La Noche

3 0 0
                                        

-Hace frío aquí.- dije.

-¿Cómo puede ser el mundo tan extraño?- dijiste, cambiando de tema.

-El mundo no es extraño...nosotros lo somos.- contesté.  Me miraste como buscando nada en mi mirada, solo me miraste.

-Vamos a casa, ¿quieres ir a casa?- propusiste dejándome nuevamente sin palabras.

-¿Me estás invitando a tu casa?- fue lo que pude decir.

-Si. Tú y yo. Veamos una película.- mencionaste sin titubear.

-Vale, vamos.

Volvimos al auto. Condujiste por las calles de la ciudad tal cual alma vagabunda en cuerpo extraño.  Las calles además de oscuras, vacías.  Las mismas calles que a diario transito esta noche lucían diferentes.  Pudo haber sido la compañía como pudo haber sido el sentimiento que en mi despertaba. Al llegar mencionaste que tu madre no estaba.  Abriste la puerta y la sostuviste  para que yo pasara.

-Gracias.- dije, mientras cerrabas la puerta nuevamente.

-Voy a buscar algo de tomar, ponte cómoda..."mi casa es tu casa."- y se fuiste a la cocina.

Recorrí detalladamente con la vista todo lo que alcancé a ver.  El sofá, la butaca, la mesa con la lámpara, el televisor, el componente, la ventada decorada con una preciosa cortina, el gran florero lleno de espigas de fantasía.  Me sentía tan bien, como en casa.  Entonces pasé los dedos por la tela del sofá, suave, blanda.  Dí la vuelta y me senté.  Respiré profundo, quería memorizar aquel olor.

-¿Disfrutas tu estadía en la sala?- aquella voz nuevamente.

-Definitivamente si...- dije, mientras en mi cabeza gritaba un, 'no creo que se repita.'  En las manos traías dos cervezas, una para cada uno.  Sentándote a mi lado me diste una.  

-Entonces, ¿qué te parece?- preguntaste.

-Pienso que es perfecta.  Todo en su lugar, sin sobre cargar la habitación.  Es un buen trabajo.- contesté con aire de diseñadora de interiores profesional y en tono de broma a la vez.

-Todo el crédito para mi madre.- tus palabras retumbaron en la habitación y seguido a ellas un incómodo silencio se hizo presente. Nos bebimos las cervezas en silencio, acompañados de fugaces miradas. Rompiste el silencio. -¿Terminaste con eso?

-Si, gracias.- me quitaste la cerveza de las manos. 

-Voy a buscar más.- y desapareciste otra vez. 

-Te imaginaba diferente.- decías mientras me entregabas otra cerveza.

-Diferente cómo.- pregunté.

-No pensé que tomarás cerveza.

-No hace sentido.

-Me refiero a que...asistes a clase puntual, entregas la tarea puntual, siempre estás entre las historias de tus libros. Nadie pensaría que en tu tiempo libre te tomarías una cerveza.

-¿Solo una?-bromeé.- De igual forma nadie pensaría que entraría a tu casa.

-Nadie pensaría que yo te invitaría.- dijiste

-De acuerdo. Nadie pensaría que pudiéramos estar aquí, ahora, hablando sobre esto y tomando una cerveza.  Vale, vale. ¿Quién lo pensaría? Una chica normal, tomando una cerveza en casa del chico popular.  No hace mucho sentido de todos modos.- dije

-¿Cómo no va a hacer sentido? Es lo clásico.

-No. Lo clásico sería el chico popular capitán del equipo, junto a la capitana del equipo de porristas bebiendo cerveza en la sala de tu casa.  Es lo que se ve en la televisión.

-Lástima que no hayan porristas en nuestra escuela.-dijiste

-Lástima, te quedaste sin tu capitana del equipo de porrismo.-dije

-Lástima.-comentaste con una sonrisa pícara en tu rostro.

El tiempo pasaba, las botellas de cerveza vacías se amontonaban en la bolsa que habías buscado.  Hablábamos de puras estupideces y de algunas cosas más interesantes.  En los pasillos de la escuela  solías ser tan altanero, arrogante; en cambio esta noche te mostrabas humilde, dulce, amistoso. Siempre chistoso y sincero.  Mas sincero de la cuenta.

-Eres hermosa.- dijiste entre risas.

-Estás borracho.- dije también riendo.  Dejaste de reír, la sala de pronto parecía muy pequeña para ambos.  Diste un último trago a tu cerveza y la dejaste en el suelo.  Te acercaste a mi.

-No. No estoy borracho.  Mis sentidos están claros y se bien lo que quiero.- decías, muy cerca de mi en un susurro.

-Y qué quieres.

- Decirte lo que pienso.- te alejaste.

-¿Qué piensas?- dije controlando los nervios que crecían poco a poco dentro de mi.

- Pienso en ti, en cuanto he deseado verte sentada en ese mismo lugar.  Pienso en todas las veces que pienso en ti: cuando me levanto, cada que te veo en el pasillo, cuando me voy a dormir, aún cuando duermo.  En cuánto te deseo.- se quedó mirándome, fijamente a los ojos.  Y yo me acerqué.  Diablos, me acerqué demasiado y te besé. 

Nosotros y alguienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora