Capítulo 3.

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Salgo del restaurante con unos cuantos pasos torpes. Ya estoy comenzando a hartarme de esta maleta que tengo en mis manos, pero tiene tantas cosas que amo que olvido todo lo que me ha hecho pasar, además de que es muy cómoda para sentarme a descansar.

— ¡Oye! ¡Detente ahí!

¡Genial! Inclusive me acusaran de robo, ¿Qué mi día no puede ser peor? ¿Acaso ahora se abrirá mi maleta dejando que toda mi ropa se salga? ¡Vamos! ¡Que lo estoy esperando!

— ¿Sucede algo...?

Pregunto con delicadeza mientras me doy media vuelta, me encuentro con Adam, el chico que quiere saber de mi vida mas de lo que debería. Él, se rasca la nuca demostrándome que esta avergonzado y, no sé porque se siente así cuando yo debería de ser la que este de esa manera ya que él ha venido hasta aquí sin que yo se lo pidiera. No debió de hacerlo, por más lástima que sienta de lo que le demostré en su restaurante.

—No debiste de salir corriendo sin siquiera responderme. No me agradan las personas que huyen o esquivan sus problemas.

—Entonces, sino te agradan, ¿Por qué has venido hasta aquí a buscarme?

—Buena pregunta.

Él, se cruza de brazos para observarme de arriba abajo.

—Conozco a las chicas como tú. Se hacen pasar por las personas más fuertes del mundo cuando tienen un enorme problema, no saben pedir ayuda a nadie y esperan a que un milagro les caiga encima.

— ¿Cómo estás tan seguro que estoy pasando por un problema?

—Porque si no lo estuvieras no tendrías una maleta, ni tampoco hubieras ido a buscar empleo como mesera en mi restaurante. Debes de ser un poco tonta si piensas que nadie se dará cuenta de tu situación —él, sin pedirme permiso me arrebata mi maleta de las manos —incluso ahora. Todas las personas están mirándote y preguntándose que es lo que sucede contigo, porque no parece que tienes dieciocho.

Observo a mi alrededor, examinando a cada persona que pasa junto a mi y me doy cuenta de que este chico tiene razón. Las personas me miran con una mueca de lastima y luego bajan hacía mi maleta, es como si quisieran adivinar lo que me trajo hasta este lugar y creo que la única opción que me queda, es hacerle caso a este sujeto.

—Haber, sábelo todo ¿De cuantos años parezco?

—Por tu altura y tu rostro, yo creí que tenías dieciséis.

— ¡¿Qué?! Ni que estuviera tan enana. Lo único que quiero es mi maleta así que devuélvemela.

—No lo haré, porque así las personas pensaran que soy un pariente tuyo. Si no quieres que la gente te mire feo o no lo soportas, es mejor que me acompañes a mi restaurante y te hagas pasar por un familiar mío.

Adam, comienza a caminar dejándome atrás y gracias a que ya me di cuenta de que tiene razón, lo sigo por impulso. Ademas, tiene mi querídisima maleta y no planeo dejar que se la lleve sin que yo sepa a donde, aunque ya me dijo que iremos de nuevo al restaurante no planeo quedarme mucho tiempo, porque todavía no me transmite confianza suficiente.

Puedo sospechar que solo lo hace porque quiere saber lo que me sucedió en mi trágica vida antes de llegar hasta su restaurante, pero haber que logra sacar de mis labios. Los secretos que guardo en mi interior no se lo cuento a nadie. Ni siquiera a mis almohadas o a mis peluches favoritos, pero aun con mis secretos, esos son exclusivos para mí.

—Dime, ¿Por qué haces esto? Ni siquiera me conoces, quizás sea una ladrona o una asesina —me mira por sobre su hombro, dubitativo.

— ¿Lo eres?

El desastroso embarazo de EmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora