uno: instituto golden hills

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Carter sintió un golpe al lado de su cabeza y se despertó asustada, encontrándose a su alrededor con la cara de sus compañeros de curso a punto de estallar en risas y su profesor, indignado, esperando que se frotara los ojos y que pusiera atención de una vez. Nunca dormía más de cinco horas, así que cuando llegaba al instituto se dormía en todos lados. No sabía si era gracioso o vergonzoso. Una cosa tenía clara, eso sí: tenía sueño.

El profesor de matemáticas la envió a lavarse la cara con agua fría y Carter agradeció poder salir del aula por lo menos por un rato. Fue hacia el baño y se recostó de una pared. No iba a poner agua fría en su rostro, ni que funcionara para despertarla. Sacó su móvil entonces y revisó Twitter y Tumblr, quemando todo el tiempo posible, hasta que escuchó la campana.

Sacó su cabeza fuera del baño, con la esperanza de ver a Dante saliendo del aula. Casi se cayó en el intento, pero eso era normal, así que sólo se recompuso y lo buscó con la mirada. Sólo con verlo pudo quedarse tranquila. Era una necesidad que tenía desde hace mucho como para dejar de ser un hábito. Sólo esperaba que él no lo notara, porque aunque él sabía que ella gustaba de él en el séptimo grado, quizá no estuviera al tanto de lo que sucedía actualmente. Eso esperaba, pensó Carter, porque de otra forma estaría haciendo el ridículo en frente de todos, y el primer millón de veces habían sido suficientes con respecto a eso.

Las FBBs se le unieron casi instintivamente. Ocho muchachas en el baño como una manada inseparable.

—El día en que Carter no se duerma en clases, Cara dejará de ser puta —dijo Jade. Cara se echó a reír y a ella se le sumaron todas las demás. Era un chiste común entre ellas, y era tan gracioso porque era verdad.

—Claro, porque Carter no es puta —dijo Cara, sarcástica como siempre, aun riéndose y con las mejillas rojas.

—Puta es la que cobra —corrigió Carter, con un dedo en alto y bostezando. Paola emitió su peculiar risa, lo cual impulsó a las demás a reírse de nuevo.

En medio de tantas risas diarias seguramente habían añadido años a sus vidas. Sus días se basaban en eso: reír y cuidarse las espaldas. Porque en un lugar como el Golden Hills, eso era extremadamente necesario.



Dante se sentó en el suelo de los pasillos con Jenn, quien llevaba una falda por las rodillas y un top que dejaba ver parte de su vientre en ocasiones. Odiaba sentarse ahí, pero Jenn insistía en conectar el cargador e su móvil —el cual siempre estaba descargado— cerca de la máquina expendedora de barras de cereal.

—Dan, ¿me compras una? —pidió Jenn con su voz de niña pequeña, y, honestamente, ¿cómo podría resistirse a eso? Fue automáticamente a la máquina expendedora y compró una barra de cereal. Se la entregó, casi sintiendo electricidad cuando sus dedos de rozaron, y se sentó a su lado de nuevo— Seriamente, ¿cuantas veces te he dicho que eres el mejor?

—Seguramente menos veces de las que me lo has dicho a mí —Dante escuchó decir desde el inicio del pasillo. Puso los ojos en blanco porque sabía quién era.

—¡Sebby! —exclamó Jenn, y se puso de pie para abrazarlo y darle un beso en los labios que duró quizá más de lo que estaba permitido en cualquier instituto.

Dante desvió la vista. Podía excusarse en el hecho de que odiaba las demostraciones de afecto, pero en realidad le daría completamente igual si no involucraran a Jennifer con alguien que no fuera él mismo. Se fijó a lo lejos, saliendo del baño de mujeres, al grupo de Cara. Le llamaba así, pero no era como si Cara fuera la líder. Ellas eran todas partes iguales del grupo más extraño que había visto en toda su vida.

Dante se fijó en las piernas de Cara por más tiempo del que debería, pero no se arrepintió, hasta que detrás de ella apareció Carter, rompiendo el hechizo. Carter, por supuesto, lo estaba buscando con la mirada. Se preguntó si se imaginaría que él se daba cuenta, pero notó que Jenn lo llamaba.

—¿Vamos a almorzar, hermanito?

Sebastian lo abrazó fraternalmente y Dante le siguió la corriente. Dentro de sí guardaba una espina contra su mejor amigo de toda la vida, una espina que nunca dejaría ver, porque era demasiado arriesgado. Caminó al lado de los novios como todos los días, pero esta semana había sucedido algo extraño.

Jenn ya no hablaba con el grupo de Cara, así que se sentaron en una mesa diferente. Dante no iba a preguntar, porque sinceramente no era su problema, y en el Golden Hills era preferible no saber nada a saber tan solo un poco de más.



Cara comenzó a comer su almuerzo hecho en casa, mirando al vacío. Carter, a su lado y como siempre, le robó un poco de su bebida granizada, pero como Cara cuidaba a Carter como si fuera su hija, realmente no le importó. Al otro lado de la mesa, Ana y Grecia estaban discutiendo.

—¿Y qué pasa si tu mamá llama a mi mamá? —le preguntó Anastasia, cansada del tema al cual Cara no estaba prestándole atención.

—Tiene tu número, idiota, atiendes tú y dices que estoy contigo —dijo Grecia, como si fuera obvio—. Después de todo, cuando salga de la película con Ray, Jade viene por mí.

—¿Yo voy por ti? —Jade parecía desconcertada. Luego Grecia le dio la mirada de "es parte de la mentira" que todas utilizaban tan a menudo que era reconocible a un kilómetro de distancia — Oh, claro, claro. Yo voy por ti.

Grecia tendía a mentir para tener tiempo a solas con su novio, Ray, un universitario con el que tenía una larga historia. Cara lo había conocido hace poco, y, tomando en cuenta las circunstancias, le había caído lo suficientemente bien como para saber que Grecia estaba más que a salvo con él. La pasaría bien. Quizá demasiado bien. El pensamiento hizo que se riera.

—¿De qué te ríes, loca? —le preguntó Danielle, sonriéndole.

—Grecia quiere tirar, déjenla.

Las FBBs se echaron a reír y el trato quedó sellado para Grecia. A su lado, Carter tenía la vista no muy perdida, obviamente fijada en Dante, quien estaba con la orgullosamente cornuda Jennifer y su orgullosamente imbécil novio, Sebastian.

A pesar de lo mucho que hubiese querido concentrarse en su entorno, Cara comió distraída. Pensaba en James y en que la última vez que habían hablado había sido una semana antes. Con su mamá siguiéndoles todos los pasos era difícil verse frecuentemente, pero joder, él era su novio.

Entonces Shane, acompañado de Daniel y Samuel, entraron a la cafetería y se sentaron en la mesa usual de Dasha y Marie, pero antes, por supuesto, sucedió la magia de siempre.

El mundo parecía detenerse, ir en cámara lenta, y sólo ellos dos parecían darse cuenta. Shane la miraba sin dirigir su cabeza hacia ella, meramente con los ojos, sin desviarse de su camino pero de manera suficientemente obvia como para ser notado por Cara. Por algunos segundos, compartían una conexión visual que no había podido desaparecer a pesar de los años. A pesar de que se ignoraran y fingieran que nada había pasado.

Porque lo único peor que tener un novio en el Golden Hills, es tener un ex novio en el Golden Hills.




[Voz de locutor]

Este verano... nah. 

El próximo capítulo habla de las FBBs, su historia y cómo llegaron a este punto. 

Como pueden ver, la cosa ya se está enredando. Y esto no es n a d a.


The Midnight ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora