Capítulo 5: "Promesa rota"

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Narrador omnisciente.

Guiada por el deseo de revivir a sus padres, con el libro el mano, Marinette se dispuso a volver al misterioso pasadizo. Intentaba no cegarse por el poder del objeto mágico y limitarse a cumplir su objetivo, pero sabiendo que estaba haciendo algo incorrecto y al mismo tiempo rompía su promesa, le temblaban las piernas con cada paso que daba.

Una vez que cruzó la estantería, al fondo, de inmediato se sentía atrapada por un brillo rojizo. La corona la atraía, la llamaba, consumía sus pensamientos. Ansiosa por colocársela, tomó la reliquia entre sus manos y con cuidado la dejó sobre su cabeza. De nuevo una electrizante sensación de poder recorrió todo su cuerpo, al igual que un dolor de cabeza que apenas aguantó.

Sin pensar demasiado en las consecuencias, entre tambaleos, tomó rumbo escaleras abajo hacia el salón donde la fiesta aún seguía en pie. Al llegar a su lugar, su presencia no dejó de llamar la atención de todos. Entre ellos el joven Agreste, ya con su apariencia normal, se indignó con la situación. ¿Aquella no era la corona que minutos atrás ella había prometido no usar?

—¡Ciudadanos, préstenme atención!— alzó la voz Marinette, haciéndose respetar de inmediato entre todos los presentes —Espero que esta jornada les haya parecido tan grata como me pareció a mí. Al haber firmado un tratado de paz, no sólo nos unimos todos los reinos políticamente, sino que también unimos nuestros corazones y eso es un acto digno de celebrar.

Llenándose de gritos y aplausos el lugar por un momento, la peliazul volvió a hablar.

—Pero desgraciadamente, cada celebración tiene un fin y yo doy un término ésta. Más que agradecida de ustedes, les pido por favor, retornen a sus hogares.

Para sorpresa de Marinette, no se oyó ningún reclamo y la gente comenzó a salir lentamente del palacio. Pero mientras el lugar se vaciaba, notó como el príncipe Adrien subía las escaleras con un semblante molesto.

—¿¡Qué es eso!?— gritó el rubio una vez al lado de la princesa, apuntando su cabeza.

—E-Esto es...— intentó responder la peliazul, asustada —U-Un regalo de mis padrastros, sí.

—¡Mentira! ¡Quítate eso!— exclamó Adrien, aún más molesto —Te harás daño.

—¿Daño? ¿¡Qué sabes tú sobre el daño!?— esta vez fue Marinette quien dejó sin palabras al joven —Un niño rico y mimado, nacido entre la realeza, rodeado de lujos y de sonrisas, ¿qué podrías saber?

El chico apenas creyó que esas palabras tan hirientes provinieran de la boca de la chica que cada semana le sonreía amablemente desde su balcón. Llevándose una mano al pecho, Adrien intentó no llorar. No era realmente de preocupación su enojo, sino que le dolía que ella hubiera roto la promesa. Entonces, Chat Noir, al que llamó su mejor amigo, ¿no valía nada?

Por su lado, la peliazul mantenía una respiración agitada. No entendía el por qué del enojo de Adrien, y ver al chico gritándole y dándole órdenes sin duda la alteró. Tanto así, que perdió el control sobre su cuerpo.

De sus manos comenzó a brotar un brillo intenso y la corona se pintó de un rojo aún más fuerte que logró espantar a los invitados que aún no salían, a excepción de la mejor amiga de Marinette que observaba todo desde un buen rato, permaneciendo detrás del rubio.

Como un acto de reflejo, temiendo lo que pasaría, Adrien se giró y tomando a la impactada Alya del brazo corrió hacia el lugar que le pareció más cercano, el cuarto de Marinette. Allí se quedaron un momento, notando sobre la cama de la joven el libro que ella dijo que no volvería a tocar.

—¿Y esto?— preguntó Alya, tomando el objeto entre sus manos.

La página en la que el libro estaba abierto, hizo que la morena compartiera una preocupada mirada con el rubio.

"Esta corona perteneció a la guerrera más poderosa del séptimo reino, Ladybug, la cual cayó rendida ante este objeto que le arrebató su vida"

La corona mágica [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora