Parte 3

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III

Era el 12 de febrero de 1818: el ruido de las campanas, las salvas de artillería, las músicas del ejército, los vivas del pueblo que llena las calles y plazas, todo anuncia que se está jurando la independencia de Chile!

¡La patria es libre, gloria a los héroes que en cien batallas tremolaron victoriosos el tricolor! ¡Prez y honra eterna a los que derramaron su sangre por la libertad y ventura de Chile!...

En el templo de las Capuchinas pasaba en ese instante otra escena bien diversa: las puertas estaban abiertas, los altares iluminados, algunos sacerdotes celebrando; una que otra mujer piadosa oraba. Las monjas entonaban el oficio de difuntos, su lúgubre campana hería el aire con sones plañideros. En el centro del coro se divisaba, a través de los enrejados, un ataud...

Ese ataúd contenía el cadáver de la hija del marqués de Avilés, estaba bella y pura como siempre y su frente orlada con una guirnalda de rosas.

ROSA 1900sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora