Capítulo 3: "La fiesta"

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Narrador omnisciente.

Todo transcurría tan normal como la princesa Marinette había deseado. Los otros íconos de la realeza parecían divertirse conversando entre sí, permitiéndole a ella sentarse y observar.

—Vaya, mira qué lujos te estás gastando— una voz llamó la atención de la peliazul, topándose con nadie más que Chloé —Pensar que eras una súbdita hija de panaderos y ahora estás regodiándote entre los grandes.

—No creo que tengas el derecho de venir a reprocharme algo. Estamos en una fiesta, y si vuelves a nombrar a mis difuntos padres no tendré otra opción que sacarte de aquí— habló Marinette un poco dolida —Recuerda que el motivo de esta celebración es un tratado de "paz".

—Es innecesario tu recordatorio— respondió Chloé sonriente —No soy como tú, pues no se me olvida de donde vengo y cuánto derecho tengo sobre los otros.

Yéndose acompañada con cierto aire de victoria, la rubia se alejó, dejando allí a una cabizbaja Marinette que recordaba a sus padres llena de tristeza.

Después de haberlo oído todo, el príncipe Adrien se aproximó hacia la deprimida princesa, la cuál consideraba una buena amiga, y colocó su mano en su hombro.

—Todo está bien— intentó animarla el rubio —Su único objetivo era que quedases sin ánimos, no le des el gusto.

—Sé eso... Pero tú también conoces el dolor de perder a los seres queridos— contestó la princesa —Iré a mi cuarto un momento, ¿puedes vigilar esto un momento?

Al príncipe no le quedó de otra que asentir, aunque su plan no era exactamente quedarse ahí observando. Mientras la joven subía lentamente las escaleras, él salió del castillo para despojarse de sus elegantes ropas y colocarse nada más que un traje negro y una máscara del mismo color.

***

Por otro lado, ya en su habitación, Marinette buscaba un libro en su estantería. Estaba casi segura de que entre alguno de ellos había escondido una foto de sus padres biológicos.

—My Princess— oyó la peliazul a sus espaldas, pero al reconocer aquella voz no se movió y continuó con su búsqueda —Oye, no te atrevas a ignorarme, ¿eh?

Tomándola por el hombro intentó voltearla, pero al notar cómo las lágrimas caían al suelo retrocedió y se quedó esperando que ella le diera alguna señal.

—Estoy ocupada, necesito encontrar algo— respondió la joven como si nada sucediera, fijando su mirada en un particular libro —¿Podría ser...?

Con intriga el rubio se acercó para ver qué sucedía, mientras que Marinette tomaba un libro y tiraba de él para sacarlo de la estantería. Lástima para ella, que el libro le brindó algo totalmente inesperado, pues lo que parecía un simple mueble acababa de moverse de su ubicación y dejó caer a Marinette por una especie de pasadizo al cuál también la siguió Adrien en un intento de sujetarla.

—¿¡Estás bien!?— exclamó el joven vestido de negro —¿Te hiciste daño?

—Estoy bien— respondió Marinette un poco agitada, observando alrededor —¿Pero qué clase de sitio es este?

El rubio, más que intrigado, se levantó rápidamente para luego extenderle su mano a la chica y ayudarla a levantarse también. Ese lugar le parecía muy misterioso, tanto que lograba despertar su lado curioso y dudaba vacilaba entre avanzar o no, hasta darse cuenta de que aquella conocida cabellera azul pasó delante de él dispuesta a investigar sin cuestionarse nada antes.

En silencio avanzaron por el oscuro pasadizo, mientras que el rubio se las arreglaba para prender fuego a una antorcha e iluminar el camino. Una vez que lo logró, sus ojos dolieron, pues la luz proveniente de la llama rebotó en los objetos que se hayaban ocultos, siendo nada menos que valiosas joyas hechas de oro puro.

Aunque claro, ningún brillo terminaría con su pequeña travesía, ya que al final del camino una figura en especial llamó la atención de Marinette. Una corona similar a la de una reina atrajo por completo a la peliazul.

—Será mejor no tocar nada, no sabemos qué podríamos desatar si tan sólo...— intentó advertir Adrien pero la chica ya tenía la corona en sus manos —¡No me ignores!

Pasándolo totalmente por alto, la peliazul ni siquiera se inmutó. Toda su concentración estaba puesta en un objetivo fijo.

—¡Marinette!— reprochó el rubio, viendo como ella acercaba la reliquia hacia su cabeza.

La corona mágica [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora