Llegue a Seúl al anochecer; Mi Hyun me había convencido de viajar con ella a Jeju pues últimamente necesitaba quitarme toda la tensión del cuerpo y aquellas sospechas que desde meses atrás me perseguían como si fueran mi sombra.
Nuestra estadía en Jeju tendría que haber durado dos semanas, pero la necesidad de ver a mi esposo y de saber que se encontraba bien me hizo regresar sin siquiera avisar. Quizás estaría exagerando, mi esposo era ya un hombre de 32 años capaz de cuidarse a sí mismo, pero los nervios y la duda de sobre que estaría haciendo a cada momento me quemaba por dentro.
Jung Jin Young... le había conocido cuando yo apenas tenía diez años; nos hicimos novios cuando tenía quince años y él diecinueve. Cuando me gradué de la universidad, él ya era vicepresidente de la empresa de su padre, así fue como a los veinticinco años me case con el heredero de una de las empresas más influyentes de Seúl.
No habíamos tenido crisis matrimoniales en estos tres años, nuestras discusiones se reducían a platicas serias y siempre llegábamos a acuerdos que nos complacían. Jin Young era un esposo ejemplar, atento y cariñoso; entonces, ¿por qué llegué a dudar de él? En estos últimos meses había comenzado a pensar que él podía tener una amante.
Mimi había dicho que eran especulaciones mías producto de todos aquellos programas de televisión en los que desperdiciaba mi tiempo pero sus llegadas hasta las tres de la madrugada, aquellos mensajes que le llegaban a cualquier hora de la noche y entre fin de semana, sus viajes de trabajo que antes no tenía pero que sin embargo cada vez se alargaban más, llegaban a llenarme de temor por lo que mi mejor amiga me ofreció que la acompañará a un viaje para que me relajará.
El taxi se detuvo frente a la casa. Bajé del auto, me ajuste el sueter y arrastré la maleta hasta la entrada. Abrí la puerta y entré; todas las luces se encontraban apagadas, apreté el botón para encender la luz del pasillo pero la lámpara no encendió por lo que deduje que no teníamos servicio de luz debido a las fuertes lluvias de estos dias.
Dejé la maleta en el recibidor y caminé con la intención de llegar a la cocina y tomar unas velas pero me distraje cuando noté un resplandor salir del salón de estar. Me dirigí hasta allí, la garganta se me seco, el corazón me latió más rápido, golpeó fuerte contra mi tórax y mi vista comenzó a nublarse, quería gritar, quería moverme pero mi cuerpo no respondía.
Sus manos... Sus manos acariciaban otra piel, una piel lechosa y brillante. Sus cuerpos danzaban a un mismo compás, el rostro de la persona bajo el cuerpo de Jin Young se ceñía a causa del placer que recibía. La espalda de mi esposo estaba marcada, las largas y torneadas piernas de aquella persona estaban alrededor de la cintura de Jin Young. Ambos gemían, demonios, ambos ahí tirados sobre la alfombra del salón con los cuerpos brillando debido al sudor y las luces que desprendían las velas que se encontraban cerca. Jung Jin Young, repartía besos sobre el rostro de esa persona, su lengua pasó varias veces por el cuerpo mojado de su amante.
Mi cuerpo temblaba más conforme ellos se entregaban con más frenesí, mis sollozos eran silenciosos y mis piernas no podían moverse, era increíble que aún no notarán mi presencia. Miré como Jin Young besaba aquellos labios rosas y pegaba su frente a la de su amante. Sus rostros angelicales fueron iluminados por el resplandor y me vi cegada por tanta perfección, eran unos dioses amándose. Las largas manos de mi esposo recorrían cada curva del perfecto cuerpo debajo de él; sus gemidos podrían ser melodía para cualquier otra persona pero para mi no, para mi eran como clavos que se adentraban en mis oidos. Conocía ese rostro, aquel rostro de facciones suaves, ojos pequeños y labios rosas, le había visto en algún lado pero no lograba recordar.
- Chan Shik...
Y como si fuese un recordatorio, los labios de Jin Young se abrieron pronunciando aquel nombre del que era dueño el chico que le acompañaba en su faena.