Capítulo 3

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La fortuna de Ardían no iba a mejores, en cambio, cada suceso iba de mal en peor, primero con la incómoda compañía de Rebeca y ahora el encuentro desafortunado con Paula.

Por esta última chica, Adrián no sentía que fuera una molestia, todo lo contrario, sabía que era amable, atenta y amigable, lograba caerle bien a todos rápidamente por su manera de ser, sin embargo, él conocía más allá de lo que ella se limitaba a mostrar ante los demás.

Conocía como su amabilidad se transformaba en ira y como su comprensión la abandonaba para que la intolerancia junto a la irracionalidad la llenen y destruya a todas las personas que estén a su lado.

Pero todo aquello lo escondía, tras su sonrisa que para Adrián era cínica, y su linda ropa que su padre el cual era político le compraba.

—Por Dios Adrián no me mires con esa cara, pareces un tonto.

Paula ríe delicadamente y sus amigas le siguen, Adrián deja trae su mente de nuevo al presente y parpadea varias veces para cambiar de semblante.

—Lo siento, es que me has sorprendido, jamás pensé encontrarte de nuevo, creí que estabas en otro país.

Una chica millonaria no tenía necesidad de quedarse en un país con tan pocas oportunidades laborales y una educación con falencias. Presumía siempre de su dinero en la universidad, llegaba en auto lujoso y con chofer, en el tiempo que se relacionó con Adrián no dejaba de decirle que se iría del país y que lograría grandes cosas afuera, pero los planes se los trunco ella misma.

—Decidí quedarme un poco más aquí.

Responde Paula aunque desvía la mirada de Adrián, aunque no era necesario, sin verla a los ojos sabía que ella decía mentiras, no pudo irse porque aquí tenía una gran deuda moral.

—Ya veo...

—¡Siguiente!.

La voz de chica que atendía la registradora lo salva, Adrián rápidamente voltea y hace su pedido, cancela y toma el pequeño cuadrado que vibrara cuando su pedido ya esté listo, da media vuelta y con un gesto con la mano y una sonrisa se despide de Paula.

—Espero verte pronto Adrián.

Alcanza a escuchar él antes de alejarse completamente del lugar

—Yo espere no verte jamás —dice para sí mismo.

Al regresar a la mesa se disculpa con Rebeca por la demora, y rápidamente trata de hablar de algún tema trivial para pasar el tiempo mientras el pedido estaba listo. En su mente alejaba todo pensamiento sobre Paula y todo lo relacionado a ella, no quería actuar raro frente a Rebeca que durante los últimos minutos se había comportado muy bien.

Y es que Rebeca se había decidido a no mostrar mucho aquel gusto a primera vista que sintió por Adrián, su intuición femenina y las experiencias de terceros que ha llegado a saber, le han recordado que si demuestra mucho tan rápido el chico se puede huir.

Pronto el pequeño cuadrado empieza a vibrar y a brillar, Adrián se levanta rápidamente y va por su pedido, mira a varios lados para evitar el encuentro con Paula pero al parecer no están cerca. Llega al local, entrega el cuadrado y se va con la bandeja de su pedido nuevamente a su mesa.

—Bien aquí está.

Adrián deja la bandeja sobre la mesa, toma su taco y empieza a comerlo. Rebeca hace lo mismo, y luego de dos bocados y un sorbo de gaseosa, siente que le hará falta un poco de bebida para aguantar el picante.

—¡Dios! Pica pica —la chica abre su boca y agita su mano delante de esta para que el aire alivie el ardor.

—¿Tan picante esta? No me parece —dice Adrián tomando un sorbo de la gaseosa—. Si quieres cambiamos.

La idea distraída de Adrián hace sonrojar a Rebeca, al pensar ella en que sería como una clase de beso indirecto. Pronto Adrián cae en cuenta y corrige lo que ha dicho.

—Lo siento, no pensé en eso, solo... Ya olvídalo —pone su atención en su taco nuevamente y el resto del almuerzo transcurre en un silencio incómodo.

De camino al trabajo nuevamente ninguno sabe cómo iniciar una conversación para rompe el hielo que se había instaurado desde aquella incomoda sugerencia de Adrián, y es que aunque Rebeca haya intentado romperlo antes agradeciendo por la invitación, Adrián solo pronunció unas palabras y se quedó mudo de nuevo.

Rebeca no sabia como sentirse, si feliz por haber estado un tiempo con Adrián a solas, o mal por aquella actitud tan esquiva y fría que Adrián había adoptado.

—Bien pues gracias por aceptar la invitación —dice Adrián cuando llegan al frente del edificio—. Me agrado tu compañía, espero poder volver a hacerlo.

—A mí igual, pero no agradezcas, debo ser yo la que agradece por qué me acompañaste a almorzar.

A pesar de las palabras de Rebeca, en su mente pensaba otra cosa muy distinta, la actitud de Adrián le habían quitado las ganas de intentarlo con él ya que solo podía llegar a la conclusión que era una molestia para él.

—Yo a gusto de hacerlo, bueno pues me retiro, que tengas suerte en el resto del día, quizás nos vemos más tarde a la salida —Adrián trataba de golpe ser el silencio del almuerzo con palabras bonitas, aunque dudaba que ayudará en algo, el brillo de los ojos de Rebeca ya no estaba, eso parecía una mala señal.

—Lo dudo Adrián, tengo que trabajar hasta tarde, pronto se organizará un evento aquí en el edificio y debo organizar la gran mayoría.

—Ya veo, pues entonces mejor me despido de una vez, que tal no pueda más tarde.

Adrián da unos cuantos pasos hasta quedar a pocos centímetros de Rebeca, inclina su cabeza y me da un peso en la mejilla, una actitud de galán, para quitar de los recuerdos el comportamiento de indiferente del almuerzo.

—Hasta mañana entonces, gracias por hoy —añade al beso Adrián.

—G-gracias a ti también —dice titubeante y sonrojada la joven Rebeca.


Amor con M de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora