¿Alguien se sabe el número de un psicólogo?

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Llegué a mi casa completamente alicaída. El día había ido fatal.

Primero, había suspendido la recuperación de Sociales, por lo que tendré que venir a finales de junio para los exámenes globales. ¡Adiós vacaciones de verano!

Después se me ha caído ácido clorhídrico en la mano durante los experimentos de... ¡de qué narices va a ser! ¡De química! Me he perdido la tercera hora, en la que estábamos viendo la versión original de Los Juegos del Hambre (la película, sé que el original original es un libro), porque estaba en la enfermería. Genial, justo la única hora que no quería perderme por nada del mundo.

Para colmo de males, Maitane había aceptado ir con aquel chico... como se llamaba ese hijo de su madre... ¡ah, ya me acuerdo! Con Ander a la fiesta del último curso. No me sorprende, la verdad; el chico se supone que es guapo, con su pelo castaño alborotado y sus ojos celestes.

Sé que no debería molestarme esto último, pero lo hace. No sé... es que... ¡tenía la esperanza de poder pedírselo yo, vale! Ya lo he dicho. Y, para los despistados que andan con la mente en las nubes; sí, soy lesbiana.

Aunque, siento honesta, creo que no podría ni decirle media palabra antes de empezar a balbucear como una loca. No sé lo que ella piensa de mí; si soy una rarita o soy una imbécil. Ella no sabe porque tartamudeo, la razón por la que mis mejillas están escarlatas (una vez llegó a preguntarme si tenía fiebre, fíjate tú) o el porqué de mí comportamiento en general; y yo no pienso decírselo, no ahora por lo menos.

Lo que sea, estará mejor con ese chico... ummm... se me ha vuelto a olvidar el nombre. Da igual, es estúpido, pero la cuidará bien; más le vale, si no lo mato.

Sin embargo, esa convicción no evita que me derrumbe al entrar en casa. Ríos de tristeza brotan de mis insulsos ojos grises, más comunes que el nitrógeno en la atmósfera (suspendo Sociales, pero no se me dan del todo mal las Ciencias Naturales).

Me da igual si se preocupan mis padres, ellos no me conocen. Si preguntan luego, diré lo del examen y el ácido; es lo que necesitan saber y, desde luego, es suficiente razón para llorar.

Pero mis lágrimas no son por eso, ni mucho menos. Lloro por que la vida es complicada. Lloro por no poder mostrarme como soy tras la máscara de niña normal. Lloro porque Maitane es heterosexual y nunca me mirará de forma especial, con esos ojos verdes que te invitan a perderte en el bosque de sus pensamientos... ¡Qué hago! ¡Ya estoy fantaseando otra vez!

Levanto la mirada, cansada de mirar al estampado de mí colcha desde detrás de un cristal sucio, y me encuentro frente a unos ojos azul verdosos que están fijos en mí:

- ¿Por qué lloras, Leire?- preguntó Nerea, tan preocupada que me habría reído si no estuviese tan mal. La chica de cabellera negra, recogida en una espiga mal hecha, examinó mis vendas-. Eso debe doler, pero no es eso lo que te hace sufrir, ¿me equivoco?

Negué, sin ganas de abrir la boca para nada que no fuera comerme un helado de chocolate gigante. Honestidad ante todo: si os hubiese ocurrido a vosotros, ¿hubierais querido hablar? Me parece que no. Además de que Nerea ya sabía todo lo que pasaba por mi cabeza.

- Alguien te ha hecho daño aquí, ¿verdad?- siguió con su interrogatorio, señalándose al pecho.

No tenía nada que perder; después de todo ¿a quién se lo iba a decir Nerea? Asentí; durante el gesto, un par de mechones de mi cabello miel cayeron frente a mi campo de visión. Mientras ella continuaba hablando, me dediqué a soplar para apartarlos.

- Estaba clarinete- sonrió (esa era su manera extraña de decir "claro"; a veces, parece tener vocabulario propio)-, pero... ¿te diste cuenta de la cara que puso Maitane cuando él se lo pidió? Es obvio que no quería ir; tú más que nadie debió haberlo notado, no en vano te has estudiado sus gestos cual acosadora profesional.

Al final, Nerea cumplió su objetivo; una media sonrisa se abrió paso en mi rostro, apartando las lágrimas a su paso.

-Entonces... ¿tarde de chicas?- inquirió, tan emocionada que en cualquier momento se pondría a dar saltitos por mi habitación-. Podríamos ir al cine, o de compras, o...

- Para- la detuve en mitad de sus divagaciones sobre posibles planes. Al parecer, la aspiradora de la vida parecía empeñada en limpiar mi futuro de momentos felices y aspirar mi alegría-. Primero, no me gustan las compras- tomé aire, mentalizándome para poder pronunciar las palabras siguientes-. Segundo, si hablo contigo fuera de este cuarto seguro que me mandan a un psiquiátrico.

Una risa amarga inundó la garganta de Nerea. Siendo sinceros, me esperaba de todo menos una risa después de ese comentario.

- ¿Qué?- pregunté, un poco asustada por su reacción.

- Es graciosa tu manera de decirme "no existes" a la cara, sólo eso- respondió -; aunque admito que me ha dolido. Pero podemos hacer otras cosas aquí, como ver Divergente en tu portátil.

Creo que debería ir al psicólogo; esto que hago no es normal. ¡Qué estoy hablando con una amiga imaginaria, por el amor de Dios! Me da que tengo esquizofrenia, no hay otra explicación.

Intenté ignorarla sin éxito. ¡Es qué es como una niña pequeña! Pide atención a gritos (no de forma literal; aunque, pensándolo bien, nada de esto es literal) y, como soy la única que puede verla, me toca a mí cargar con el muerto. Pero hoy no estaba para sus berrinches ni sus juegos; así que, al contrario de lo que normalmente hago, le grité:

- ¡¿Cómo es posible que seas tan pesada si estás hecha de aire?!- solté mientras ella intentaba pulsar el botón de encendido en mi ordenador. Una tontería, si te paras a pensarlo; sus dedos son intangibles y es imposible que consiga tocar esa tecla.

Esta vez no rió, ni le quitó importancia al asunto. Las lágrimas inundaron el mar de sus ojos y su labio inferior empezó a temblar como la gelatina.

_ ¡Solo intentaba ayudar, ¿sabes?! ¡Intentaba animarte! ¡Pero claro, hablar con un ser imaginario de tus problemas no es sano! ¡Pues muy bien, no volverás a hacerlo!- después del discurso, se dirigió a la puerta; se detuvo a unos centímetros de ella-. Ummm... una cosa más... ¿podrías abrirme la puerta, por favor?

Suspiré; esta chica, o ser, o lo que quiera que sea, no tiene remedio. Me levanté y giré el pomo; abrí la puerta lo justo para que pasase su cuerpo, ni un milímetro más. ¿Qué? Es divertido ver las acrobacias que hace para salir de mi habitación. Aunque no pude evitar sentir un poco de pena; quizá no existiera, pero era mi amiga.

Uf; definitivamente, tengo que pedir cita en un loquero.

Aquella noche me dormí sin cenar. No quería mirar a mis padres a la cara; verían que mis lágrimas son fruto de mal de amores. Entonces preguntarían quien es el chico que me rompió el corazón y tendré que mentir.

¿Por qué? Ahora lo explico. Mi familia no es que digamos muy abierta de mente sobre los temas no-heteros.

Recuerdo una vez, en una cena familiar, mi primo Daniel bromeó sobre que sería guay tener pechos y ser una chica en general. Si las miradas matasen... hubiese ido al funeral de mi primo tropecientas veces; sola, porque el resto de de mi familia estaría en la cárcel por homicidio.

Yo, claro está, no me uní a los asesinos por visión. En aquel momento no tenía muy claro quién era (a ver, que ser lesbiana no es algo que se decida de la noche a la mañana; y, en una familia como la mía, menos aún), pero no me parecía bien mirarle de esa forma tan venenosa; si quería ser mujer, adelante (eso sí, que no se queje por la regla).

Ahora que lo pienso, llevo sin ver a Dani desde aquel día. Me pregunto cómo le irá.

Desde luego, debo contarle esta anécdota a mi psicólogo.

Bueno, el punto es que me dormí sin cenar. Eso sí, tuve sueños raros: Daniel transformado en Daniela, Nerea comiendo helado de chocolate enfurruñada (sentí una punzada de envidia, ya que era el helado que yo quería), Maitane con Ander... vale, esto último no lo describo por si esto llega a manos de un menor de edad.

Soñaba, ajena a todo; a mi propia tristeza, mi dolor. ¿Quién narices podría haberme dicho que iba a pasar a partir de aquella noche? ¿Qué genio pudo haberlo previsto?

Y la pregunta, sin lugar a dudas, más importante: ¿Alguien se sabe el número de un psicólogo?

Imaginaria (#JustWriteIt #LGBTQ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora