Capítulo 2 (parte 1)

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Una hora antes, no muy lejos de allí

Me parece oír la sintonía de mi móvil, aunque puede que mi cabeza me esté jugando una mala pasada y simplemente me parezca escucharla entre la atronadora y ensordecedora música que mi hermana tiene puesta en su habitación.
Busco como un loco, tratando de afinar el oído, pero nada.
Bufo y me encamino al cuarto de mi alocada hermana, a la que encuentro haciendo unas posturitas un tanto raras sentada sobre su cama.
-¡Arancha!- grito yo plantándome en medio de su habitación rosa chicle- ¡Arancha!
Ésta parece cerciorarse entonces de mi presencia y deja de moverse como una contorsionista del Circo del Sol.
De un brinco, baja de su cama y camina hacia el escritorio donde yace encendido su portátil, con los altavoces conectados, desde donde emana aquel torrente de música.
-¿Te vas?- pregunta mirándome de reojo mientras teclea algo en el portátil.
-¿Quieres hacer el favor de bajar la música?- la pido yo, pero ella hace caso omiso. Continúa mascando chicle de manera algo exagerada- Por favor.
Entonces sonríe y gira el regulador del volumen de los altavoces, que son míos y que ha cogido sin mi permiso, en un porcentaje menor al que me hubiese gustado.
Arancha sonríe y se sienta con coquetería frente al ordenador.
Mí alocada, pizpireta y, compradora compulsiva de todo tipo de artículos (especialmente ropa y comida japonesa) hermana se llama Arancha Quirós Sáez, tiene dos años más que yo, es decir, veintidós, y estudia su último año de Magisterio en mi misma universidad. Actualmente no tiene novio, que yo sepa, y trabaja por las tardes en una cafetería del centro. Gracias a ello puede permitirse tener una tarjeta de crédito que utiliza única y exclusivamente para realizar cerca de diez pedidos semanales en páginas de compra por internet. El cartero ya se ha hecho íntimo de la familia y me pregunto si mi madre y mi hermana le invitarán a cenar con nosotros en Nochebuena.
-Oye, por casualidad tú no habrás recogido ésta mañana un paquete a mi nombre, ¿verdad?
-¿De qué hablas? Me paso las mañanas en la universidad, igual que tú. Pregúntale a mamá.
-Mamá no está- me informa ella y me resulta extraña aquella revelación. No me he dado cuenta de que mi madre había salido de casa.
-¿A dónde se ha ido?
Ni caso. Arancha me ignora nuevamente y se concentra en la página web que está mirando mientras tararea la canción que ahora suena a través de los altavoces. Resoplo y la doy en el hombro, reclamando su atención.
Ella bufa y pone los ojos en blanco.
-¡Joder!- grita de pronto- Es la última vez que hago un pedido en ésta puta página- exclama acalorada, y se levanta de la silla. Gira sobre sus talones mientras camina y se deja caer en su cama- ¿Te puedes creer que el vestido rojo con encaje que pedí hace más de una semana no me va a llegar hasta dentro de tres días?- pregunta mirando al techo, claramente ofendida.
-¿Y qué me importa a mí eso? Te he hecho una pregunta.
-¡Que no tengo nada que ponerme para mañana!- exclama ella y siento que, nuevamente, está llevando la conversación por donde a ella más le conviene.
Mi hermana es experta en hacer ese tipo de cosas. Tiene una verborrea admirable para cualquier persona como yo, o como Félix, que más que con las palabras nos expresamos con las miradas. Esa es solamente una de las cientos de miles de cosas en las que Arancha y yo nos diferenciamos.
Bajo la vista y me masajeo las sienes.
-¿Quieres decirme de una vez dónde ha ido mamá?
-No lo sé. Salió hace una hora. Creo que iba a cenar con ese nuevo amiguito suyo...- el tonillo que emplea entonces mi hermana para referirse a esa nueva amistad de mi madre, me pone en alerta.-¿Qué nuevo "amiguito"?- pregunto imitando su tonillo estúpido.
-¿Qué sé yo? ¡Pregúntale a ella!- vuelve a gritarme y se levanta echa un basilisco de la cama. Abandona el cuarto y yo me resigno. Decido volver a mi habitación y buscar ahora que puedo alcanzar a oír mi propia respiración, el teléfono móvil.
Mientras leo los mensajes que los pesados de mis amigos han dejado en los últimos tres minutos en el grupo que tenemos en común, no dejo de pensar en mi madre y esa posible nueva amistad. No es que quiera cortar sus alas. Tiene derecho a conocer a quien quiera, sólo que su última relación salió tan mal que...
No puedo seguir pensando en las desventuras amorosas de mi madre, pues el aparato vibra entre mis manos y bufo al comprobar quién se encuentra llamándome.
Decido ignorar aquella llamada y cojo la chaqueta, la entrada y las llaves.
Me apresuro a la puerta, ya que Aitzol se encuentra esperándome con los demás al final de la calle y le informo a mi hermana de que me marcho alzando la voz.
-¡Espera, espera!- grita ella desde el fondo de la cocina, y acude hasta la puerta de entrada con su típico trotecillo.- ¿A dónde vas tú?- inquiere arqueando una ceja y sonriendo con picardía.
-Sé lo que significa esa mirada y ese gesto de tu cara- replico yo señalando su rostro con un dedo- Mamá está informada de que salgo y llegaré tarde.
-¿Vas a salir a quemar la city?- pregunta con sorna. Intento contestarla, pero ella ya se ha girado y camina de vuelta hacia su habitación- ¡Recuerda: si tiene los brazos más musculados que las piernas entonces no es un buen partido!
Cierro la puerta mientras sonrío a consecuencia de las ocurrencias de mi hermana y me apresuro a meterme en el ascensor antes de que...
Maldigo y realizo una disimulada mueca al escuchar abrirse la puerta y toco desesperado el botón que corresponde al portal, pero éste puto ascensor es de los años ochenta, por lo menos, y decide no cerrar las puertas hasta que él no está también en el interior del cubículo. Odio cada vez que ocurre esto. El espacio es tan reducido que casi puedo rozar su...
"¡Joder, deja de pensar ahora mismo en eso o notará que te has empalmado"!
-¿No vas muy arreglado para ser casi las diez de la noche?
-Bueno...- la verdad es que no sé bien qué contestar a eso, ya que "arreglado" precisamente no voy. Llevo unos pitillos negros, unas Converse también negras y una sudadera ancha.
Alzo la vista y ahí está, mordiéndose el labio como de forma casual, como si no pretendiese provocarme y dejar patente una vez más la sonrisa tan encantadora que tiene.
Decido bajar la vista y recrearme en sus pies desnudos, enfundados en unas chanclas de dedo, calzado que me parece excesivo para un 19 de marzo. Bueno, su camiseta de manga corta también es excesiva... y excitantemente ajustada. ¿Se compra la ropa dos tallas más pequeña aposta?
-Te he llamado antes, pero no me has contestado.
-Bueno...- vuelvo a musitar yo y me pregunto si ahora me he mudado al piso treinta y ocho de éste edificio que solamente tiene seis plantas, pues la velocidad de descenso de éste maldito ascensor es desesperante- La verdad es que no lo he oído.
Mi móvil vibra nuevamente y lo saco de forma disimulada. Sin embargo, él es más ágil que yo y logra arrebatármelo sin que pueda hacer nada por evitarlo.
-Para no haberlo oído, no veo la notificación de llamada perdida en la pantalla- sus palabras me hacen querer meterme en un agujero cavado en la tierra y enterrarme vivo. Deja escapar una risa, claramente de superioridad y comienzo a sentirme incómodo.- De todos modos, es igual. No era nada importante. Tan sólo quería preguntarle una cosa a tu madre.
Por fin el ascensor se para, yo suspiro y le arrebato mi teléfono móvil de sus manos.
-Mi madre no está. Y si quieres preguntarle algo puedes hacerlo cuando te la encuentres por las escaleras- replico, ilógicamente molesto al tiempo que abro la puerta de metal- No hace falta que me llames a mí.
Me encamino a la salida con él siguiéndome los pasos. ¿Para qué ha bajado en pijama justamente cuando me ha escuchado salir de casa? ¡Ni siquiera lleva la bolsa de basura en la mano! Me conozco de sobra su juego y no me apetece jugar.
-Pásalo bien- dice y me paro en seco a pocos pasos de la puerta de salida. Me giro y lo veo sosteniendo la puerta del ascensor abierta con la mano, con una pose sensual, de lado, y sin parar de sonreír.- Mañana, si quieres, puedes pasarte por mi casa a media tarde. Estaré solo, por si te apetece echar un Halo. Además- y dice esto último con un brillo raro en la mirada- me se dé un remedio buenísimo para la resaca.
Acto seguido, vuelve a meterse en el interior del ascensor y yo contemplo como un completo gilipollas, como éste asciende, dejándome totalmente confundido.
Siempre pasa igual cuando me encuentro con Pelayo, mi provocador vecino treintañero, que lleva acosándome desde que se mudase al piso de enfrente, hace ya unos meses. Tan sólo el vibrar de mi teléfono me hace reaccionar y abandono apresuradamente el edificio, tratando de dejar en el rellano del portal, aquella proposición, que como siempre que tiene que ver con él, es puramente indecente.

[Continuará...]

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Buenas a todos y, ¡muchas gracias si has leído y llegado hasta aquí!
Espero haceros disfrutar a todos con UTOPÍA y que, cada parte os enganche más que el anterior.
Esta es la primera parte de un capítulo que he dividido en dos. 
Aún estoy empezando y la afluencia a la página no es excesiva pero, aún así, confío plenamente en éste proyecto y confío en que, con el paso de los días y los capítulos, cada vez más gente vaya enganchándose al mundo de Eric. 

De momento, ésto es todo. Trataré de subir la segunda parte el PRÓXIMO VIERNES. 
En ella, Eric y su grupo de amigos se prepara para el comiendo del juego de supervivencia zombi. Un juego que traerás más de un quebradero de cabeza para nuestro protagonista.

Os espero a todos y, de nuevo, muchísimas gracias ❣❣❣❣

*J:M*  

 

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