Capítulo 6.

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Mantengo una mueca en el rostro, ya que por culpa de que el idiota frenó de golpe al no ver a una persona estaba cruzando por un paso al peatón. Eso, significa que estaba muy distraído con algo y no tengo idea el porqué, pero vale la pena molestarlo por unos cuantos segundos.

—Eres un pendejo.

—Mira, mocosa. La culpable aquí eres tú, si hubieras agarrado con fuerza tu maldito refresco o, mejor dicho, si ni siquiera hubieras tenido ese puto refresco, nada de esto hubiera pasado.

Señalo a las personas que están pasando delante de nosotros y él, frunce la línea recta de sus labios.

—Adam, en serio que eres ciego, se supone que esta es tu ciudad y ni siquiera te diste cuenta de que estabas pasando por un tope de paso al peatón.

Levanta la palma de su mano enfrente de mis labios callándome de golpe. Uno de sus brazos regresa al manubrio, mientras que el otro se posiciona en la palanca de velocidades y el auto reanuda su marcha.

—Mira, mejor cállate si no quieres que abra tu puerta para que salgas volando.

—Tengo bien puesto el cinturón de seguridad —anuncio con una sonrisa de victoria.

En un rápido y brusco movimiento, me quita el cinturón de seguridad. Lo miro sorprendida, al mismo tiempo que lo fulmino y él, tan solo se encoje de hombros.

—Ahora no te falta nada para lanzarme de tu coche.

—No lo haré, no soy un cabrón.

—Es como si lo fueras.

—De nuevo, no soy un puto cabrón.

Comienzo a darle masajes a mis piernas, sintiendo lo pegajosas que se están poniendo. Miro con recelo a Adam y él, me regresa la mirada tan solo por un segundo.

—Solo quiero bajarme porque estoy comenzando a quedar pegajosa.

—No lo haremos.

—Hazlo ahora.

—Ema, quédate quieta. Maldición —gruñe furioso.

Tomo el volante y giro con fuerza de este, provocando que el carro se desvíe.

— ¡¿Estas demente?! —me grita.

Adam, detiene el auto a un lado de la carretera porque por lo visto, acerté en una carretera donde no desvían varios autos. Esta más que furioso, es como si fuese el fin de su propio mundo y supongo que es por mi culpa, pero este ridículo auto no vale tanto la pena.

Incluso, la mancha que le he dejado le da un toque original a tanta porquería.

Salgo del auto y me cruzo de brazos, mientras veo como él está hablando entre dientes con la frente apoyada en el volante. Maldice a lo bajo, pero soy capaz de escucharlo y supongo que no estará de humor para que lo fastidie, pero tengo muchas ganas de decirle que este auto no vale mucho la pena.

Me coloco de cuclillas. Busco el vaso que contenía mi refresco por debajo del asiento y al encontrarlo, lo tomo sacándolo del auto. Miro a Adam, quien todavía tiene la frente apoyada en el volante y por lo que parece, está ejerciendo mucha presión mientras lo sostiene.

— ¿Quieres que me suba o me vaya caminando?

Él, me mira de mala gana.

—Créeme que si supieras donde es mi departamento, ni siquiera te hubiera dejado subirte a mi auto.

El desastroso embarazo de EmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora