Todo lo que dice don Carlos Romeral es bueno. Para mí, siempre resulta algobueno. Es asombroso. Cualquiera diría que adivina lo que me hace feliz. Hoy, al pocorato de llegar, contó que ese tal Jorge se ha ido al campo, a trabajar en un fundo. Allá sedebía quedar, el muy intruso, para siempre. Cada día estoy más seguro de que donCarlos me quiere como si fuera su hijo. Y qué más quisiera yo que ser hijo suyo. Comono alcancé a conocer a mi papá... Se murió cuando yo todavía no había nacido. No sé siPedro había nacido ya; pero creo que no, porque una vez le oí decir a mi abuela que conla pena de la muerte de mi papá, llegó Pedro antes de tiempo. Sí, eso es; me acuerdoporque me he quedado pensando que qué tendrá que ver una cosa con otra... La cuestiónes que don Carlos es como mi padre, y me regala trajes, y antes me sacaba a pasear.Hace tiempo que no me saca. Dicen que a su señora le molestaba muchísimo eso. Unanoche hablaban de eso mi mamá y mi abuela. Mi mamá lloraba mucho y mi abuelaechaba chispas, Algo grave debe haber pasado esa noche. Mi abuela me pegó porhaberme ido a meter adonde ellas. ¿Cómo iba yo a adivinar que no debía ir? Pero mimamá se molestó mucho porque mi abuela me había pegado, y me tomó en brazos y mebesó y me decía:—¡Pobre angelito. Qué culpa tendrás tú de nada!— ¡Claro, qué culpatenía yo! Y es que mi abuela me tiene odio. A mí, ¿qué? Soy el preferido de mi mamá y sólo a mí me quiere don Carlos
Ya lleva quince días Angélica sin venir. Es bien extraño. Yo no tengo humor nipara mi diario. No duermo, ni estudio, ni puedo hacer nada en paz. Antes me desvelabasolamente cuando ella venia y me abrazaba, o cuando tenía una mala noticia de ella;pero ahora es lo de todas las noches, lo de todas las noches de Dios... Si ni siquierapuedo escribir. Y es que como no duermo, tengo la cabeza abombada y no se me ocurresino estar triste. Y me duele el corazón... ¡Angélica, mi Angeliquita, ven, ven, ven!!!...Y así tener que estar juega y juega todas las noches con esos brutos de mis hermanos ¡Es terrible! Pero mi mama
Si ya no dormía. En el día, cayéndome de sueño, y por las noches, nada, sinpegar los ojos hasta quién sabe qué horas. Pero ¿estaba tonto?,-digo yo. ¿Cómo no seme ocurrió antes? Una cosa tan sencilla. Un poquito de nervios, y listo. A las cinco,cuando salí del liceo, pasé por su casa. Ella estaba en el balcón. ¡Ay!, en cuanto ladivisé desde la esquina, sentí unos golpee en la cabeza, por dentro, y una falta derespiración, y luego me puse bien frío, bien frío... Y pisaba en el suelo y me parecía queiba andando por el aire, y se me pusieron las piernas agarrotadas. Ya enfrente de sucasa, me quité el sombrero, muy serio. Y me iba pasando de largo. ¡Seré bruto! Si no esque algo muy extraño me sujeta como un resorte, me paso de largo... ¿Cómo fue?... Nome acuerdo, casi... Angélica me habló del balcón, creo. Sí, así fue. Yo estaba tiritando,de ese frío tan helado que me entró, y no oí sino un ruido, un enredo en los oídos queme estremeció y por poco me hace gritar de pura impresión. Entonces, me parece queme acerqué y ella me preguntó que qué hacía por ahí, que si había hecho la cimarra... Yyo, sin contestar una palabra. Hasta que sin saber cómo me subí corriendo a su casa,¡Qué habrán dicho todos ahí! Pero no me pude contener. Lo que no me dejé fue abrazar.¡Eso, no! ¡Eso sí que no lo habría podido resistir! Como estaba yo en ese momento,¡nunca! Me ofreció dulce de membrillo. No quise. Le pedí una rosa que se había puestoen el pecho. Claro que no se la pedí de buenas a primeras. Si estuve muy ocurrente. Ledije primero que a mi mamá le gustaban muchísimo esas rosas que parecen de sangre, yella me contestó:—Llévasela. — Y me la dio, y yo se la traje a mi mamá; y mañana,antes que la echen a la basura, yo me la guardo y... ¡feliz! Ah, y después le dije loprincipal, porque para eso había ido: que a mi mamá le extrañaba mucho que no hubieseido a verla en tanto tiempo, y ella me prometió venir mañana. Me preguntó también siyo la echaba de menos y si la quería siempre. Yo le contesté que sí y nada más. Y esque estaban ahí las otras, que si no... Pero no importa, otro día será; porque yo le tengoque decir todo lo que tengo pensado, que me muero si ella no me espera, todo, todo...En fin, gocé. Me vine cuando ya estaba obscureciendo. ¿Cómo no se me ocurrió estoantes? Sufrir tantos, tantos días...1
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El Niño Que Enloquecio De Amor.
RandomEl niño que enloqueció de amor ¡Pobre feo! Papá y mamá Por Eduardo Barrios