Día Cero.

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En medio de aquella masacre, Andrew veìa como aquellos que salìan de la frontera se llevaban por delante todo tipo de obstáculos con tal de devorar a los pocos desafortunados que quedaban a su alcance

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En medio de aquella masacre, Andrew veìa como aquellos que salìan de la frontera se llevaban por delante todo tipo de obstáculos con tal de devorar a los pocos desafortunados que quedaban a su alcance. Hasta los mismos policías habían echado a correr tan pronto como se quedaron sin balas, y los pocos que iban en auto arrollaron a todos los que se les cruzaran en el camino, fueran humanos o no.

Él mismo estaba en shock tras haber apuñalado brutalmente a uno de ellos, pero los fuertes ladridos de Naiden lo devolvieron a la realidad. Sin embargo, el ruido también atrajo a varios de los intrusos que, sin dudarlo,se lanzaron tras Andrew.

Éste se encontraba en la esquina contraria de la calle que conectaba con la avenida donde estaba la frontera entre las dos ciudades, varias cuadras al norte se encontraba el departamento de Eileen, pero antes de dirigirse hacia allá tendría que encontrar un refugio hasta que se calmaran las cosas, y, peor aún, escapar de la horda de monstruos que se dirigía hacia él en ese instante...

Sin pensarlo dos veces, puso en marcha su motoneta y rápidamente se alejó del lugar, con el incesante sentimiento de que estaba siendo perseguido, a pesar de haber dejado a aquellos seres varias calles atrás. Completamente asustado, frenó en seco al ver un lugar que le pareció sumamente familiar. Era el Watt-Mart donde solía trabajar cuando perdió su beca universitaria.

Estaba totalmente bloqueado con tablas y estantes, pero decidió estacionarse atrás y entrar por la puerta de servicio de basuras, ya que a lo mejor alguien pudiese abrirle por ahí. Era el único lugar conocido para refugiarse en esa zona, además tendría comida de sobra y podría descansar de esa pesadilla.

Aparcó detrás del camión de la basura que estaba allí, luego bajó al perro, quién estaba alerta de algunos cadáveres, aparentemente muertos, que se hallaban enfrente de la tienda con marcas de disparos por todo el cuerpo, por lo cual era probable que aquellos que se encontraran adentro portaran armas de fuego.

-Espero que quienquiera que este allí adentro esté de humor para acogerme, no quisiera enfrentarme a alguien armado, y menos aún aquí afuera-, pensaba Andrew mientras llamaba a la puerta de servicio.

-¿Hay alguien ahí?- preguntó, algo preocupado por los sonidos que provenían de la calle de la esquina donde, al parecer, algo gigantesco se movía...

-¿Qué quiere?- preguntó una voz al otro lado de la puerta, bastante irritada y, a la vez preocupada.

-Por favor déjeme entrar, sólo estoy yo y mi perro, necesito un refugio temporal, puedo compartir mi comida con usted, pero, por favor, no me deje afuera- exclamó Andrew en tono suplicante.

-¿Estás infectado o algo por el estilo?-preguntó la voz.

-Para nada, pero terminaré estándolo si no me deja pasar, se lo suplico, déjeme pasar- contestó Andrew un poco inquieto por la tensión que se sentía en el ambiente.

-Esta bien, pero si llevas algún arma tírala por esta rendija y alza las manos, si no quieres que te llene la cara de plomo- y Andrew oyó el chasquido del seguro de un arma del otro lado, así que decidió arrojar la navaja y alzar las manos.

Acto seguido, se oyó como algunas personas retiraban el bloqueo de la puerta y la abrieron de a poco, sólo lo suficiente para que Andrew pudiera pasar, con las manos en alto y el perro atado.

Al entrar, las luces estaban apagadas, e inmediatamente, sintió el frío cañón de una pistola en su nuca.-Discúlpanos por esto, pero, ya sabes, es por...precaución-dijo una voz a sus espaldas, y, justo entonces, un golpe seco lo dejó inconsciente.



Crónicas de los Días MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora