Horas después de no saber sobre Marinette, lo único que todos tenían claro era hacia dónde se estaban dirigiendo. Pasando la frontera que dividía al séptimo reino de todos los otros, seis grandes carrozas de distintos colores iban seguidas por un par de soldados. Dentro de cada una, un miembro de la realeza sujetaba con fuerza un miraculous entre sus manos.
Aquellas reliquias guardadas por las familias reales finalmente serían ocupadas para proteger a la población de cada reino. Pero por más poder que estuviesen guardando, las manos de los príncipes, princesas, el rey y la reina, temblaban de todas formas, por el miedo que le tenían a la corona y a ver a Marinette nuevamente en ese estado.
Al llegar a las puertas del castillo se dieron cuenta que desde la entrada hasta el interior había un camino teñido de rojo, y no se debía precisamente a que ese fuese el color representativo del séptimo reino, sino que habían un montón de pozas de sangre fresca. La ausencia de soldados era evidente, y la razón, también.
—Marinette...— susurró Alya, asustada ante tal espectáculo, reviviendo uno de los peores momentos que había vivido últimamente.
Sin que nadie pudiese decir otra palabra, unos lentos pero muy elegantes pasos se hicieron escuchar y resonaron en cada rincón del castillo. El poder de la presencia que se aproximaba hizo sentir a todos intimidados, sin ánimos de hablar ni moverse un solo centímetro, lo único que sucedió fue que las armas de los guardias se movieron sigilosamente para estar listos para actuar si es que la situación lo requería.
Frente a todos, con la corona brillando de forma excepcional y una capa roja de puntos negros que le otorgaba la apariencia de la reina más poderosa del mundo, Marinette hacía aparición desde el balcón más alto del lugar. Su mirada, llena de odio, hizo a los soldados dar inconscientemente un paso atrás. Sin embargo, más allá del odio, los miembros de la realeza que en algún momento fueron sus amigos veían confusión, una mirada perdida y llena de una tristeza inconsolable.
—¡No me miréis así!— exclamó Marinette sintiéndose ligeramente invadida —Esas no son las miradas que espero ver de un montón de gente que está a punto de ser asesinada.
A penas culminó aquella oración, la azabache parecía dispuesta a lanzarse contra todos. Pero por más miedo y desesperación que acabase de generar en los presentes, todo se desplomó, dado que ella misma al intentar susurrar un hechizo se desestabilizó y cayó al suelo. El poder de la corona era demasiado, incluso para ella, y fue la oportunidad perfecta para que los soldados de cada reino se lanzaran contra la reina y la inmovilizaran.
Una vez que las tuvieron atada en una silla, procurando que sus manos estuviesen atadas y su boca tapada con tal de que no pudiese hacer ningún hechizo, los dueños de cada miraculous se acercaron con cautela. Bastaba concentrarse y susurrar las palabras correctas, pero aún así sus corazones latían con fuerza.
A medida que el cántico de sellado salía de la boca de cada uno, la expresión de Marinette comenzaba a cambiar, el color de su piel volvía a ser menos pálido, sus labios volvían a tu tono original y sus ojos comenzaron a perder el miedo, la melancolía, la soberbia y la sed de sangre que tenían dentro de ellos. Tras un rato, la corona dejó de brillar y el poder mágico de cada miraculous acabó con su labor.
La azabache parecía confundida, tal como si hubiese despertado de un coma y una pequeña expresión de dolor fue todo lo que hizo.
—Ya todo volverá a estar bien, tranquila— susurró Adrien cerca suyo, tomando uno de sus mechones de pelo con la mano, admirando la belleza de la princesa y conteniendo su emoción por tenerla de vuelta.
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La corona mágica [MLB]
FanfictionFanfic Miraculous Ladybug. Toda la tierra que se conocía en aquel tiempo estaba dividida entre siete reinos. El más conocido entre ellos era el gobernado por la princesa Marinette y sus padrastros. La vida allí era de por sí muy agitada, pues la ino...