Parte única

1.5K 172 110
                                    


Debe de doler, piensa Chuuya, cuando ve a un chico que parece tener su edad. Está al lado de Mori, y a simple vista, Chuuya puede observar que está lleno de heridas que sin duda, tienen que doler muchísimo, como el mismo infierno. Aunque sí que es cierto que el chico lleva un parche y unas cuantas vendas por aquí y por allá, es obvio que nadie nunca lo ha cuidado. Seguramente no sepa qué es que alguien cuide de él. Mori, el jefe, está sujetando la mano del muchacho moreno. De todas formas, no hay nada cálido ni genuino en ese gesto, Chuuya lo sabe de sobras.


 Es algo completamente diferente de Kouyou y su hábito de reñir a Chuuya cuando este se mete en líos. No tiene nada que ver con esa cantidad de tiritas e items de emergencia que la pelirrosa le aconseja llevar siempre encima. Igualmente, no es como si pudiera estar todo el rato mirando fijamente a ese chico herido, cuyo nombre sigue sin siquiera saber. Al fin y al cabo, dejó el hotel para encargarse de un recado, un favor para Kouyou. Y aunque lo sabe, Chuuya lo sabe, hay algo que le quema por dentro.


Simplemente se ve incapaz de dejar de observar esa cara aparentemente indiferente, ojos grises y sin expresión alguna, esos bonitos rasgos faciales plagados de una profunda melancolía. El pelirrojo sabe que han confiado en él, que quizá se está equivocando, que probablemente esté creando una herida en su alma que no se irá jamás, pero eso ya no importa. No importa en absoluto, porque ahora ya ha apretado sus puños, fijado su vista en el suelo por última vez y echado a correr con furia hacia su objetivo.


 Cuando se acerca más y más al chico, Chuuya ve como sus ojos marrones titubean, dando paso a un rayo de luz para que iluminase toda su oscuridad. En ese momento es cuando el pelirrojo sabe que ha hecho lo correcto. Está totalmente convencido de que agarrar esa mano que ligeramente temblaba, junto con un grito agudo al sonido de "¡ven conmigo!" es lo mejor que podría haber hecho.


Kouyou se enfadará, quizá lo haga, cuando sepa qué ha hecho Chuuya. Pero de ninguna de las maneras que el pelirrojo se encargaría del simple recado, sabiendo que un ser humano herido yacía delante de él. Eso sería traicionar sus principios. Su acento, piensa el pelirrojo, seguramente suene raro ya que aún no tiene dominado el japonés, pero él lo intenta. Mientras corren, Chuuya sigue pensando que quizá sus apresuradas acciones han asustado al chico moreno, cuya mano sigue dolorosamente enlazada con la suya propia. 


Es más que seguro que el chico desconocido pensará que Chuuya es un rarito que se quiere llevar a alguien que no conoce a vete a saber dónde. Después de unos minutos de correr, acompañados por una respiración agitada, los dos chicos llegan a la habitación del pelirrojo. Atrás queda un perplejo Mori, que contempla la escena desde la lejanía.


"Espera aquí un momento" dice Chuuya, señalándole su cama al recién llegado, ofreciéndole de forma silenciosa un lugar para sentarse. Seguidamente, Chuuya busca por sus cajones cuidadosamente, para encontrar algo con lo que tratar al desconocido (que pronto dejaría de serlo).


"De acuerdo" es la respuesta del otro chico, amortiguada por la palma de su mano. Mientras tanto, el moreno sigue los movimientos de Chuuya con su mirada, cautivado por sus acciones.


Después de unos minutos eternos que consistieron en buscar por todo el cuarto para encontrar esos malditos objetos, Chuuya se sienta al lado del desconocido y le echa un vistazo a su ropa rasgada. También encuentra unas cuantas heridas, sobre todo un corte algo profundo en su rodilla, donde también hay unos cuantos cardenales.

Curaré tus heridas (o haré que te duelan aún más)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora