El Niño Que Enloquecio De Amor
Eduardo Barrios
¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche?Suele ocurrir que un rayo de luna, un rayo levemente dorado, derramándose,derramándole por entre el misterio del follaje, alcanza la rama donde se acurruca elavecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave. Pero... ella canta.Luego, si el avecilla es lo que se llama un equilibrado y fuerte pajarito,descubre su engaño, hunde otra vez el pico en la tibieza de las plumas y se vuelve adormir.
No obstante, avecitas hay, inquietas y frágiles, para quienes el rayo de lunatiene un poder de sortilegio. Y tras de cantar, saltan aturdidas y vuelan... Sólo que, comono es el día el que llegó, se pierden pronto en la obscuridad, o se ahogan en un lagoiluminado por el pálido rayo de oro, o se rompen el pecho contra las espinas del mismorosal florido que, horas después, pudo escucharles sus mejores trinos y encender susmás delirantes alegrías.¿Cuál es el rayo venenoso que despierta algunas almas en la noche, les roba elamanecer y las ahoga en una existencia de tinieblas?Voy a revelaros el secreto de un niño que enloqueció de amor.Fuera de mí, nadie —ni su madre, hoy convertida en su esclava— poseyónunca el secreto de la locura de ese niño. No os contaré todavía cómo cayó en mismanos este cuaderno doloroso e ingenuo. Os diré tan sólo que ahora lo publico porqueello no puede ya herir a nadie. Respeté muchos años el secreto de aquel niño, de aquelpájaro que cantó en la noche y no tuvo mañana. Me lo entregó la casualidad, y lo heguardado respetuoso, con el respeto que merece un niño sentimental y entristecido, unavíctima del rayo venenoso que ilumina los corazones antes de tiempo y los lanza en esevórtice llameante y obscuro, dulce y terrible del Amor.
Hoy ha comido aquí otra vez don Carlos Romeral. Es el hombre másinteligente que conozco. Como que cuando él habla, todos le escuchan y le encuentranrazón. Yo, sobre todo, le encuentro razón siempre. Dice cosas que uno siente. No sehabrá fijado uno mucho en esas cosas, pero las ha sentido y son la pura verdad. Estanoche me ha dicho que a la oración, junto con las golondrinas, pasan volando lascampanadas de la iglesia. Y es cierto, pasan volando. Después me ha dicho: «Eso quieredecir que los niños, como las golondrinas, deben prepararse a esa hora para dormir»... locual ya no me parece nada. ¡Si él supiese—digo yo—cuánto me cuesta dormir a mí!
También habló en la mesa de un diario que él lleva de su vida. Después decomer, me ha hecho muchos cariños y yo le he preguntado qué era eso del diario. «Uncuaderno—me ha explicado—en donde algunas personas escriben todos los días lo queles pasa, porque a veces no se pueden conversar con nadie ciertas cosas.» Yo le dije queera cierto y que precisamente esas cosas eran las más importantes, las que más sedeseaban hablar y que no se podían sin embargo, como él decía, conversar con nadie. Élme ha mirado entonces mucho rato, pensativo, y me ha hecho muchas preguntas de esasque ponen nervioso. Me entró una vergüenza... Y casi se me saltan las lágrimas, como sihubiera hecho algo malo, y me fui.Cuando pasó un rato, lo estuve mirando desde el corredor. Estaba en la mismapostura, solo en la salita, muy pensativo y fumando...Me quiere mucho, más que mi mamá, se me ocurre a mí. Viene pocas veces,pero yo pienso todos los días en él. Lo quiero mucho, pero mucho. Y desde ahora voy allevar como él un diario en este cuaderno, bien escondido bajo la alfombra, para decir todo lo de Angélica...
Ha venido Angélica esta tarde y he vuelto a perder tontamente más de mediahora de estar con ella. ¡Que siempre me pase lo mismo!... Tanto como deseo verla, yoírla, y tocarla, y sentirla bien cerquita de mí, y luego pierdo así el tiempo... ¡Me da másrabia!... ¿Por qué seré tan nervioso? Pero en cuanto sé que ha llegado de visita, meconfundo todo. ¡Qué voy a hacer! Me lo dicen, y siento como si me dieran un golpazoen el pecho, y se me sube primero toda la sangre a la cara, y después se me aflojan laspiernas y me enfrío todo entero, y me pongo a tiritar y, en lugar de correr a verla, mevoy al fondo de la casa, corriendo, sin poderme contener. ¿A qué me voy?, eso digo yo.Me voy a esperar... no sé a qué. Y es que me da miedo y no me atrevo a ir. Se me ocurreque, yendo así, de repente, me lo van a conocer... o que me va a dar algo. Y me la paso
dando rodeos, hasta que poco a poco me voy acercando, acercando, y con un miedo...Me cuesta muchísimo llegar al salón, así, como por casualidad. Y es, también, quecomo ella me quiere tanto, en cuanto me ve me llama y me besa y me abraza. Si sólo mebesara, no sería nada, no me haría tanta impresión, pero me ha de abrazar, y eso sí queno lo puedo sufrir. N o sé, no está en mí: todo es que la sienta apretada contra mí, y yame entra una desesperación muy grande. Me ahogo, me dan ganas de llorar a gritos. Yola apretaría, ¡claro!, con todas mis fuerzas, y le diría todo lo que sufro por ella, y que laadoro, y mil cosas. Sin embargo, en esos momentos me desespero y sólo atino a salircorriendo, hasta el último patio otra vez. Hoy me fui; tampoco pude soportar. Despuésno sabía cómo volver. Menos mal, que ella me llamó. Me hizo sentarme en el sofá, a sulado, y ahí me estuve toda la visita, mirándola, oyéndola conversar con mi mamá ysintiendo su olorcito especial... A veces, cuando estoy así, junto a ella, bien calladito,me dan deseos de estar enfermo para que hable de mí y de nadie más, y me hagacariños... No es que no haya estado contento esta tarde; pero es que también me hepuesto triste... Siempre me pongo triste. Yo digo que me da esa pena de ver cómo laquiero yo, mientras ella me quiere como a un niño. Y es natural, ¿Cómo me iba aquerer? ¡Qué desgracia, Dios mío, qué desgracia! ¿Qué podría yo hacer?...
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El Niño Que Enloquecio De Amor.
RandomEl niño que enloqueció de amor ¡Pobre feo! Papá y mamá Por Eduardo Barrios