Antes de que amaneciese ya estaba sin respiración

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Todos estaban reunidos. Ricos y jóvenes eran los participantes de aquella noche. Sentados en mitad del gran salón propusieron el juego. Tres de ellos, la mitad, protestaron, pero la persuasión y la insistencia de los otros pudieron convencerles de quedarse allí para que el juego comenzase. El reloj de cuerda anunciaba la media noche, haciéndose eco entre los truenos que invadían la calle. Nadie se inmutó. El juego era simple; permanecer en los asientos sin levantarse hasta el amanecer. Pero no era gracioso, a nadie le divertía ser una estatua, mas sí el valor de la recompensa que se llevaba el ganador. Los vencidos deberían obedecer cualquier petición del ganador o ganadores, y esto era a lo que todos aspiraban. Los que habían rehusado jugar sabían de muy buena tinta lo que esto suponía. La pareja vencedora del anterior año, en el que todos fueron novatos jugando, se puso de acuerdo para demostrar de lo que eran capaces; tuvieron que andar con tan solo la ropa interior y descalzos a lo largo de varias calles durante varias horas por la mañana. Lo pasaron mal y por ello no querían que esto se repitiese. Pero había un chico, el más valiente, quería vengarse. No solo por la humillación vivida, había un secreto mucho más oscuro y retorcido.

Ellos no eran los primeros en practicar ese juego, ni mucho menos, sus antepasados llevaban generaciones reuniéndose para participar en aquel juego sin fin de lucro. El problema para este joven novato era que sus antecesores tenían el récord de partidas ganadas, y no podía permitirse volver a perder o le desheredarían.

Y lo consiguió. Todos estaban dispuestos en sus sillas, habían pasado diez minutos, se oían ruidos desde el corredor, al otro lado de la puerta. Ninguno se levantó, el juego era importante para ellos, lo único que cambió fueron sus pulsaciones, más aceleradas de lo normal. Los ruidos se agravaban, al igual que la tensión en el ambiente. Todos se giran hacia la puerta que se abre, poco a poco, provocando un escalofrío a los presentes. Una de las participantes no lo soporta y se aleja lo máximo posible de la puerta, mirando a su alrededor buscando un lugar para escapar. Los otros permanecían inmoviles, en parte por el juego y por sus extremidades rígidas. No era tan simple como parecía, aquella casa de reuniones estaba habitada por los fantasmas de los antiguos participantes del juego, quienes manipulaban cualquier objeto a su antojo. Por eso ya solo quedaban tres en el juego, y por eso los participantes comenzaron a ver visiones provocadas por los espectros. ya solo quedaban dos; uno de los antiguos vencedores y el joven que podría quedarse sin hogar después de eso, quien murmuraba algo ininteligible. Quería ganar a toda costa, así que al tener al otro a su lado, sacó un cuchillo que llevaba encima y lo asestó contra él. Antes de que amaneciese ya estaba sin respiración.

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