Reinado de Tiofi Ariste I
La noche se volvía vieja y el aire golpeaba en la cara de los comuneros, el fogón de la candela calentaba al pueblo Abdiul y las Estrellatas bailaban para el Rey y su corte.
El pueblo se llenaba de hipocresía, simulando gozar y festejar el sacrificio de la musa, sin embargo, cada miembro del pueblo sentía un sabor amargo en lo mas profundo de su existir.―¡Dejadme salir! ―rogaba Catíomo desde el calabozo junto con dos mujeres más.
El corazón de la mujer se entristecía y aclamaba libertad con las pocas fuerzas que le quedaban.
―Llamad al Rey, dejadme explicarle lo sucedido ―hizo una pausa para tomar aire―. No permitáis que muera porque conmigo morirá la...
―¡Silencio! ―se exasperó el celador golpeando el fierro con otra vara.
Catíomo suplica el ultimo cambio de celador, aquel hombre era su única esperanza antes que llegue la media noche.
Las oscuras puertas con intensa seguridad se abrieron permitiéndole gozar de la luz de la luna y frente a los ojos de las mujeres había un hombre totalmente cubierto.
―Riofu ―titubeó Catíomo retorciéndose del dolor que le provocaba sus muñecas atadas.
―¡Ayuda!
Las puertas se volvieron a cerrar dejando al trío de mujeres desesperadas y sin ninguna posibilidad a la vida. Serian sacrificadas injustamente. Catíomo solo deseaba cinco minutos para que a su hijo le permitieran nacer. Esos cinco minutos serían gloria a los oídos del Rey.
―Mi ama, cumplí mi promesa ―pronunció la joven, Catíomo le miró y ésta continuó―: Estoy con usted hasta el final, aunque el final nos cueste la vida.
Catíomo se acercó a la puerta asintiendo a las palabras de la mujer que tenía todo el tiempo a su lado.
―Riofu ―susurró entrecerrando los ojos cansada―. ¡Riofu! ―quería que fueran sus últimas palabras antes del sacrificio que la nombraba como poseedora y seguidora del mal.
Lentamente sus ojos comenzaron a cerrarse, mientras que su espíritu prometía cautividad y la penumbra de no poder dejar al ultimo sucesor, exprimiendo sus pocos días de felicidad...
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Cierra Tus Ojos©
Short StoryLuz ha vivido sus dieciséis años en soledad y en un pueblo marginado en la Isla Trembaut Carbull. Pasar las tardes contando arboles, describiendo como se ven y que sentirían, darle formas a las nubes, tararear canciones de un viejo cuaderno que enco...