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Cinco años después.

NOTA EN EL PERIÓDICO.

El ministro y jefe de la corporación BioSecurity considero la idea de liberar a las conocidas criaturas que arrasan el crimen de las calles de esta ciudad, para que tengan una vida normal, como cualquier ser humano.
Ya que las condiciones en las que viven no son muy sanas.
Washington Sawerss.

-Vaya, por mi está bien...esas eran criaturas normales como cualquier ser humano...- Dijo el anciano a la vez que parecía recordar el pasado, mirando hacia una esquina de la tienda de alimentos, con la vista pérdida.

-Ay, por favor Fegnolio...es un peligro liberar a ese tipo de criaturas...esta bien que salvan vidas y demás...pero...créeme, tu hija ya no es lo mismo.- Hablo la señorita Kimm, moviendo sus labios de rojo carmesí de manera repugnante. Como siempre.

Fegnolio sabía que su hija no era lo mismo, ni volvería a serlo. Pero aún la quería, aunque sea un monstruo.

*Flasback*

-Señor Fegnolio, hemos encontrado a su hija...y a muchas otras jovenes desaparecidas en esa semana. Pero no son lo que solían ser...

Fegnolio los miraba preocupado, sin comprender a que se refería el joven de traje gris y mirada de orgullo.

-¿Qué no son lo que solían ser?.- pregunto.

El joven chasqueo los dedos y en ese instante uno de los dos guarda espaldas que estaba detrás de él hizo presión en el micrófono que tenia en su oído derecho y ordenó:

-Traigan la jaula.
Fegnolio comenzó a inquietarse demasiado, a tal punto que le resultaba difícil respirar. Pero ¿que seria de el cuando lo que estaba dentro de la jaula lo mirase como a un pedazo de carne?
Y allí venía, arrastrando sus grandes ruedas, cubierta con una manta negra, entrando en la amplia oficina, esa broma de mal gusto, que a la vez era muy real. Entraron la gran jaula hasta que estuvo frente a su silla.

-Levanten la manta.- ordenó el otro guarda espaldas.
Los hombres que habían traído la jaula hasta allí levantaron la manta con cautela y a buena distancia de esta, como si estuvieran cuidando de no despertar a una fiera o algo horroroso.
Al caer la manta al suelo Fegnolio abrió la boca para gritar, pero no emitió sonido alguno.
Dentro de la jaula se encontraba un ser extraño, de piel pálida y cubierta de escrituras incomprensibles, su largo y enmarañado cabello rubio caía por sus hombros, pero lo mas inquietante eran sus ojos, totalmente negros, sin brillo alguno. Lo miraba inexpresiva.

-¿Q-q-que le sucedi-o a mi hij-a?- balbuceo Fegnolio en shock.

Le contaron una historia e hicieron un trato con el, no tuvo elección.

*Fin flasback*

-¿Fegnolio?¿estas bien?.- pregunto Kimm algo preocupada.

-Si, solo tuve un golpe de recuerdos.- afirmó él.
¡Que golpe de recuerdos había sido ese! Deseaba tanto ver a su hija...tan solo tenia 18 años cuando eso sucedió.

-Bien, Kimm, solo cobrame esto y me iré.
Esta paso los productos por el detector de códigos de barras y le dio el ticket.

-Fegnolio, solo promete que cuando las liberen, no harás ninguna locura.

-Intentaré, Kimm, será difícil pero intentaré.
Y dicho esto salió de la tienda.
Afuera estaba frío. Invierno, nieve por todas partes.
Fegnolio busco las llaves de la camioneta en los bolsillos del jersey. Al encontrarlas subió y encendió el vehículo.
En la carretera de camino a su casa se podían observar las monstruosas instalaciones de BioSecurity, noventa y seis pisos, una plataforma de aterrizaje de aviones. Y lo más terrible, el invernadero, Fegnolio no tenia ni idea de porque se llamaba así. Pero los rumores decían que allí se guardaban a las Dark Eyes en su crecimiento, no un crecimiento normal, se decía que algunas alcanzaban los tres metros de altura, y a otras les crecían alas.
Fegnolio se estremeció de solo pensar en su hija midiendo tres metros o con alas...o ambas.
Al llegar a su casa abrió la puerta y se encontró con ellos. De nuevo.

-Dark Eyes-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora