuando eh pasado una semana completamente loca y aturdida por su persona, recordando y volviendo a nuestra conversación una y otra vez, memorizando sus palabras, sus gestos y sonrisas y todo eso para nada, porque a fin de cuentas, la vida no se detiene por nadie y todo el tiempo que perdí obsesionada con él nadie me lo devolvería y era absurdo ya que él claramente no me recordó como yo lo hice porque me hubiera buscado. Y no lo hizo.
No lo hizo.
Las lágrimas caían descontroladamente por mis mejillas y mis sollozos pronto se convirtieron en desesperados aullidos. La tristeza dejaba paso a la furia, lo cual era mil veces mejor porque la tristeza era imposible sobrellevarla, te hacía sentir vulnerable, pequeño y perdido. Mejor era la maldita furia, la sangre y adrenalina corriendo por tus venas, apoderándose de ti sin dejar nada más que sangre caliente.
Agarré un florero de la mesa del comedor y lo estampé contra el suelo. Los pedacitos de porcelana se esparcieron por el suelo, imposibles de volver a juntarse. El recuerdo de algo que había sido y jamás volverá a ser.
Grité. Grité para que salieran todas las falsas esperanzas que había albergado en mi interior pero tropecé con un trocito de porcelana y caí, clavándomelo en mi muslo. Ahogué un grito y lo saqué muy despacio mientras el suelo se teñía de rojo y apretaba con mi mano el muslo herido.
-Mira lo que has hecho- le dije a un Ahian ausente.-Te costará caro haber roto mi corazón.
Lloré mientras me desangraba entre floreros rotos y chachos de sangre tibia. Luego perdí la conciencia y todo se volvió negro.
Cuando desperté en el suelo del comedor mi herida ya no sangraba y afuera ya estaba oscuro. Me levanté despacio para no volver a caer y me aferré al borde de la mesa mientras lo hacía.
Busqué la escoba y barrí todos los pedazos del florero, después limpié la sangre y vendé mi herida, no sin antes pasarle un ungüento para que cicatrizara más rápidamente.
En la oscuridad y soledad de mi habitación pensé en lo estúpida que había sido y todo el daño que me había hecho él. Nadie jamás te dice cuánto duele el rechazo o la desilusión. Entregué todas mis esperanzas al primero hombre que conocí y mira lo que ha sucedido. Jamás había tenido un novio en mis veinte y seis años y gracias a ello mi corazón y cordura seguían intactos. Pero ahora él había irrumpido en mi vida y en una sola tarde: ¡puf! ¿Siempre se tardaba tan poco en conquistar el cuerpo y alma de la otra persona? Eso ya no importaba, el había destruido mi inocencia y ahora me iba a vengar. Debía trazar un plan para que sufriera y se arrepienta de lo que hizo. Mañana comenzaría mi dulce venganza.
Me despierto a mitad de la noche por el ruido de algo chocando contra el suelo y rompiéndose. Me deshago de las sábanas y bajo despacio las escaleras, temerosa de no saber que me voy a encontrar. Respiro profundo mientras se me pone la piel de gallina y escucho otro ruido de algo rompiéndose en mil pedazos. Un escalofrío recorre mi espalda mientras bajo el último escalón y me quedo de pié en el comedor. No hay nada fuera de lo normal así que me dirijo lentamente a la cocina y agarro un jarrón del comedor, aferrándome a él con todas mis fuerzas. Cuando entro en la cocina grito.
Hay platos en el suelo rotos en pequeños pedazos y las alacenas están todas abiertas, pero lo que deja helada es una figura en un rincón de la cocina.
No puedo moverme, mis pies están aferrados al suelo y el horror y el miedo me invaden, siento mis mejillas húmedas aunque no recuerdo cuando comencé a llorar. Me aferro más al jarrón y comienzo a ir hacia atrás, con miedo de que si me volteo me atrapará pero él se limita a acercarse lentamente y cuando la luz de la luna ilumina su rostro y observo quien es, el jarrón se me resbala y se hace añicos, uniéndose a los cadáveres de platos que hay en el suelo.
-¿Me extrañaste? –dice Ahian con voz baja y grave.
Me despierto sobresaltada y gritando en la cama, escuchando el latir frenético de mi corazón. Mi remera está mojada del sudor y mi respiración es irregular. No le alcanza con atormentar mis días si no que ahora también lo hace por las noches, de una forma más oscura y aterradora.
Me quedo sentada y despierta en mi cama hasta que mi corazón se ralentiza y me calmo, pero aún así soy incapaz de volver a conciliar el sueño por miedo a que la pesadilla vuelva. Así que me quedo toda la noche en vela, mirando la luna a través de mi ventana.
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Beatris
Mystery / ThrillerMe despierto en medio de la oscuridad. Estoy en el bosque bajo el cielo nocturno en una noche de Julio. Los árboles han perdido sus hojas por el frío invierno y juegan a crear extrañas figuras en la oscuridad. El suelo está cubierto de un impoluto b...