Después de esa pelea sin sentido, Noah estaba muy alterado.
─Ella se está volviendo idiota. ¡Él la vuelve idiota! ─dijo Noah enojado.
─Mamá no es idiota, Noah. Francis es el idiota, ¡él le llena la cabeza de que tú eres el culpable de todo! ─ le dije.
─¡Pero mamá le cree! ─respondió.
─¡Sí, ya sé!, pero tengo un plan. Mañana yo me llevaré a Francis al café de aquí a la vuelta, mientras tú le explicas todo bien a mamá, y así él no podrá interrumpirte. ─dije con una sonrisa en mi rostro.
─¡Eres brillante, hermanita! ─exclamó Noah.
***
Me desperté porque Noah estaba saltando en mi cama.
─¡Despiértate! Ya hay que empezar el plan ─dijo él.
─¿Qué hora es? ─pregunté con el ceño fruncido.
─Son las 7:30, ¡levántate!
─¿Tan temprano? ¡Quiero dormir! ─reclamé.
─No, no y no. Te tienes que levantar ─concluyó mi hermano.
Me levanté y me dirigí al baño. Me pegué una larga ducha, salí y me vestí. Me puse un jean negro, con una blusa color mostaza y mis botas, caña baja, también color mostaza. Por último los accesorios, que consistía en: un par de aretes con una perla blanca, unas esclavas y un anillo que me había regalado mi madre.
Cuándo bajé, estaban Francis y mi madre sentados en el sillón y Noah en la cocina.
─Francis, ¿quieres ir a la cafetería a desayunar? ─le pregunté casualmente.
─Claro, cariño ─respondió. Odiaba que me dijera cariño.
Fuimos en el coche, que por cierto era color gris opaco. Cuando llegamos elegimos una mesa al lado de la ventana. Me pedí un submarino, como de costumbre, y el pidió un café con medialunas.
Hablamos un rato largo sobre su trabajo...bah, solo él hablaba.
El submarino estaba muy caliente, aun así me lo tomé igual. Francis pidió la cuenta tiempo después, pero el chico que la trajo no era el que nos había atendido. Él era con el cual unos días atrás me había besado en el boliche. Ese era el chico del cual no paraba de pensar ni un minuto.
─¡Oh, no! ─exclamé en una voz que yo sola pude escuchar.
─Ciento sesenta y siete pesos ─dijo el chico sin dejar de mirarme.
─Debo ir al baño. Por cierto, ¿dónde queda? ─pregunté, pero realmente ya sabía dónde quedaba. Solo era para que él me hable. Él me dirigió, pero no me estaba llevando al baño.
Frenó en un pequeño baño que parecía ser el de servicio.
─¿Tu eres Elunei? ─preguntó con el ceño fruncido.
─Sí, soy yo. Y... ¿tú eres? ─ interrogué.
─Brent, nos conocimos unas semanas atrás en el boliche "Stone" ─respondió.
─¡Oh, sí, Brent! ─ dije haciéndome la que no me acordaba.
─¡No me diste tu número, preciosa! ─me dijo con una sonrisa picarona.
Agarré su mano y se lo escribí.
─¿Contento? ─pregunté.
─Demasiado ─respondió con una sonrisa. Y le devolví otra. Me dio un beso en la mejilla, tan pero tan tierno, que me sonrojé.
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Muero por ti.
RomanceElunei era una joven de tan solo 17 años, que vivía junto a sus padres y su hermano mayor. Indecisa, desconfiada y sobre todo ansiosa, así era ella. Tenía el cabello color castaño oscuro, lacio, sus ojos eran de un profundo marrón y sus mejillas se...