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Estoy maldito

Mi extrema situación me recordaba a una frase muy famosa del excéntrico psiquiatra alemán Friedrich Kaufmann (1767-1840): “El hambre del hombre se alimenta con pan, su locura se alimenta con desesperación…”

Agitando la cabeza; creía imposible recordar lo ocurrido aquel 12 de noviembre, preguntando a mis allegados por esa fecha, dijeron que lastimosamente había fracasado un examen importantísimo y que no pasó otra cosa considerable, nada de esto yo recordaba.

Frecuentes visitas al psiquiatra, los expertos dedujeron por mí comportamiento que se trataría de dementia praecox o mejor conocido como esquizofrenia. Se me practicaban múltiples pruebas sin arrojar resultados concretos; de esa manera llegaron a la conclusión de que podría ser un cuadro grave de depresión, por ello pase un tiempo recluido en el centro psiquiátrico Jean Paul Sartre (Fairfield), por atribución al fracaso institucional, también a la reciente muerte de mi abuelo, a casi un mes del trágico suceso.

Allí estaba mezclado con mentes mucho más retorcidas que la mía, se encontraban las enfermedades mentales más extrañas y aberrantes, algunos ya con el cerebro carcomido totalmente por la locura sin siquiera haber para ellos cura exacta sino más bien un tratamiento para alimentar el dolor y atrasar un poco de tiempo a la muerte, a los pocos días ya me encontraba exangüe y subyugado por convivir con ellos.

El odio se apoderaba de mí ser, a la izquierda y derecha vociferaban como cuatro seres que nada aludía a la naturaleza humana, más bien siniestra y oscura. Miraba a soslayo y los veía, giraba violentamente y no se encontraba indicio alguno, pero los seguía escuchando. Con el tiempo me fui acostumbrando a ello; sin embargo no lograba concebir los gritos desgarradores de diferentes tonalidades, cuando eso ocurría lo único que hacía era gritar…me aturdían, me desesperaban, estaba cuán animal indefenso a punto de ser maltratado, me tomaba de la cabeza, lloraba, me lamentaba y repetía varias veces… ¡Salgan de aquí…!

Lo peor era que los medicamentos que me suministraban en el hospital mental, ya no surtían en mi efecto alguno, más que la sedación, ante esta crisis solo me quedaba el aislamiento, la soledad, y la desesperación. A pedido de mis padres, paseaba en el parque en custodio de un personal psiquiátrico, no debía, no quería, ni podía estar muy cerca de la gente corriente, cuando alguien pasaba a mi lado no podía evitar sentir envidia del bienestar y la felicidad que alguna vez fueron cortos y efímeros en mi ser.

Estaba ya allí, en el fondo del pozo, oscuro, decaído, con el alma lacerada y con características inconfundibles de la misantropía. Ese cuerpo físico que ayer era vigoroso, hoy por hoy estaba derruido por tal atroz…no sé si llamarlo locura o tal maléficas presencias. Literalmente derrumbado tanto física como psicológicamente, mi mundo se caía a pedazos. Llegué a tal punto de rechazar alimentos, perdiendo así veinte kilogramos, yo con diez y ocho años solo tenía cuarenta y cinco kilogramos.

Luego de un mes aproximadamente me fui estabilizando y ganando cordura, satisfactoriamente a los dos meses recuperé lucidez, parecía totalmente curado. Regresé a casa (Fairfield), retomé mis estudios en el Karagán University, siendo característico ya en mí el aislamiento evitando así a los demás.

Recuerdo que para llegar a mi aula, uno debía caminar unos doscientos metros del Boston Street, calle principal, y también unos doscientos metros del Rectorado, pasando por un lugar semioscuro para muchos, degustante para mí, en donde se erigían grandísimos árboles que hacían tan lúgubre lar donde solía frecuentar para refugiarme en la literatura.

Por infortunio, en invierno recomenzó lo que había comenzado; por las noches soñaba con hombres vestidos de negro, parecían ser devotos de una secta ocultista o algo por el estilo, sumándole a lo dicho también soñaba con antiquísimos signos rodeados por un aura negra. En realidad lo de antiguo que tenían los signos que había afirmado, no sabía cómo explicarlos pero a mí parecer trataría de un lenguaje ya en desuso, concisamente lengua muerta.

Libro SatánicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora