Capítulo 1: Un cambio

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Me llamo Jazmín y tengo 13 años, vivía en una gran ciudad en la cual me crie desde pequeña. Vivía con mis padres, Gael y Sofía, y con mi hermano de 10 años, Bruno.

Esa ciudad era muy especial para mí, no por el hecho de ser el lugar en donde crecí, sino que en ese lugar estaban mis amigas y mi novia, sí, me daría cuenta de mis preferencias a los 11 años, y mis padres lo aceptaron sin condición alguna.

Mi padre trabajaba en un conjunto de empresas como administrador en una de ellas, mi madre se dedicaba a cuidarnos a mí y a mi hermano, y nosotros íbamos a la escuela, yo a la secundaria y él a la primaria. Un día, mi padre fue removido a una empresa en otra ciudad aún más pequeña, lo cual me llenó de tristeza ya que no volvería a ver ni a mis amigas ni a mi pareja, aunque de ahí en fuera no tenía inconveniente. Mi hermano fue al que más trabajo le costó asimilarlo, pues no quería mudarse, pero al final del día era trabajo de papá y no podíamos oponernos.

Nos iríamos en una semana, así que mis papás comenzaron a ver algunas casas en venta para elegir la nuestra. Mientras transcurría la semana, yo trataba de informar a todas las personas cercanas a mí; primero fueron mis amigas, ellas y yo éramos como hermanas y tan sólo en unos días nos separaríamos; después fueron conocidos, de los cuales no me costó tanto trabajo despedirme, pero ella fue la más difícil de convencer. Erzebeth y yo éramos pareja desde que teníamos 11 años, aún recuerdo cuando la vi por primera vez, sus ojos verdes como el jade y su cabello negro como la noche con toques castaños, una figura que la misma Venus envidiaría, un rostro dulce y tierno reflejante de una inocencia ciega con una mentalidad adulta y sabia. Ella era el núcleo de mi amor; lloré, pero tuve que aceptarlo.

Una semana después llegó el día del cambio, ese día los camiones de la mudanza llegaron a las 7:00 am para ser exactos. Comenzaron por la sala, después por la cocina, el comedor, las habitaciones y el ático. Subimos a la camioneta de mi padre y comenzó el viaje, al mirar hacia atrás desde el auto en marcha, pude ver a mis amigas y a Erzebeth decirme adiós con ayuda de sus manos, hasta que se perdieron tras los camiones.

Aunque estaba triste por la partida, en mí había una chispa de curiosidad por ver la nueva casa, por saber cómo sería mi nueva escuela y cómo serían las personas que conocería. El viaje fue largo, muy largo; en el camino tuvimos que parar por gasolina como cinco veces. Mis padres nos decían a Bruno y a mí que nos encantaría la nueva casa, que estaba ubicada en un lugar donde nos podríamos distraer sin necesidad de los celulares o las computadoras, lo cual aumentó la duda que había en mi interior. En mis oídos tenía puestos los auriculares para escuchar música clásica, y en la mano tenía un libro de Hermann Hesse, mi escritor masculino preferido. A pesar de que escuchaba música y leía, el viaje me pareció eterno. De repente, noté que entrabamos a un lugar parecido a un bosque, sin edificios a la vista más que uno, la nueva casa.

Esa casa era muy grande y bonita, muy moderna comparada con el ambiente que la rodeaba. A mi hermano no le gustó que la casa se situara en un bosque, pero mis padres explicaron la situación.

-Le pedí a su padre que la casa se situara en un lugar rodeado de naturaleza-dijo mi madre mientras abrazaba a mi padre.

-Mamá, esta casa es horrible-dijo Bruno con aire de asco.

-Bruno, es lo mejor para ustedes. Nunca ayudan en nada al estar en sus celulares o en sus computadoras, así que decidimos un lugar sin conexión a Internet-dijo mi padre tratando de hacer entender a Bruno.

-A mí me gusta la casa, es hermosa-dije, acercándome a mis padres para abrazarlos.

-Pues, ¿qué esperamos? Vamos a conocer la casa-dijo mi padre señalando con su dedo índice la puerta.

Corrí hacia la casa lo más rápido que pude. Al entrar vi un vestíbulo fabuloso con escaleras de madera tallada, del techo colgaba un candelabro hermoso que pareciera estar hecho de cristales caros y finos. Mis padres nos mostraron nuestros nuevos cuartos. El cuarto de mi hermano era grande, con un mirador que tenía vista al bosque y desde donde podía ver el atardecer a través de los árboles. El de mis padres era un tanto más grande, el cual tenía un baño propio con tina. Por último, mi cuarto. Este era igual de grande que el de mi hermano, tenía un mirador con vista a un hermoso río, desde donde podía ver el amanecer.

Mudanza comenzó a introducir los muebles a la casa. Una vez que todo estuvo terminado, fui a mi cuarto y me quedé ahí hasta la hora de la cena.

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