Capitulo 7 La venganza nunca es buena

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Me quedé en el baño. No quería entrar a las demás clases; nunca había faltado, pero no quería que se siguieran riendo de mí.
El timbre de salida sonó; esperé unos minutos y salí del baño. Ya casi no había alumnos; comencé a caminar con la mirada perdida, hasta que choqué con alguien.
Lo siento —susurré. Levanté un poco la vista para ver de quién se trataba, encontrando frente a mí a Ryan. Miré hacia otro lado.
Nos vemos en tu casa —dijo.
No quiero que vayas a mi… —ahí se encontraba la respuesta a todo.
Nos vemos a las tres —volvió a decir.
Salí hasta encontrarme con el chofer, que me llevó a casa. Comencé a hacer mi tarea; el timbre de la casa sonó. Dejé mis cuadernos a un lado y me levanté del sofá para abrir; era Ryan. Le indiqué que pasara y tomara asiento; le dije que comenzara a repasar un poco de matemáticas yo, por mi parte, continué haciendo mi tarea.
Sentí una mirada sobre mí y pensé que tal vez estaba alucinando. Levanté la vista encontrándome con la de Ryan.
¿Qué? —pregunté. No había nada qué ver.
Nada —se limitó a responder.
Seguí en lo mío, hasta que terminé. Continué tratando de ayudar a Ryan, hasta que por fin entendió algunas cosas.
Los días pasaban como de costumbre, yo seguía ayudando a Ryan. Mi mamá aún insistía en que me vistiera diferente.
***
Tiene forma de tortuga —dije, observando el intento de dibujo.
¡Claro que no! —negó Melanie. Tiene forma de gato.
Miré nuevamente el papel. Ahora que lo veo bien, parece un perro —dije.
Pero, estoy segura de que esto es una paloma —afirmó ella.
No. Podría ser, incluso, un avestruz, pero no una paloma.
Entonces, es una jirafa.
Tal vez un león…
Olvídalo —dijo, mientras cogía otro dibujo; sigamos con el resto. Este parece un ratón.
No, más bien parece un dinosaurio.
¿Será una medusa? —pregunté. ¿Qué clase de dibujos eran esos, que ni siquiera podía distinguirse la forma?
Seguimos ayudando al maestro a revisar los dibujos de los alumnos, es decir, el maestro se fue y nos dejó a Melanie y a mí haciendo su trabajo.
No les encuentro forma —dijo, mostrándose rendida.
Son adolescentes de diecisiete años… ¿y no saben hacer un buen dibujo?
Ya nada me sorprende —dijimos al unísono y comenzamos a reír.
Seguimos revisando los trabajos —en realidad, el profesor nos había pedido que los viéramos y tratáramos de averiguar su forma.
En fin… ¿cómo vas con Ryan? —preguntó, mientras tomaba asiento en la silla detrás del escritorio.
Hemos avanzado mucho, diría yo —asentí.
¿Ya sacaste de tu cabeza la idea de darles una lección?
—asentí. Me alegro; no puedes convertir a una persona en otra solo por venganza; la venganza es mala. Además, a la Keysi que conozco no le gusta eso, y mucho menos contra esos neandertales. La Keysi que conozco ama el helado de chocolate —dijo Melanie.
Sí, no lo haría, sé que la venganza es mala. Y no se te olvide el de galletas —reímos. Pero cambiando de tema, ¿tú cómo vas con Erick? —Esos dos estaban cada vez más juntos.
No contesta mis llamadas —bufó; lleva días así y hoy ni siquiera lo he visto —hizo una mueca; pero por ahora, quiero un helado.
Olvídalo, no iré a la heladería para ser ignorada de nuevo
—dije, acomodando los dibujos en orden.
¿Vamos al parque?
Ambas reímos; esperamos al maestro para entregarle las hojas ordenadas y después salimos. Ya en el pasillo, comenzamos a debatir sobre las extrañas combinaciones de comida.
No se puede —dije. Qué asco la idea. ¡¿A quién se le ocurre combinar yogurt con papas fritas?!
Sí se puede.
Es sumamente imposible que esa cosa tenga buen sabor.
Claro que se puede tener un delicioso sabor… si el yogurt no es tan dulce —sonrió triunfante.
Eso es bajo y… —me quedé callada; Melanie me miró y después llevó su vista hacia el frente observando la escena de Erick y Sofía besándose. Inmediatamente se fue corriendo hacia la oficina de dirección y corrí detrás de ella. Entró a un salón vacío y me acerqué.
Melanie —dije, mientras lágrimas caían de sus ojos.
Por eso no contestaba mis llamadas —susurró llorando.
Es un imbécil —la abracé; luego de unos minutos, cuando se tranquilizó ligeramente, se separó de mí.
Manché un poco tu suerte —sorbió su nariz e intentó limpiarlo, pero solo consiguió ensuciarlo más.
Está bien.
Un chico y una chica entraron besándose muy apasionadamente, se separaron un poco al notar nuestra presencia y después nos miraron.
¡Largo! —exclamó la chica.
Melanie y yo salimos inmediatamente del salón. El timbre sonó y nos miramos.
¿Qué te toca? —preguntó tallando un poco sus ojos.
Matemáticas, ¿y a ti?
Ciencias. Nos vemos a la salida —asentí, y se fue a su clase; yo me dirigí a la mía.
18x+878 = 1579 ahora, ¿Cuál es el valor de X? —preguntó el maestro.
38.94 —respondí.
Muy bien, Keysi —sonrió. ¿Alguien más desea participar?
Algunos solo se mantenían en silencio, la mayoría volteaba hacia algún otro lado, ignorando al maestro. El timbre sonó y todos corrieron hacia la puerta mientras se empujaban; yo esperé a que estuviera despejado para salir.
¡Muévete animal! —exclamó un chico entre el montón de alumnos.
¡Quítate, jirafa! —exigió una chica.
¡Hazte a un lado, marrana! —gritó otra.
Seguían empujándose, aventándose e insultándose. Di media vuelta y observé al maestro; me acerqué hasta él.
¿Qué pasa? —preguntó al notar mi presencia frente a él.
No puedo seguir siendo la tutora de Ryan.
¿Por qué no? —preguntó, esperando una buena respuesta.
No entiende nada. Me gusta repasar los temas y ayudar a quienes no entienden, pero no puedo seguirlo ayudando a él
—asintió para sí mismo.
En la vida hay que hacer muchos esfuerzos y si eso implica trabajar mucho, tendremos que hacerlo, las metas son difíciles, pero se hace hasta lo imposible para alcanzarlas, ¿o no? —dijo sabiamente mientras yo asentía. Entonces, todos tenemos que hacer sacrificios; lo siento, pero si no ayudas a Ryan, tendré que bajarte un punto en tu calificación.
¿Me está amenazando? ¿En qué momento esto se convirtió en mi obligación? —pensé dentro de mí.
El maestro salió del salón, me quedé allí pensando en qué debía hacer, no quería perder un punto, pero quería estar lo más alejada posible de los populares. Salí del salón encontrándome con Melanie; su rostro mostraba algo de tristeza. Ryan y Erick se acercaron, y Melanie bajó la mirada.
Te veo afuera —dio media vuelta para comenzar a caminar, pero Erick la cogió del brazo. ¡Suéltame! —pidió, deshaciendo el agarre.
¿Qué pasa? —preguntó confundido. Melanie me miró y después llevó su vista hasta él.
¿Qué pasa? —preguntó incrédula. ¡No contestabas mis llamadas por estar besando a alguien que es igual que tú!
No te entiendo, ¿de qué hablas?
Te vi besándote con Sofía.
Melanie comenzó a caminar y Erick la siguió. Ryan y yo habíamos estado en silencio, observando la escena.
Qué lindo tu amigo —dije sarcásticamente, mientras él se mantuvo en silencio. Nos vemos a las tres, pero no vayas a mi casa.
¿Entonces? —preguntó confundido.
Solo pásame tu dirección y listo.
Luego de darme su dirección, comencé a caminar apresuradamente.
Melanie logró que Erick se fuera.
Le pedí al chofer que primero la dejáramos en su casa. Me despedí de ella, después me llevó a la dirección que Ryan me dio. Era una casa enorme; mejor dicho, era una mansión, blanca, con un gran patio y arbustos en los lados; afuera estaba una mujer como de treinta y cinco años con un gran cuaderno de dibujo; a su lado había una mesita con brochas y acuarelas.
Me bajé y le indiqué a Luke que se fuera a dar una vuelta. Entré y me acerqué hasta la señora; ella parecía aún no notar mi presencia.
Observé su dibujo; era un bosque con muchos árboles. Dejó de dibujar porque, al parecer, se dio cuenta de que yo estaba allí. Me observó con una gran sonrisa en su rostro.
¡Hola! —saludó.
¿Está Ryan? —la mujer me miró sorprendida.
¿Quién eres tú? —preguntó con amabilidad.
Soy Keysi, su tutora.
¿Así que tú eres la chica que está ayudando a mi hijo?
—asentí. Mucho gusto, mi nombre es Lucía, soy la mamá de Ryan. ¡Ven, pasa!
Me llevó hasta adentro de la casa y me indicó que tomara asiento en la sala. Debo admitir que me sorprendió un poco el hecho de que no hiciera algún comentario por mi apariencia.
Iré a hablarle a Ryan, ¿quieres algo?
Estoy bien, gracias.
En la mesa de centro estaba una fotografía de un niño como de siete años, su cabello era castaño oscuro, casi negro, ojos azules y tenía una gran sonrisa consigo. Cogí la fotografía y la miré. El niño se veía muy feliz.

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