Capítulo 8.

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Escucho el enorme sonido de una puerta ser golpeada. Abro con flojera mis ojos y me encuentro con la habitación blanca en la que me dormí ayer, recordando por todo lo que pase al conocer a Adam Meyer. La próxima persona que será mi jefe y no es que me moleste, es más bien que debe de ser un fastidio que alguien de su edad maneje un restaurante.

La puerta sigue resonando, así que con cansancio me siento en la cama y comienzo a darle masajes a mis ojos. Trato de ganar algo de energía, pero siempre he sido de esas que tienen que bañarse antes de despertar por completo, incluso me bañaba a las seis de la mañana para ir a la preparatoria.

— ¡Ema! ¡Abre la puerta! —grita la familiar voz de Adam, mientras la puerta sigue siendo golpeada.

— ¡Deja que me levante primero!

Ruego, para taparme de nuevo con las sabanas. Estiro mi mano al buro que tengo a un lado de la cama y rebusco mi celular, escuchando como todo se cae mientras muevo mi mano de un lado al otro y una vez que siento el pequeño aparato rectangular, lo tomo en mis manos. Lo meto por debajo de mi sabana y entrecierro los ojos al sentir de golpe la luz que el celular emana.

—Ocho veinte.

Murmuro. Dejo caer mi cara encima de la almohada y con un enorme gruñido, tomo la almohada con fuerza y me comienzo a levantar con las rodillas tratando de no perder el equilibrio. La puerta me desespera, así que le lanzo la almohada dándole a la pared que está al lado de dicha puerta e incluso los sonidos de la puerta se hacen más fuertes, como si él supiera que me enoja escuchar eso tan temprano.

Todavía resistiéndome a dormir de nuevo, dejo caer mi cuerpo hacia atrás y dejo que mi cabeza quede enfrente de la puerta que todavía está siendo golpeada por Adam. Giro mis piernas junto a mis caderas unos noventa grados a la derecha y me siento en la cama una vez que mis pies tocan el frío piso.

—Me estoy cansando la mano.

Escucho que se queja al otro lado de la puerta, una vez más tomo impulso para levantarme pero la flojera me gana y vuelvo a sentarme en la cama con los ojos entre cerrados. Comienzo a hacer muecas al sentir lo asqueroso de mi saliva y decido levantarme, olvidando que dormí más de doce horas para no salir a cenar con Adam.

— ¡Ya voy, caray! —anuncio mientras camino hacia la puerta.

—Te estás tardando.

Abro la puerta al escuchar lo que ha dicho y apenas nuestros cuerpos se encuentran, me cruzo de brazos. Él, tiene ambos brazos en los bolsillos delanteros de su pantalón y me mira dubitativo, trato de reincorporarme pero el sueño siempre ha sido más fuerte.

Pego mi espalda contra el marco de la puerta y lo miro.

— ¿Ahora qué?

— ¿Cómo qué, ahora qué?

Pregunta incrédulo y saca una mano de su bolsillo, dejándome ver las llaves de su auto. Frunzo el ceño, no logro entender porqué las llaves de su ridículo y feo auto están a centímetros de mi rostro, abro los labios para preguntar pero me detengo al recordar lo que sucedió y coloco mi mano en mi frente.

Me inclino un poco y coloco ambos brazos en mis piernas, logrando sentir lo pegajosa que están. Me enoje tanto con Adam, que se me olvido darme un baño para limpiar todo lo que ocasiono el refresco y ahora, me doy un enorme asco por no haberme bañado.

El desastroso embarazo de EmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora